En la actualidad hay temas que ofrecen distintas aristas para encarar su discusión. Entre ellas está la cirugía estética. Pero no la convencional,la que puede a través de la pericia y el talento del cirujano trocar una nariz de pico de tucán en un pellizco, como la de Anjelina Jolie. O dotarme a mí, tras unas 286 intervenciones del rostro de Hugh Grant, por ejemplo. No ésa está bien. Es casi obligatoria. Me refiero a las cirugías de moda, a aquellas que pretenden transformarse en el regalo de 15 que reemplaza a la fiesta o al arcaico viaje soñado a Disney. Sí, acertó. Hoy las adolescentes argentinas quieren transformarse en unos clones de la exuberante Pamela Anderson luciendo un busto inmenso, pletórico de siliconas. Ya no importa el color de ojos de hace una década en la que casi todas soñaban con un par de lentes de contacto celestes. No, ahora el sueño se reduce a la delantera. A una delantera tan portentosa como la del Real Madrid. Es un tema para un estudio sociológico porque ya no importa el rostro, ni la gracia o la coquetería que quedaron desplazados, aplastados bajo el peso de las siliconas.
Sin tetas no hay paraíso / Jorge Álvarez
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