Por Fernando Gracia Guía
Una atronadora ovación sonó en un teatro lleno. El público agradecía así el buen momento teatral del que había disfrutado.
Un texto interesante, más una reflexión sobre el arte que un relato biográfico sobre el pintor Mark Thotko, que el autor John Logan lleva un tiempo paseando por los teatros mundiales de paso que recoge abundantes premios.
En escena dos personajes solamente. El pintor y un joven aspirante a serlo que trabaja para él como chico para todo, de paso que intenta impregnarse del arte del consagrado, al que admira pero al que acaba poniéndole los puntos sobre las íes.
En algunos momentos el espectador cree que está viendo una suerte de comedia oscura sobre el mundo del arte, un poco a la manera de la obra de Yasmina Reza ARTE, aunque finalmente no es así, porque el autor hace más hincapié en las contradicciones de la pasión por la pintura que el judío letón manifiesta.
Un personaje el de Rothko con muchas capas que necesita un actor de verdad capaz de meterse en su piel. Y ahí está Juan Echanove en la cumbre de su ya exitosa carrera despachando una de las mejores interpretaciones que en nuestro primer coliseo se han visto en estos últimos tiempos.
Dividida la función en cinco cuadros, salpicada ésta de frases brillantes y de alguna que otra sentencia rotunda en boca del pintor, contiene momentos muy conseguidos como la pintura de fondo de un lienzo a dos manos mientras suena una pieza musical en el tocadiscos.
La obra no alarga sin necesidad su duración, está medida en todo momento y devuelve al espectador el gusto por el buen teatro de texto e ideas, o sea el teatro de siempre. La estructura de la leve trama evita la división maniquea de los personajes, utilizando muy bien la figura del joven para contrarrestar las evidentes contradicciones que el energético protagonista manifiesta.
La aparición en el texto de nombres de famosos pintores, unos más que otros naturalmente, sirve para darle un leve toque de comedia a los diálogos que se agradece.
La réplica a Echanove se la da Ricardo Gómez, otrora un jovencito en la serie “Cuéntame” en la que coincidió con el veterano actor. No me puedo extender más sobre el asunto ya que nunca transité por ella. El muchacho cumple aceptablemente, aunque su tono de voz deja a mi modo de ver algo de desear.
Un acierto de la programación que el público ha sabido corresponder con su asistencia masiva.