Algunas lecturas dichosas (II)


Por
Don Quiterio

Nuestros escritores, volcados en la defensa del libro, son siempre novelistas. El resto de los géneros literarios queda relegado a un muy segundo término.

Y, a estas alturas, el libro mismo, materilizado en papel, resulta problemático, aunque podamos seguir llamándolo libro. Escribía Rodó, uno de los pioneros del modernismo y un ideólogo del idealismo espiritualista, que “la obra del escritor, como toda obra del hombre, está vinculada al medio social en el que se produce por una relación que no se desconoce y rechaza impunemente. La misteriosa voluntad que nos señala tierra donde nacer y tiempo en que vivir, nos impone con ello una solidaridad y colaboración necesarias con las cosas que tenemos a nuestro alrededor”.


Lo que se nos propone ahora no es sino la resignación hasta alcanzar los límites de un ayer que añoramos. Ha desaparecido cualquier signo de progresismo (entendido como decimonónico) y nos enfrentamos a un enorme interrogante. Las ideologías dominantes se entrecruzan. Cualquier nacionalismo es mera arqueología y la proliferación de la novela histórica, la más aceptada por el gran público, viene a demostrar que una buena parte de nuestros creadores miran hacia el pasado sin excesivas esperanzas de futuro, antes que al presente y así lo prefiere el gran público. La realidad cotidiana se ha tornado agobiante y este retorno al pasado implica desconfianza. Así, difícilmente saldremos de una angustia que Azorín diagnosticó como “noluntad”. Contra la “noluntad”, pues, se requiere no tanto insistir en reformar o recortar lo que considerábamos esencial, como en ofrecer alternativas positivas. Necesitamos de un buen psiquiatra, además del cirujano que sepa lo que se debe o se puede extirpar.


Con “noluntad” o sin ella, como cada veintitrés de abril, llega el día internacional del libro, que en esta tierra nuestra coincide con la festividad de san Jorge y ha reunido a más de ochenta libreros dispuestos a acercar a los zaragozanos las últimas novedades del mercado, presentes en los puestos instalados en el paseo de la Independencia. En el encuentro han intervenido casi doscientos autores, quienes firmaron ejemplares y compartieron impresiones con los lectores. Los Casanova, Vilas, Bolea, Guinda, Forega, Mena, Morata, Melero, Castro, Castán, Mediano, Santos, Corral, Lalana, Frisa o Berges, por citar a unos cuantos, han ofrecido sus últimas novedades publicadas en esta feria por un día de la industria de las vanidades.


¿Por qué este día de abril? Estamos ante una fecha mítica para la literatura, ya que fue un veintitrés de este mes de 1616 el día en el que fallecieron Cervantes, Shakespeare o Garcilaso. En esta fecha también fallecieron William Wordsworth (en 1850) o Joseph Pla (en 1981). Además, es la fecha de nacimiento y fallecimiento de otros importantes escritores. Abril suena como la lluvia y se viste de primavera. Esa peculiaridad le da apariencia de vitalidad, de enamoramiento repentino. Le hace merecedor de poemas y canciones con el amor a punto de nacer. Parece como si las tristezas o la muerte no fueran con él, manteniéndolas ajenas y distantes. “Comprenderás que puede nevar en primavera / y que en primavera las nieves son más crudas”, escribió Pablo Neruda en 1919, mientras decía adiós a su adolescencia. “Abril vino al mundo y yo me quedé muerto”, escribía en la misma época Juan Ramón Jiménez. Casi un siglo después, los versos de estos dos poetas se encaran con este veintitrés de abril de 2013 y algo de las tristezas que ocultan encuentra el sitio adecuado en el hoy de nuestro pensamiento.


Para no faltar a su cita, ‘El pollo urbano’, siempre fiel a sus lectores, se acerca por esta señalada fecha de vanidades librescas y aragonesistas para hacer el interrogante habitual a sus ilustres visitantes: “A ver, piense y diga: ¿Qué libro ha leído últimamente?”. Iniciamos la dichosa pregunta, toma ya, con el actual director de la academia española de la lengua, que ha recibido el último premio de las letras aragonesas. Siguiendo la estela de Pedro Laín Entralgo, Manuel Alvar o Fernando Lázaro Carreter, este zaragozano de 1939 no es, afirma, “más que el el más humilde de los directores aragoneses de la RAE”.

Y, sin embargo, y aunque en la vida de Blecua Perdices se han cruzado otros grandes de las letras que le enseñaron el camino –Francisco Ynduráin o Ildefonso Manuel Gil-, sabemos, porque los del “pollo” lo sabemos todo, que era muy aficionado, junto con su hermano Alberto, a leer un tebeo muy famoso entre los chicos de su época, ‘El coyote’, serie de casi doscientas novelas que la editoral Clíper le publicó a José Mallorquí entre 1944 y 1953, ese escritor polifacético del que Borau trasladó al cine ‘Brandy’ y que lo mismo redactaba bajo pseudónimo biografías de los grandes prohombres de la historia que le daba al serial radiofónico.

José Manuel Blecua Perdices:

-Acabo de leer un estudio sobre el español que se habla en Aragón. El español que se habla en mi tierra es una lengua exacta y precisa que cumple su función de comunicación y que tiene, como el español de otras zonas dialectales, algunas características que, en nuestro caso, son el acento, el alargamiento de la cantidad vocal al final de las palabras, el horror al esdrújulo y un léxico especial como decir luna al patio, pero sin que ello interfiera en su comprensión por el interlecutor. Pero ahora, perdone usted, le dejo, que tengo que ir al medico y comprar antes unos platanos. Y luego, si me da tiempo, compraré güen vino y güen pan.

Ángel Guinda:

-Esta mañana, en el salón de mi casa, dejé resbalar mis ojos hacia el periódico abierto por la página de cultura. Lo que leí fue como si me lo hubiese sugerido el gato de Alicia. Un poeta laureado de la ciudad recomendaba pasar de todo y leer su última producción, necesaria, decía, “para todo aquel que haya tocado el fondo de sus desengaños y esté ansioso por iniciar la aventura de dar consigo en su cumplida desnudez”. Me incorporé de golpe y un libro cayó al suelo. No lo abrí. Me espera.

Marianico “el corto”:

-Yo recomiendo el nuevo volumen de José Videgaín ‘Curso de aragonés para foranos’. Lean, lean, que esto es la risión. La gorda sería que no gustara el libro, sería una pena, porque vale un valer. Ya lo decía Buñuel, que el cierzo del valle del Ebro nos vuelve locos y tenemos un componente muy absurdo en nuestra forma de ser y de hablar, y a la vez divertido. ¿Cómo puede haber alguien que se comunique sin tener que “ir de propio” a determinado lugar? Pues los hay, ya que pronunciada fuera de Aragón es una expresión totalmente desconocida y provoca gestos de extrañeza e incluso burla. Y vosotros tened cuidao, que sois unos cansos y chafarderos, unos farutes y trapaleros.

Hipólito Gómez de las Roces:

-El aragonés Pedro Laín nos dejó un hermoso libro, ‘La aventura de leer’, escrito hacia 1955. La lectura es la actividad humana más indispensable después de las vegetativas. Octavio Paz hablaba en ‘Las peras del olmo’ que a él le gustaba más releer que no solo leer. El buen lector no es necesariamente el que lee muchos libros sin reincidir en ninguno ni el que imprime a ese trabajo o diversión una velocidad febril. Nadie se muere habiéndolo leído todo. Octavio Paz sostiene que “hay que leer bien y muchas veces unos cuantos libros”. También sostuvo que el hombre es un olmo que, a veces, da peras. Es cierto: así somos. Porque los que dicen que lo leen todo jamás llegarán a comprender lo valioso que tiene aquello de reincidir en la lectura de textos ya conocidos y admirados. Aviso para eruditos, gacetilleros y navegantes.

José Carlos Mainer:

-Soy lector erudito. Un lector ocasional o adicto a los best-sellers no prueba en la estantería de Dostoievski, o Joyce, o Pynchon, y dice: “A ver esto qué tal…”. No es pose, no es clasismo cultural. Es solo un aviso. “Prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor”, escribió Beckett. A lo que yo te digo a la pregunta de qué libro he leído últimamente: “Fornica, fornica más, fornica mejor”. Leo todo, y ahora no encuentro la pura pulsión sentimental, artística, emocional. Al menos, en el panorama literario aragonés. Bueno, tampoco hay que exagerar, que alguno hay. Busca, busca, y no me seas Baroja.

Joaquín Melguizo:

-Acabo de leer el ensayo ‘¿Es necesaria la crítica?’. El crítico, a mi modo de ver, es un espectador privilegiado que ve más cosas que los demás, se supone. Preguntarle a un autor qué piensa de los críticos es como preguntarle a una farola qué opina de los perros. También es cierto que un día comí con un crítico gastronómico y me dio la comida.

Luis del Val:

-De un tiempo a esta parte me debato entre la pérdida posible y el desbordamiento cierto, porque tengo la sensación de que los días son cada vez más cortos y están cada vez más llenos de impresiones a recordar. Todo va muy deprisa, cada vez hay más libros que leer, y obras y películas y cosas por ver, y muchos papeles por escribir, y doy gracias a los dioses por todo ello, pero me doy cuenta de que ya no puedo leer sin un lápiz, y necesito tener siempre a mano un cuaderno para que no se me vaya lo que veo, pienso o leo. ¿Qué me pasa, doctor? (Lo que te pasa, querido, es que has comenzado a experimentar el síndrome de Trigorin, el escritor ese que aparece en ‘La gaviota’, de Chejov, que se sentía obligado a tomar notas de modo compulsivo. Tendrías que cambiar de oficio, majete, y hacerte guardia municipal zaragozano, que parece que estás poniendo multas todo el día, cabrón, y si sigues así acabarás tomando notas para recordar que has de tomar notas).

Eduardo Lolumo:

Acabo de leer una guía del Alto Aragón oriental del experto José Luis Aliaga basada en un manuscrito de 1902 de Benito Coll, una época en la que el refranero era una referencia. Para mi programa meteorológico me van a servir algunos. Otros, evidentemente, no, por machistas y reaccionarios. Os digo: “Si Guara tiene capa y Moncayo capirón, buen año para Castilla y mejor para Aragón”, “Si quiés coger pan, vino y aceite, mayo fresco y abril caliente”, “Enfermedad d’estudiante, cojera de perro y lágrimas de mujer, déjalos correr”, “Si quiés oir consejos, siéntate al fuego con la viejas”, “Hombre, pequeñín, embustero, rabiósu o bailarín”, “Rica, guapa, joven y a mí me la dan, trampan’hay”…

José Miguel Martínez Urtasun:

-Como no podía ser de otra manera, yo siempre estoy leyendo libros relacionados con la gastronomía y la agroalimentación, una literatura en auge en Aragón. Me ha gustado mucho el texto de Ángel González Vera ‘Influencia de los afrodisíacos y el erotismo en la gastronomía’, del que mi señora está encantada. Tampoco está mal ‘Cariñena’, de Antón Castro, sobre las peripecias de un joven objetor de conciencia durante la transición, que llega a la zona para buscar trabajo en la vendimia. De hecho, en la presentación de este último, se sirvió un caldo negro y el mismísimo Castro me deleitó al servirme una copa en un mandoble de mano que en tiempos no había visto. ¡Menudo mareo!

Manuel Martínez Forega:

-Yo soy un lector empedernido de Antonio Gala, ese maravilloso domador de palabras, ese máximo exponente del floripondio literario, capaz de crear un mundo de dobles o triples sentidos que lo convierten en un excelente monologuista a base de incitaciones externas, de preguntas. Sí, ya sé que muchos lo encuentran excesivo en sus arrogancias y poses y que sin la televisión no hubiera vendido tantos libros ni hubiera tenido tantos éxitos en los escenarios. Pero a mí me pone.

Carlos Calvo:

-No quiero ser cruel, pero he leído un libro de un escritor zaragozano, del que no voy a dar su nombre, que me parece una auténtica tomadura de pelo, y encima se las da de gran literato. En la vida hay que ser genial para no hacer el ridículo. Por eso, Ed Wood tiene el título de peor director de cine de la historia, porque sus películas de terror arrancaban carcajadas, cosa que en alguna escena también le ha sucedido al mismísimo Almodóvar. Yo veo en ciertos escritores de aquí mucho sectarismo y mucha ignorancia. El que no es de los suyos es ignorado, no hay apoyo posible. El sectarismo solo adjudica ideologías, etiquetas, clasificaciones. Y los que caen en el autoengaño derivan en algo parecido a lo que le ocurría a don Quijote, a vivir en la esquizofrenia. Creo que los que se engañan a sí mismos lo pasan mal. En el fondo, se sienten unos fracasados porque están en la impostura y, aunque tengan éxito social, reconocido o provinciano, no les sabe bien. En este caso es la agonía de un escritor mediocre y que sabe que lo es. Nos cuesta meternos dentro y reconocer nuestras miserias.

Jesús Membrado:

-Leyendo a Shakespeare, cuando escribe que “un cielo tan cargado no se despeja sin tormenta”, me doy cuenta de que es muy doloroso que los corruptos usen el argumento de las urnas para absolver sus delitos tras revalidarse en mayorías sonrojantes. Y recuerdo aquella definición de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Domingo Buesa:

-Un gafotas medio bobo al que conozco (en realidad, un exalumno del instituto donde daba clases) acaba de robarme un libro. Estoy deseando cruzarme con él para pedirle que me devuelva el libro. Que se prepare. Ladrón, más que ladrón. Pirata. Cleptómano. Socialista.

“Cocinitas” Segarra:

-Me acaban de regalar un libro de refranes aragoneses y en ello estoy. Me parece que el refranero está lleno de tonterías. Así que no espere de mí esa obviedad de que la primavera la sangre altera. Lo que me altera es que haya gente que no vea mi programa. Esto es la pera limonera. El hecho de que la sangre se altere o esté tranquila no constituye una explicación científica sobre el nacimiento de la ira. En rigor, pequeño saltamontes, nada importante puede explicarse a través de una rima, por muy redonda que sea. Tiene injusta mala fama la primavera, como injusto es también todo lo que se dice del llamado mal carácter. La gente con mal carácter suele tener mucho talento, gran valía profesional, un buen gusto prodigioso y una belleza deslumbrante. Y al que me lo discuta le parto la cabeza.

Juan José Vázquez:

-A los partidos políticos y a unos cuantos de sus dirigentes les sucede lo que a Malvaloca, un personaje de los hermanos Álvarez Quintero, tan pecadora como ella misma se reconocía, que, para salvarla de sus malas querencias, hubiera necesitado que “la fundieran de nuevo como funden las campanas”.

Jerónimo Blasco:

-Solo leo cuentos. Me encantan los cuentistas, esos que se dedican a escribir y contar cuentos. Puedo decir que esta tierra nuestra está abonada para ello. Contar un cuento tiene un gran valor socializador, porque es una actividad común, que se hace en grupo, que refuerza los lazos comunitarios entre las personas. Ahora bien, como estoy estreñido, hace días que no leo. Siempre lo hago en el momento sublime de la defecación, sentado en el retrete en esa actitud indolente y seráfica, casi orante.

Nacho Escuín:

-¡Qué te voy a contar! Debido a mi profesión, ¡madre mía la de tontadas que tengo que leer! Y luego explica al interesado que es tonto. De tontos y tonterías está el mundo lleno. Tontos, más que tontos. Y tú el primero, por preguntón. (Lo he debido coger con el día tonto. Me voy con mi tontería a ponerle la alcachofa a otro ilustre paseante. Por ahí veo al de cultura del gobierno de Aragón).

Humberto Vadillo:

-Desde siempre, soy lector de la cultura que regalan los periódicos. Es la cultura verdadera, la fetén, la que hay que consumir si alguien desea ser persona culta. Que nada tiene que ver con la alfalfa de la cultura del crecimiento, la cultura de la prima de riesgo o la cultura de la austeridad. La cultura oficial es la buena, nada de contracultura y otras lindezas que no deja de ser incultura. Yo, como Vargas Llosa, sufro de un estomagante elitismo.

Genoveva Crespo:

-La lectura de libros es inversamente proporcional con el desarrollo intelectual y cultural de los individuos. Por eso, yo solo leo revistas semanales o mensuales, sobre todo las de cotilleo, con las que me entero, por ejemplo, de que Belén Esteban ha viajado a Estados Unidos para recuperar el ánimo o que el cantante Justin Bieber ha regalado su hámster a una de sus fans. O la periodista María Teresa Campos, esa gran dama de la tele, que acaba de publicar un libro sobre la princesa Letizia, el tercer libro más vendido por detrás de las memorias (verídicas) del papa y de José María Aznar. En el libro, la princesa dice que Felipe no ha tenido suerte con los cuñados. ¿No me voy a tomar yo un colacao con galletas o con lo que me dé la gana? ¡Faltaría más!

Joaquín Casanova:

-Todo está en los libros. Desde el principio. Quién no conoce a un paciente job, a una coqueta desdémona, a un quijote soñador, a un fausto desalmado, a un midas codicioso, a un menesteroso adán, a un brutísimo atila, a un donjuán o una julieta románticos, a un solitario robinsón, a un demóstenes locuaz, a un bruto emboscado, a un tancredo imperturbable… Perversos o bondadosos, geniales o zarramplines, héroes o villanos, todos ellos están los libros porque todos han habitado y habitan entre nosostros. Pero quizás, entre todos, los que peor prensa tengan sean el judas y el caín, no solo por ser unos de los primeros sobre los que hay testimonio escrito, sino porque su especialidad consiste en la traición y en amargar (o hasta quitar) la vida al más cercano. Los judas y los caínes brotan sobre todo en los barbechales del desconcierto, cuando vienen mal dadas, fieles a su condición de peritos en cuentas pendientes y en despachar de postre sorbetes de venganza.

Ángel Gálvez:

En la anterior feria del libro antiguo y viejo me hice con un ejemplar sin tapas. Lo he leído y me parece una obra maestra. El problema es que no sé ni quién es el autor ni el título de la obra. Lo he dejado a expertos literarios y me han confirmado que es una obra mayor, pero que no sabrían decir a qué corriente pertenece. Esto me ha llevado a pensar que si leyéramos sin saber la autoría tendríamos, a lo mejor, otro juicio sin ninguna intoxicación. Es la historia sobre unas aves humanas que un día posaron su mirada más allá de las ramas e imaginaron una nueva vida. A partir de allí llegaron a un punto en el que quisieron controlarlo todo, incluso el destino de los demás.

José Luis Melero:

-Uno es un completo ignorante en asuntos de rameras, furcias o hurgamanderas. Vaya esto por delante por si a mi santa esposa le diera por leer esta contestación a su pregunta. Lo poco que sé sobre ellas, lo sé por los libros. Y eso por la manía de leer todo, no porque sienta predilección por el tema, que tampoco, que uno es muy fiel, muy casto, aunque no le quede más remedio. Yo aconsejo la ‘Guía nocturna de la Zaragoza de 1934’, en la que se anunciaban esos lugares del vicio de la época con textos inolvidables: “Vaya sin falta y dele a su cuerpo lo que no debe negarle”. Lo que nunca habría que negarle es la lectura, aunque sea acerca de putas, travestis o mancebos. Y le dejo que me estoy poniendo cachondo.

Juan Bolea y José Luis Corral (en discusión acalorada):

Bolea: “Bribón, chóquela”. Corral: “Váyase al peo”. Bolea: “Localista, malinformado; lo mejor es que se marche de la asociación de escritores, nadie le va a echar de menos”. Corral: “Si no hay un euro para comprar libros, yo reniego del premio de novela histórica, que cuesta un riñón”. Bolea: “Jajejijojú, no cambia, milord”. Corral: “Eso se lo dice usted a quien yo me sé”. Bolea: “Jajejijojú”. Corral: “Ahora se ríe usted de derecha a izquierda, un bustrófedon”. Bolea: “Nadie se baña dos veces en el mismo río, debería saberlo como dialéctico que es o presume”. Corral: “Eso es dialéctica vulgar que solo contempla la unidad de los contrarios y se olvida de la lucha de los mismos”. Bolea: “O sea, que no cambia”. Corral: “Yo sé quién soy”. Bolea: “Esópico le noto”. Corral: “Me encanta su sentido del humor”. Bolea: “Jajejijojú, mi risa es más anárquica que la suya, me río en hipérbaton, ya ve”. Corral: “No lo crea, alma cándida, dijóle Sancho a don Quijote”. Bolea: “Mire, un burro volando”. Corral: “¿No reconoce a un pariente? Salúdelo”. Bolea: “¡Cochino!”. Corral: “Yo nunca me he duchado, soy un metafísico y hago honor a mi apellido”. Bolea: “¡Es usted imposible!”. Corral: “Es posible”. Bolea: “Más le valdría leer a Mo Yan, el nuevo nobel de literatura”. Corral: “¿Mo qué?”. Bolea: “¡Mo Yan! ¿Acaso no ha leído ‘Sorgo rojo’?”. Corral: “Me suena, sí”. Bolea: “Sí, hombre, ‘Sorgo rojo’, la peli de Zhang Yimou y la actriz Gong Li”. Corral: “Claro, la de la china guapa”. Bolea: “Es de Singapur”. Corral: “Bueno, pero de rasgos chinos”. Bolea: “No tiene usted ni puta idea”. Corral: “Mo Yan, Mo Yan… ¿El escritor chino? ¡No me diga que le han dado el nobel!”. Bolea: “Lo suyo es puro darwinismo social”. Corral: “Suscribo lo dicho y añado que su novela entronca con el teatro del absurdo”. Bolea: “Y con el modernismo”. Corral: “Añadiría, abundando en el darwinismo, que la obra de este escritor bebe directamente de la novela de Hao Haidong, cuya figura literaria no ha adquirido la notoriedad del premiado con el nobel”. Bolea: “Es cierto, y me alegro de que haya salido el nombre de Hao Haidong, figura crucial y olvidada para entender el descarnado realismo social de la nueva hornada de escritores chinos”. Corral: “Pero, bueno, ya vale de tanto chino y tanta hostia”. Bolea: “¿Si Nietzche levantara o levantase la cabeza?”. Corral: “En vez de cagarse en lo más barrido, va y asume”. Bolea: “¿Nunca ha escrito usted un poema?”. Corral: “Yo soy un poeta, mire mi faz”. Bolea: “Bonitos ojos”. Corral: “Eso es una metonimia”. Bolea: “No se equivoque, un esperpento”. Corral: “No soy un esperpento, aunque lo parezca”. Bolea: “El esperpento valleinclanesco es puro arte surrealista”. Corral: “Y escritura automática”. Bolea: “Una deformación secular”. Corral: “Una tragedia compleja”. Bolea: “Una lucha de talentos”. Corral: “Usted tiene de talento lo que yo tengo de botánico”. Bolea: “¡Atontao!”. Corral: “¡Mameluco!”. Bolea: “¡Mequetrefe!”. Corral: “Váyase a freír espárragos!”. Bolea: “Con dos huevos duros, por favor”.

Fernando Rivarés:

-Leí el otro día la columna de José Luis Trasobares acerca de la entrevista que le realizó Pepito Quílez, director del ente autonómico, a Luisa Fernanda Rudi. Le doy toda la razón. Tendrá mucho mérito dialogar en público con una persona de la que, a la postre, depende tu puesto de trabajo. Yo, la verdad, no sé como me las apañaría. Lo mismo me tiraba a los pies de la señora que me venía el efecto rebote y le aplicaba un tercer grado sin contemplaciones. O me echaba a reír. El caso es que Pepito Quílez dejó a la presidenta encantada de haberse conocido y al respetable soñando con los angelitos. Así va el periodismo. Uno está harto de tanto mojigato y de tanto católico, apostólico y marrano. Sé de lo que hablo. Que los curas, te aseguro, follan. Te lo digo yo, que el otro día me follé a uno…

Antón Castro:

-Durante estas últimas semanas, lentamente, leía los libros de Sampedro por las noches. Yo soy un hombre que durante el día tiene que encarar duros asuntos. Yo soy un hombre que, por imperativo laboral, debe informarse de todos los aconteceres culturales, de la esposa de ese escritor, de sus amantes… Yo necesito a Sampedro como el agua que bebo y el sol que me lame. El hombre habla como teje su tela la araña y Sampedro contribuye a sacarme de la fosa séptica, lingüísticamente considerada, donde vivo. Me recuerda la película de Bertolucci ‘El inconformista’. La literatura que uno quiere hacer o es inconformista o no es nada. Por eso, quizá, recibí el otro día un mensaje en mi móvil con el escueto y desnudo vocablo de “conforme”. Espero que haya quedado conforme con la respuesta a su pregunta, alma de dios.

Carlos Castán:

-Tinc por, tinc por i em sent fotut, i malament, i trist, i emprenyat, i fastiguejac, i rabiós… Tinc por perquè som bons, perquè tenim raó, perquè estimem la vida, els animals i les persones; perquè ens agrada el Sol, els estels i la Tierra i, també, és clar, la nostra terra, la nostra petita i grandiosa terra, amb la seua llengua, la nostra llengua; que potser no és la millor ni la més parlada ni la més prestigiosa, però és la notra, la nostrada llengua catalana, parlada per valencians, balears, catalans, ponentins, rossellonesos i algueresos, i no en volem cap altra, i no n’odiem, però, cap altra, i estimem també les altres llengües, més parladas o no, més prestigiosas o no; i tanmateix però, volem, necessitem, i ens n’orgullim, sobretot, de la nostra…

Gaizka Urresti:

-Etzi iragan izango den urtea ezinesan, orokorrean, oparoa izan denik. Dena den, ez naiz nahastuko guztiok ilusten ditugun itzalak. Nahiago itzalaren beste aldere begiratu eta printzetan erreparatzea. Horien artean argitsuenak Edo! Du izena. Nekeza izan ohi da proiektu bat trenbidera eramatea, are zailagoa sasoi ilunetan. Urteak utzi dizkigun albiste pozgarrienen artean, bada, Edo! Argitaletxearen sorrera aipatu behar da, bi urte pasatxoko ernaldiaren, ahaleginaren, ostean trenbidean baitago, Durangoko geltokian ere geldialdia eginda. Argitaletxe berria, asmo berritzaileekin. Horren froga zintzoa esku artean dudan hau, Gari Garaialderen ‘Zu ikusteko bidean’. Kontakizun grafikoa, horren grafikoa ez den gai bati heltzeko, espetxeetara egiten diren bidata isilak iruditan agertzeko, isiltasun hori kontazeko, lau kontu esan eta otzan itzultzeko kilometro metatuen kontakizuna, alegia.

Raúl Chusé Usón:

-Fa uns diyas tenie o prebilexio de fer a presentazión de o libro de Xuan Bello, pero a mas a mas os poders fauticos lo pribón y se fizo o desembolique en a botiga de libros de ‘Os portadores de sueños’. Yo me pensé –me creigo que soi una mica fato- de ferlo en a ‘Quiteria’, que, como me pienso, se sabe que ye una parabra en desuso que sinnifica lamins en bable.

Esto es muy raro. Acabo de empezar a preguntar y no sé qué pasa pero algo pasa. Unos te responden tonterías, otros te contestan en fabla. O en vasco. O en catalán. O en gallego. No, en gallego… no, que Antón Castro, es verdad, ha respondido en castellano. No entiendo nada, en cualquier caso. Decido dar por finalizadas las preguntas. Yo no sé si Raúl Chusé Usón es de la opinión de que si se hubieran escrito en aragonés tantos libros como se han escrito en francés o en cualquier otro lugar, también el aragonés sería una lengua rica y perfecta como ellas, y si esto no es así, son los mismos aragoneses los que tienen la culpa. Los hablantes sí que son importantes porque son los primeros en dar nombres a las cosas, pero es el escritor el que tiende entre ellos un puente de letras para que hagan suyas las ideas que va cincelando con el buril del intelecto y la intuición. “A veces pienso”, dice otro Chusé (Inazio Nabarro), “que la lengua que hablo tal vez no tenga alfabeto, que su gramática es una casa derruida, que sus conjugaciones ya apenas se conjugan. Viejas hoces que se oxidan un año tras otro en el desván de una casa que ya hace tiempo es una casa caída”.

Sea como fuere, les diría a los dos “chusés” que en Zaragoza y otras zonas de Aragón se le dice –o se decía- ‘quiterías’ o ‘recortaizos’ (siempre en plural) a los sobrantes que los zucreros o turroneros quitaban a los guirlaches al dejarlos igualados y se los daban a los críos. Aquí la palabra más usual para las chuches de chuchería –y esta de chocho- es ‘lamines’ o ‘dulzainas’. Si se refiere a la tienda de lamines de la calle Mayor (chufas ‘Quiteria Martín’), a la que la gran parte de los zaragozanos cambiamos el acento a Quitería, es el nombre propio de la fundadora de la fábrica. Lo que sí que no sé es si jugaron con la palabra y su significado. Con o sin acento. Con o sin mayúscula. O tal vez es otra Quitería.

“Cuando l’aragonés canta, es que rabia u no tiene blanca”. Un saludo y espresiones.