Esperanza, «culpa in eligendo» y «culpa in vigilando» / Manuel Medrano

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Por Manuel Medrano
    Parafraseando a Gabriel Celaya, “el voto es un arma cargada de futuro”. Nunca desde la Transición lo ha sido como hoy. Es posible, me atrevo a decir, que estemos ante el “victoria o muerte” de la democracia, concebida como el triunfo del compromiso de los partidos con sus electores, el escrupuloso cumplimiento de los programas ofrecidos, la consulta periódica y frecuente del pulso de la ciudadanía, el fin de la estafa, la parodia, la comedia bufa. Ahora o nunca.
    Y si no es así, la culpa será de los ciudadanos, vaya, del pueblo, el que va desde los más desfavorecidos hasta la clase media alta no muy alta, si queda suficiente de esto último. La esperanza no debe interpretarse más que como la define la R.A.E.: “Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Y es posible pero, en una sociedad tan convulsa y caciquil como la nuestra, sólo bajo ciertas condiciones. Y cuando digo esto no me refiero a una opción electoral u otra, sino a la ideología y práctica dominantes.

    Hemos llegado hasta aquí también por la miseria espiritual de nuestras miras. Podría hablar de dónde y porqué comenzó el problema inmigratorio: de los agricultores e industriales que tenían trabajadores “por la comida y los rezos” o poco más, de quienes así y con subvenciones europeas compraban pisos y terrenos sin esfuerzo, reventando los precios al alza, etc. Y también podría hablar del espíritu emprendedor de un antiguo vecino mío que se jactaba tomando una caña en la terraza de un bar de barrio obrero de haber echado de un día para otro a uno que le alquilaba un garaje por 73 euros, para dárselo a otro que le ofrecía 75, con el añadido de que su tono y compostura eran los de un magnate financiero.
    No querría hablar más de cómo hemos llegado a ser lo que somos, por nuestra propia culpa, fomentando las alucinaciones y el cretinismo moral entre la población, cuando no el bandidaje criminal en algunos sectores.

   Pero eso puede terminar si queremos. El problema no son “los políticos”, han salido del piso de al lado del tuyo. Y no todos son iguales, una buena educación y correctas prácticas en la vida cotidiana y laboral (los que la tienen o han tenido) hacen mucho, y el no ser un paria o deshecho intelectual y profesional que necesita depender de la ubre política del Estado también. Pero seamos sinceros: si esto se perpetúa más, será culpa de los propios ciudadanos. Y será así, utilizando términos jurídicos, primeramente, por la culpa in eligendo, es decir, porque realicen una desacertada elección al emitir su voto. ¡No me digas que otra vez vas a elegir el tocino rancio! Elije el buen jamón, curado (con experiencia) o cocido y ahumado (fresco pero con sabor), no lo que te presentan con buen aspecto mientras bajo el mostrador te enjaretan la mercancía medio podrida o totalmente reseca y acartonada.

    Y, pienses que has acertado o no, también tendrás la culpa si luego te engañan en el ejercicio del poder público, tendrás la culpa in vigilando, serás culpable por falta de vigilancia. Y no hablo de quejarse en la barra del bar. Hablo de lo que significa la expresión Mars vigila (¡Marte, alerta!) que los generales romanos exclamaban cuando se declaraba un conflicto bélico, entrando en el templo del dios de la guerra y moviendo la lanza.

    Esperanza, sí, pero la mano en el fuego, ¡ni de coña! Y ojo con los pactos. Se usan para encubrir todo tipo de barbaridades. Partido A, tú sabrás que haces cuando pactas con el Partido B, pero no lo utilices como excusa si has incumplido todo lo que prometiste a quienes depositaron en ti su confianza. Y como final, me puede mi cultura cinematográfica. Si yo te voté y tú me engañaste, pues se te aplica la ley expuesta por Tía Ama en “Mas allá de la cúpula del trueno”: Si rompes un trato, afronta tu suerte. Pero, por todos los dioses, ciudadano, no te quejes de que un trilero político rompa un trato, ¡es lo único que sabe hacer y de lo que vive!

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