Las croquetas de los pobres / Dionisio Sánchez

PDionisio8
Por Dionisio Sánchez.
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

     Queridos amigos, compañeros y camaradas:

     Hay manjares que asocian a sus consumidores habituales a determinada clase social aunque, aprovechando la renovada popularidad del término, pudiéramos decir “casta”.

    Por ejemplo, si yo les digo a ustedes que desayuno todos los días un platito de caviar “Almas” rápidamente adivinarán que soy un potentado pues un kilo de este “diamante” procedente de esturiones beluga albinos del mar Caspio, suele valer entre 12.000 y 18.000 euros según mercado y criterio del importador londinense House & Prunier.

   Sin embargo, si les dijera que mi debilidad son las croquetas, pronto adivinarían que soy una persona normalita, de gustos populares e incluso obreros. En España, las croquetas nacen de la cocina de los pobres, de la necesidad de recuperar todas las sobras y darles una nueva vida. ¡Qué croquetas las salidas de los restos de un cocido¡ ¿Y las que recogen las migajas de un pil-pil? Hambre me entra tan solo de recordar sus variopintos sabores.

   No quiero dejar de recordar a los lectores de estas líneas, hablando de frituras, las suculencias de una variedad exótica de croqueta: el korokke , que se hace con una mezcla de carne, mariscos o vegetales, cocinados con puré de patata o salsa bechamel y que se empana con harina blanca, huevo y migas de pan. Y ya si se preparan con trocitos de calabaza y salsa de tonkatsu para acompañarlas nos encontraríamos ante una auténtica perla gastronómica.

     En fin, amigos, hemos de estar de acuerdo en que las croquetas han abandonado sus humilde orígenes y ahora ya están convertidas en un pincho habitual de toda “mesa de gorrón” que se precie, me refiero a esas farras que se montan los políticos de turno y que denominan presentaciones, galas, convites, celebraciones o, simplemente, eventos (¡que palabra más fea!)

    Pues en esas fiestas, decía, se adivina enseguida el pie de que cojea cada uno de los asistentes simplemente con observar cómo se tira el observado a los canapes, los pinchos de tortilla, el jamón (si el suceso es de postín), o el humilde rebozado que nos ocupa. En general a los pobres se les nota mucho cuando están ante una mesa festiva. Sobre todo porque los ojos se les salen de las órbitas al mirar los manjares expuestos. No saben si cogerlos con la mano o utilizar un palillo usado que alguien ha dejado al borde de algún plato. Y algunos, los más hambrientos, no se atreven a separarse del lugar donde habita la tortilla de patata hasta que la bandeja no se ha vaciado completamente. A mí, esos menesterosos me gustan y si puedo siempre les ayudo y les acerco los rebosantes platos de ricas viandas a las que, naturalmente, yo puedo acceder sin limitación, dada mi condición de invitado VIP. Respeto, pues, y me solidarizo con el hambre de los desamparados.

    En estas farras, también hay algún pájaro típico de esos que de servilleta llega a mantel y del cual siempre hemos dicho que ni Dios puede comer con él, aunque mejor sería decir: que…¡Dios nos libre de él! A esos no los soporto. Son tragones compulsivos y piensan que nadie tiene mayor derecho que ellos a trapiñarse el aperitivo pues, no en vano, son ellos y sólo ellos y gracias a ellos- que son los representantes del pueblo- los que hacen posible las francachelas y más, si los lugares son públicos…

    El otro día se celebraba en el Pabellón Príncipe Felipe el partido entre el Real Madrid y el Cai Zaragoza. Los cambios defensivos visitantes -con las entradas de Reyes y Slaughter- daban su fruto y el Real Madrid subió la intensidad para distanciarse en el marcador, pero el equipo zaragozano se mantenía en el encuentro gracias al acierto en la línea de tiros libres -15 de 17 en 20 minutos-. Al descanso, los blancos ganaban de cuatro (51-55). Cosas del partido.

   Pero vamos a lo nuestro: yo no sé si ustedes saben que el pabellón en cuestión hay un palco, se supone que “de autoridades”, donde en los descansos con generoso cargo a la “polvora del rey” los invitados y habituales se ponen como piojos de bebercio y merendola. Y allí estaba ¡qué cosas! el politburó breve de la Izquierda Unida municipal comandado con autoridad por el Alto Comisario Sr. Alonso. Y cuentan los que allí estaban, también de gorrones, que se puso las botas de comer croquetas. Tantas que comenzaba el segundo tiempo del juego y no salía al palco e, incluso ,algún compañero de corporación, asustado, estuvo a punto de llamar a los bomberos. Fue el comentario del partido: la capacidad insaciable del concejal para devorar croquetas. Y lo peor de todo es que no se llevó ningún “taper” para llenarlo y luego, al terminar el juego, irlas a repartir entre los pobres de la ciudad. ¡Lo que hubieran dado los indigentes por unas croquetas y un buen vaso de vino aunque fuera envasado en “tetra brik”! ¡Así es como se ganan los votos: repartiendo y no comiéndoselas todas uno solo! En fin.

    Volviendo al partido, en el cuarto decisivo, el CAI se volcó a la desesperada en busca de la remontada, pero el poderío anotador del líder de la Liga Regular se antojó imposible de superar. El ala-pívot Nikola Mirotic fue el jugador más destacado del encuentro con 15 puntos y 6 rebotes, para un total de 24 de valoración. Total: 95-101 a favor del Real Madrid.

   Y volviendo al concejal: éste se fue a su casa hastiado de croquetas gratis mientras los necesitados de la ciudad seguían sin enterarse. Amigos, camaradas y compañeros: ¡A caballo, yihiiiii! ¡Salud!

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