Por Antonio Tausiet
La primera parte de este estudio, Conciencia cuántica, se centraba en desgranar las diferentes teorías acerca del posible funcionamiento de la conciencia mediante procesos de física cuántica, como la superposición, el entrelazamiento y el efecto túnel.
Este segundo texto ahonda en el tema de hasta qué punto pueden considerarse científicas esas teorías, dado que es muy frecuente echar mano de la física cuántica y sus extraños conceptos para elaborar corpus dialécticos mucho más cercanos a la religión, y por lo tanto a la creación literaria.
El aspecto de todo esto más alejado de la ciencia experimental es la introducción de la creencia religiosa de una conciencia universal. Esta invención es fruto de la aplicación directa de la experiencia humana a nuestro entorno, en un proceso de antropomorfización de la naturaleza: si yo soy consciente, el resto es como yo. En literatura se le llama prosopopeya, acto de atribuir propiedades humanas a un animal, objeto o fenómeno natural.
Cuando se introduce la poesía en la ciencia, el resultado es fascinante, porque nos complace sentir que intuimos la belleza y la emoción en los procesos físicos y químicos. Así, el supuesto científico Anirban Bandyopadhyay llega a afirmar: “La conciencia no es más que la manifestación de la música”.
Bandyopadhyay se refiere a que, según sus especulaciones, el universo es una sinfonía de vibraciones en distintas gamas de frecuencias electromagnéticas, que cuando coinciden intercambian información. Una resonancia acompasada que sería la conciencia universal, resultado de fusionar el hinduismo con la física cuántica.
Si a todo esto le añadimos conceptos matemáticos como las sucesiones de números primos, la secuencia de Fibonacci o los fractales, llegamos sin remedio a la estructura de los microtúbulos, grupos de proteínas en forma de muelle que pueblan las células como las neuronas. A partir de esa comparación, las supuestas investigaciones de Bandyopadhyay avanzan hacia mundos cada vez más rocambolescos.
Así, su grupo de investigación ha creado un Cristal de Tiempo Poliatómico, que bien podría ser el título de una historieta humorística. Pero van más allá: su invento es, según ellos, “una máquina de movimiento perpetuo”. Acabáramos: las leyes de la termodinámica demuestran que las máquinas de movimiento perpetuo son imposibles. Pero no se rinden.
Según Bandyopadhyay, el cerebro es como un instrumento musical, cuyas frecuencias constituyen la conciencia. Para “demostrarlo”, ha construido un cerebro artificial, que no pueda sufrir las interferencias de los naturales, como el ego o el temor existencial. No sabemos qué conclusiones han extraído de su experimento científico, pero están convencidos de que procurará la paz en la Humanidad, mediante la conexión cuántica vibratoria de todas las especies.
Ampliando la información sobre las delirantes propuestas de Bandyopadhyay, llegamos al curioso concepto de reducción objetiva orquestada, según el cual la conciencia se crea dentro de las neuronas y no por la interacción entre ellas. La reducción objetiva sería el proceso cuántico orquestado por los microtúbulos, según el desacreditado Roger Penrose, al que ya aludimos en la primera parte, y del que Bandyopadhyay habría extraído sus tesis para mezclarlas con el hinduismo.
Todo esto es un ejemplo más de la penosa constatación de que los humanos echamos mano de la magia, como hace miles de años, para explicar fenómenos que no acabamos de comprender. La conciencia humana es, como el resto, un proceso físico, pero su mecanismo concreto aún no ha sido explicado por completo. De ahí que tengamos que recordar, de nuevo, que cuando se camina hacia atrás, se confunde la oscuridad con la iluminación, y sólo se puede avanzar hacia delante para encontrar la luz de la sabiduría. Seamos conscientes.
Enlaces:
https://www.esquire.com/es/ciencia/a62590318/herramienta-ver-conciencia-humana/
https://es.wikipedia.org/wiki/Reducci%C3%B3n_objetiva_orquestada
El blog del autor: https://tausiet.blogspot.com/