Chile: Contando los días

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Por Klaus Dillemberger

    No siempre se tiene un terremoto a mano que suministra contenido para mis relatos de emigrante involuntario. Lo normal, como en todas partes, es la vida cotidiana sin altercados.

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Klaus Dillemberger
http://notas-de-un-emigrante.blogspot.com.es/

Corresponsal del Pollo Urbano en Chile

   Hace unos días voy a una peluquería del barrio donde vivo para cortarme el pelo y es de lo más típico: Entro y digo: “Buen día, me quería cortar el pelo”. La peluquera me señala la silla y me pregunta: “¿Cómo lo quiere?” Contesto yo de forma poco original: “más corto” mientras me acomodo en la silla. Ella se dispone a trabajar y no se habló más. Y eso que había tres personas que trabajaban, ni hablaban entre ellos. Un chico, sentado detrás del mostrador con la caja, absorto en su Smartphone, la otra compañera ordenando sus enseres en el otro lado de la sala sin decir ni mú. La que me atiende, cortándome el pelo en silencio. Tampoco había música, ni siquiera una radio llenando el espacio con una voz  humana. Sólo se oía el cisclis de la tijera. Ni un amago de conversación, algo por el estilo:”No le he visto nunca por aquí, ¿nuevo en el barrio?” o, por percatarse de mi acento: “¿Vd. es de España?” Pues no, no preguntaba ni decía nada. Esperar una sonrisa de parte de los presentes ya parece casi un despropósito. Después de unos minutos me pregunta la de la tijera: “¿Está bien así?” y yo, sin apenas mirarme en el espejo le contesto que si, no porque me pareciera bien, sino por las ganas de salir cuanto antes de aquel velatorio angustiante. “¿Cuánto es?” “Cinco mil”. Si me señalara el precio con los dedos para no hablar, no me habría extrañado. Pues no, el chileno en general no es de sonrisa fácil. Es más bien serio y sereno. Siempre que no se trate de futbol o de conducir en hora punta. Ahí sí que se sueltan la melena a grito limpio y bocinazo a discreción.

    Hace poco, en la estación de metro Manquehue en hora punta, una estación ultramoderna, de mucho diseñi, acero, cristal, limpieza absoluta, escaleras mecánicas por doquier que trasladan a una mansedumbre hacía su destino, densidad humana extrema, todos silenciosos, la vista pegado al suelo o en sus smartphones mientras son desplazados por carriles mecanizados- me viene a mente una escena de la monumental película muda de Fritz Lang de 1927, “Metrópolis”, donde se ingresan las masas trabajadoras al submundo de las maquinas productoras para hacer posible la vida de lujo de la clase líder. Un dejavú gracias a un maestro cineasta visionario y una cinta grabada hace 90 años. Y aquí lo tienes, en el Santiago del año 2015, donde vive una pequeña casta de ricos a todo lujo anhelando la mano firme de un dictador y una gran mayoría que sobrevive como buenamente puede con un sueldo de 300 a 500 Euros, colegio y sanidad de pago y un cuarto de café a 5 Euros en el supermercado. Vamos, la verdad es que en esa realidad tampoco andaría yo regalando sonrisas por ahí. O quizás sí- una sonrisa es gratis y te alegra la vida, por muy dura que sea.

    Una amiga alemana que pasaba unas semanas aquí, de edad mayor y con 20 años de vida en México a cuestas, me comenta que lo que le llamaba la atención en Chile es la ausencia de sensualidad en la calle. Y sí, es cierto. Aquí, cada uno a lo suyo, raro que alguien te devuelve la mirada. Se echa de menos la chispa de la vida cotidiana en España, aquí la gente es de una mentalidad más bien reservada o, como dicen ellos, de un humor muy sutil. Demasiado sutil, diría yo como forastero.

   Y mientras  se llenan los supermercados con artículos de navidad,  los expatriados observamos cómo evolucionan las cosas en España, contamos los días, el regalo no nos lo esperamos de los Reyes, sino de las elecciones unos días antes. ¡Que haya cambio! ¡Que haya perspectiva! ¡Que haya nuevas ideas y nuevos planteamientos! Mientras miles de técnicos cualificados de Abengoa ahora van surfeando por los portales de trabajo de internet para hacer las maletas y a embarcarse a generar plusvalía en otros lares, en el extranjero estamos decenas de miles al loro si hay posibilidades de volver a casa. Y mientras en Paris se celebra la cumbre del clima donde Rajoy cantará a los cuatro vientos que España apoya a las energías renovables sin que nadie le va a creer una sola palabra, en Sevilla echa las persianas una de las empresas más competentes del mundo en tecnologías energéticas con perspectivas de futuro. ¡Hay que joderse!

   ¡Feliz navidad!

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