Por Jesús Sainz
Un estudio reciente ha encontrado que la aparición de la agricultura provocó un cambio de dieta que modificó la forma de morder de los seres humanos. Esta modificación facilitó el camino hacia la pronunciación de nuevos sonidos en el lenguaje oral.
Jesús Sainz Maza
Científico y Coordinador de la Sección
Este descubrimiento confirma una vieja hipótesis del lingüista estadounidense Charles Hockett. En 1985 propuso que los sonidos “f” y “v” solo formaron parte del lenguaje hablado después de la aparición de la agricultura. Según Hocket, algunos sonidos del lenguaje actual aparecieron hace menos de 10 mil años.
El razonamiento de Hockett era que el morder los alimentos más blandos que proporcionaba la agricultura condujeron a cambios en la forma de morder. Esto fue lo que hizo posible la pronunciación de los sonidos labiodentales «f» y «v». Esta hipótesis explica por qué muchas sociedades de cazadores no usan dichos sonidos en sus idiomas. Sin embargo, la idea fue fuertemente criticada y se tomó como una fantasía pasando al olvido.
Treinta y cuatro años más tarde, un equipo de investigadores ha validado la hipótesis de Hockett. Para ello se han basado en datos lingüísticos, históricos, paleo-antropológicos, y simulaciones biomecánicas de producción de sonido. La investigación se ha publicado en la revista Science en marzo del 2019 (http://science.sciencemag.org/content/363/6432/eaav3218). Sus datos sugieren que los sonidos labiodentales, aquellos que requieren la participación del labio inferior y los dientes superiores, surgieron hace unos pocos miles de años simultáneamente al cambio de alimentación que trajo el descubrimiento de la agricultura.
Cuando los seres humanos consumen alimentos blandos, como las gachas, los guisos, el queso y el yogur que surgieron con la agricultura, la mandíbula superior se superpone a la inferior y los dientes frontales superiores sobresalen sobre los inferiores, lo que se cree que hace posible los sonidos labiodentales. Pero cuando los humanos consumen alimentos más duros como la carne cruda, los dientes se desgastan y, con el tiempo, la mordedura se desplaza hasta que las puntas de los dientes superiores e inferiores se juntan al morder. Se supone que esta forma de morder hace más difícil pronunciar sonidos labiodentales.
Para investigar si esto era cierto, los investigadores utilizaron un modelo computacional que simulaba la producción de un sonido labiodental bajo las dos configuraciones de mordida diferentes. Demostraron que la forma de morder al consumir alimentos blandos era un 30 por ciento más eficiente para pronunciar sonidos labiodentales como la “f” y la “v”.
También estudiaron la distribución de los sonidos labiodentales en casi 2.000 idiomas en todo el mundo y el tipo de dieta de sus hablantes. En promedio, las sociedades cazadoras-recolectoras tienen en su vocabulario solo un 27 por ciento de los sonidos labiodentales que utilizan las sociedades agricultoras.
El estudio observa específicamente varias regiones con un largo historial de caza y recolección hasta prácticamente hoy: Groenlandia, el sur de África y Australia. Muchas de dichas sociedades nativas en estas áreas no utilizan sonidos labiodentales, aunque algunas los han incorporado a través del contacto con las sociedades vecinas que practican la agricultura, al mismo tiempo que la alimentación blanda.
Además, el estudio reconstruye la evolución de los sonidos labiodentales mediante el análisis de las familias de lenguas indoeuropeas. La relación y evolución de dichas lenguas sugiere que los sonidos labiodentales surgieron hace entre 3.500 y 6.000 años en diferentes idiomas. Los datos lingüísticos coinciden con las evidencias arqueológicas sobre la forma de morder de dichas sociedades. Por ejemplo, los cráneos humanos de Pakistán muestran evidencias de una forma de morder típica de sonidos labiodentales hace unos 4.300 años. Las evidencias arqueológicas apoyan el uso de sonidos labiodentales hace unos 2.500 años, cuando la molienda industrial de alimentos se generalizó en Europa.
Cierto es que, pese a que los datos son convincentes porque provienen de diferentes tipos de análisis, solo se puede concluir que la alimentación proporcionada por la agricultura da una mayor probabilidad de que una sociedad use los sonidos labiodentales.