Bora Bora…Paraiso o aglomeración

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Por Marta Notivol

   Disponíamos de 5 días de vacaciones y el deseo de visitar una vez más las islas archipiélago del la Sociedad o atolones del de Tuamutu. Finalmente como Bora Bora ofrece muchas más posibilidades de vuelos, tanto en horarios como en precios nos decidimos por visitarla.

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Marta Notivol

Corresponsal del Pollo Urbano en la Polinesia Francesa

    No está dentro de nuestros objetivos debido al exceso de turismo, no en vano es un destino mundialmente conocido y deseado.  Lo que para muchos supone el viaje de su vida, o el viaje de novios por excelencia, para nosotros es una hora de avión de hélices y una isla con la belleza de muchas otras del archipiélago, e incluso un destino menos deseado.  Los precios en la isla son más altos que en el resto y sus habitantes acostumbrados al turismo no son ni tan acogedores ni tan “polinesios”.

   Tampoco para el buceo de botella, no es un destino único. Por supuesto se bucea, pero a precios elevados y con un fondo marino poco excepcional, y sobre todo con pocas especies de gran tamaño.

   Aún y con todo, nos vamos. Porque no, algo descubriremos, aunque solo sea la experiencia de saber que no merecía la pena.

    Como todas las islas “medias”, o sea medio hundidas es de las más bellas. Al sobre volar con el avión te quedas prendado y aterrizas en una de los islotes o motus del exterior con lo cual nada más llegar ya tienes la maravillosa imagen de Bora Bora típica de las fotografías que has visto anteriormente.

   Tiene una laguna turquesa absolutamente divina, su isla interior,  los arrecifes e islotes externos que rodean la laguna. Estos islotes están totalmente plagados de bungalós palacitos, o sea, con pilones de madera sobre el agua, con vistas al mar y con un cristal en el suelo de la habitación para ver los peces pasar. Tienen una terraza individual, escalera para bajar al agua, y pequeño embarcadero,  algunos incluso piscina individual. Todo un lujo y a unos precios elevados (de 400 a 600 euros la noche).

   Cuando lo veo no `puedo menos que sentir desagrado, no por el lujo, sino por el exceso. Crees invertir en el viaje de tu vida, para estar en un bungaló único, en una playa única y rodeado de nada, para disfrutar de ti mismo, de tu pareja o del descanso y del mar, y te encuentras unos 400 bungalós como el tuyo.

     En nuestra búsqueda por encontrar siempre lo placentero y bueno de todos los lugares, empezamos por encontrar un hostal en la isla, con unos pocos bungalós en un jardín, mirando al mar, con plataforma de madera propia para bañarnos y un ambiente de lo más tranquilo. Estos hostales son siempre sencillos, pero si los que lo regentan tienen sensibilidad y deseo de agradar, finalmente resultan exquisitos, como fue este el caso. Además de la particularidad de estar solos y  en el bungalós más próximo al mar resultó un combinado perfecto.

    Las actividades que decidimos hacer fueron dos. Descartado el buceo por el precio y la falta de capacidad para sorprendernos, nos quedamos con vuelta a la isla en motocicleta y alquiler de barco para ir a pasar el día a la laguna y el buceo de superficie.

     Perfectas. La primera nos permitió encontrar vistas bonitas y ver la vida de la isla. Aunque la vuelta si no paras, apenas llega a 45 minutos, es bueno tomarse el tiempo de entrar por recovecos y descubrir rincones. También pudimos ver el mercado, pero no sabíamos si los productos eran para vender, pues vimos una sandía enorme a 40 euros que nos pareció una broma. Lo cierto es que es más bonita verla desde los islotes externos que recorrerla por dentro. El viento hacía bandear las altas y estrechas palmeras y pudimos observar con cierto temor el trabajo de un talador, limpiador de las mismas. Como trepaba por el tronco de la palmera con unos garfios en las piernas con su machete en mano, fue todo un espectáculo. Su gran habilidad le permitía trabajar a pesar del movimiento de vaivén que le ofrecía la palmera. La caída libre de las ramas y los cocos también nos obligaba a alejarnos. Esta labor es de gran importancia, pues la caída de cocos puede provocar accidentes de gran envergadura.

     El alquiler del pequeño barco por nudos fue un acierto. En primer lugar te sientes libre. Te bañas donde quieres, paras en playas alejadas y absorbes ese color particular del mar con la arena blanca al fondo que se te queda grabado en la retina para siempre. Comimos, nos bañamos, dormitamos y fuimos a un jardín de coral que con solo los tubos de snorkeling podías pasar dos horas o tres contemplando la belleza del mar. 

    Otra tarde fuimos a otro punto de la isla a bucear en superficie y pudimos ver rayas águila con bastante frecuencia. Siempre he admirado la elegancia y belleza de su vuelo.

     Feliz de haber visto Bora Bora desde otro punto de vista, valoro sin embargo que se puede encontrar la misma belleza en otras islas del archipiélago como hemos contado en otros artículos (Moupiti, Raiatea, Taa..) fuera del circulo hiper turístico, en las que se puede disfrutar igualmente de los idilicos paisajes y playas del Pacífico y sintiéndose en parajes singulares del mundo. La Polinesia es grande y variada, no tenemos porque acudir todos a los mismos lugares, pero esto es algo que en cualquier viaje a cualquier parte del mundo nos podemos plantear.

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