La ruta del amor, por Bucuesa


Por Eduardo Viñuales

Relato de una travesía a pie por las montañas de Collarada y Telera, con Felipe –el pastor de Sinués-, siguiendo los pasos de su padre enamorado.


Angel y Felipe en el ibón de Bucuesa

De Villanúa a Tramacastilla de Tena pasando por el puerto de Bucuesa. Habíamos pensado repartir esta ruta en dos jornadas, pero la cabezonería de alguno pudo más que las pretensiones del resto. Jesús era nuestro guía, Ángel había venido desde Madrid para hacer la travesía, y Felipe seguía los pasos que hace unos 70 años dio su padre en busca de una bella muchacha que luego sería su esposa y la madre de Felipe. Era lo que bautizamos como “la ruta del amor”, porque había que estar profundamente enamorado para cruzar estas montañas solo y en los años 30 del siglo pasado.

Bajando la canal del Pan

Amanece en el bosque y emprendemos los primeros tramos con la luz del frontal hasta alcanzar el Borreguil de Villanúa. Una canal empinada, repleta de flores de nieve, nos depara en un rellano superior desde donde acometemos la subida a la cumbre más alta de estas cimas calizas, a 2.886 metros. La niebla nos envuelve, viene y va, entra y sale. Y en ese juego de luces, humedad y frescor un par de lagópodos salen volando.


Felipe en la puerta de su casa

Desde Collarada la ruta se dirige por unos parajes solitarios, silenciosos y poco trillados: por la ventana de Collarada –una de las más grandes del Pirineo Aragonés-, por la ladera norte de Collaradeta y por la Fuente de las Gallinetas Ciegas. Ahora el encuentro es con un despistado sapo que parece tener dotes alpinas.


La ventana de Collarada

El entorno de la Peña Nevera es un mundo misterioso de rocas raídas y suelos agujereados, grandes dolinas donde la nieve del invierno se acumula y permanece sin derretirse en todo el año, verdaderos frigoríficos de la naturaleza. Una manada de más de cincuenta sarrios nos contempla a lo lejos, sorprendidos de encontrar caminantes en estas retiradas altitudes envueltas por la niebla.


Lana Mayor desde la canal del Pan

La bajada hasta el ibón de Bucuesa se hace larga y pesada, por una glera móvil, una ladera rota en mil añicos de piedras que se desplaza tierra abajo con cada zancada que damos. Comienza a lloviznear. Al llegar al lago de Bucuesa nos refugiamos en el amplio paraguas de pastor de Felipe para comer algo. Junto al ibón, cerca de la Pala de los Rayos, la tormenta se acerca. Hay que bajar la Canal del Pan para llegar a los visibles pastos de Lana Mayor. Cada paso debe ser cuidado para no perder pie y bajar rondando. Unos franceses, más ágiles en pequeñas escaladas, nos adelantan.


Las manos, el bastón y el zurrón de Felipe

Lana Mayor es la mayor pradera alpina de España. Atravesarla nos llevará un par de horas finales. El avance se hace lento, pues empieza a llover fuerte. No tenemos un lugar donde guarecernos. El paraguas, una capelina y unas rocas nos ayudan a aguantar un rato. Pero ahora graniza, jarrea agua y vuelve a granizar. La tormenta es sobrecogedora aquí: la luz de los rayos, el agua cayendo y el sonido de la tormenta que retumba en las paredes de la sierra de Partacua.


Zurrón de pastor trashumante en un prado con flores de nieve

Mojados hasta los huesos nos acercamos ya sin temer a la lluvia hacia Tramacastilla. Sale el sol y el arco iris. Y perdemos altura hacia el pueblo donde nos esperan unas sabrosas migas para cenar.