Italia: «Hortelano Hesse»


Por: José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
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La señora Regina, una maestra de Hamburgo, ha hecho de Hermann Hesse su vida. Mima su legado en Montagnola, Suiza italiana, custodiando en la torre Camuzzi su biblioteca…

….. sus cuadernos acuarelados, sus sombreros de paja y su casaca india de misionero, sus quevedos intercambiables, sus trebejos para el huerto, su Smith Premier nº 4, su rica correspondencia (la estafeta local, a raíz del Nobel, tuvo que comprar un carretillo capaz); todo lo que, en fin, hizo mítico este lugar para el apasionado Klingsor. Ha organizado itinerarios, que calcan las largas caminatas del maestro por entre los bosques de castaño o las viñas de Merlot, y se prodigan las lecturas poéticas (en el café Boccadoro: sensual, revoloteante Goldmundo), los conciertos inspirados en la mística hessiana, las jornadas de estudio, la presentación de libros como el que ahora aborda las sucesivas Frauen del autor de la Selva Negra. Hasta la tortuga Knulp, que llegó fugitiva un día de lluvia, lleva impresa la memoria del alemán errante. Estos días homenajea la fundación a unos amigos suyos, los escritores e ilustradores Lisa Tetzner y Kurt Kläber que, exiliados del nazismo, tejieron la comunidad artística de casa Pantrovà en Carona. Asomada también al lago de Lugano (y no lejos del monte Verità, en Ascona, comuna ácrata y vegetariana de Jung y Steiner), dio acogida a Brecht, Oppenheim, Silone o el dadaísta Hugo Ball, que en el «paradisíaco» Tesino que compartió con su amigo Hesse, en sus lagos cristalinos y en su sambuco esmeralda, halló una naturaleza maternal, seráfica, de una «soledad faunesca». Este ser desgraciado, por cierto, describe a su compatriota como un «hombre pequeño, de apariencia juvenil, de cara afilada y carácter dolorido», que mira con calma a los ojos y parece como si te conociera de toda la vida. Cuando, mochila, bastón y silla de tijera, se sienta en la hierba a pintar, «apenas se le puede ver: los pájaros pían a su alrededor y las cigarras zumban.» Y le compara con un Egidio de Asís en estado de gracia. La corrupción del mundo (las guerras que expulsaban de Alemania a todos esos románticos que anhelaban una posible Freundschaft universal, siempre más al sur) daba paso a la fuente de la eterna alegría. Mientras el sol, que sigue encendiendo la Collina d’Oro donde yace uno de mis más límpidos espejos de escritura, venía indefectiblemente de la parte de oriente.

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