El Dolor y los Opioides

141amapola
Por Jesús Sáinz

    Los opiáceos se han utilizado durante miles de años por el ser humano para aliviar su dolor. Los opiáceos son alcaloides presentes en el opio….

…, compuestos que se encuentran en la exudación lechosa y blanca que se obtiene de la cápsula de la amapola o adormidera (cuyo nombre científico, Papaver somniferum, alude a sus propiedades).

    Los principales opiáceos provenientes del opio son la morfina, codeína, y tebaína. El término opiáceo también se ha utilizado tradicionalmente para referirse a los derivados naturales y semisintéticos de la morfina. Este término es con frecuencia usado incorrectamente para referirse a todas las drogas con acción farmacológica similar al opio o a la morfina. El término más preciso es opioide, que se refiere tanto a los opiáceos como a las sustancias derivadas y sintéticas.

    Un opioide es cualquier sustancia química psicoactiva que se asemeja a la morfina, u otros opiáceos, en sus efectos farmacológicos. Los opioides actúan uniéndose a unos receptores que se encuentran principalmente en el sistema nervioso central y periférico y en el tracto gastrointestinal. Los receptores en estos órganos median tanto en los efectos beneficiosos como en los efectos secundarios de los opioides.

     Los opioides son los fármacos conocidos más antiguos del mundo. El uso terapéutico de la adormidera es anterior incluso a los primeros textos históricos. El uso del opio, el látex seco de la adormidera, se remonta a la prehistoria. Se han localizado al menos 17 asentamientos neolíticos con restos que indican el uso de la adormidera. Se sabe que el opio era usado tanto como medicina como para ayudar a la gente a morir sin dolor. Los derivados del opio acompañan al inicio de la industria farmacéutica. En 1805 el farmacólogo alemán Frederick Serturner aisló la morfina del opio. Treinta años más tarde se aisló la codeína del opio. El opio contiene un 12% de morfina, un alcaloide que procesado químicamente produce heroína. La morfina es unas 10 veces más potente en sus efectos que el opio y la heroína al menos 50 veces más potente.

    El efecto analgésico de los opioides es debido a la disminución de la percepción del dolor, disminución de la reacción al dolor, así como el aumento de la tolerancia al dolor. Los efectos secundarios de los opioides incluyen sedación, depresión respiratoria, estreñimiento, y una fuerte sensación de euforia. Los opioides pueden causar supresión de la tos, que puede ser tanto una indicación para la administración de opiáceos o un efecto secundario no deseado. La ingesta de opioides causa dependencia, dando lugar al síndrome de abstinencia cuando se interrumpe abruptamente su consumo. Pese a sus propiedades adictivas, su capacidad de producir una sensación de euforia, motivan a numerosas personas a consumir opioides de forma recreativa.

    El uso de opioides con finalidad clínica es  muy extenso, sólo en EE.UU. los médicos prescriben más de 200 millones de recetas de analgésicos opioides cada año. El problema es su componente adictivo. Mientras ha habido consumo de opio, ha habido adictos al opio, y los opioides no son una excepción. La industria farmacéutica ha intentado buscar soluciones para evitar su uso recreativo, y así disminuir el número de personas con problemas de adicción. En 1995, la Food and Drug Administration de EE.UU. (FDA) aprobó OxyContin, un fármaco con liberación lenta de oxicodona, un opioide semisintético que se ha utilizado como analgésico durante casi un siglo. La idea era que al aumentar la extensión de tiempo de absorción de la medicina los usuarios no lograrían el efecto eufórico. Sin embargo, pronto se descubrió que aplastando las pastillas y esnifando el polvo o inyectando el fármaco se conseguían euforias de magnitud épica. Una década más tarde, el abuso de opiáceos de prescripción y la adicción habían alcanzado proporciones epidémicas. El peligro de su uso incontrolado consiste en que una sobredosis de opioides puede inhibir las neuronas que controlan la respiración hasta causar la muerte. En 2010, más de 16.000 personas en los EE.UU. murieron de una sobredosis de analgésicos opioides. En 2009  dichos medicamentos fueron responsables de la atención en urgencias hospitalarias de 475.000 personas.

     Dado que el uso de analgésicos es necesario para cientos de millones de personas en el mundo, estos van a seguir prescribiéndose. Por tanto, el problema para la industria farmacéutica es lograr opioides que no creen adicción y que no sean tan peligrosos en caso de sobredosis. Para ello se está siguiendo diferentes estrategias. Una de ellas es modular el efecto del fármaco en sus receptores. Otras estrategias buscan modular otros mecanismos moleculares implicados en el dolor como los canales de sodio o los canales de calcio. Por ejemplo, recientemente se han encontrado evidencias de que un compuesto en el veneno de los ciempiés es más eficaz que la morfina para calmar el dolor en los roedores; El veneno actúa sobre canales de sodio conocidos por no tener funcionalidad en personas sin sensibilidad al dolor.

    El cannabis o marihuana también ha ganado un apoyo considerable, y algunos países y estados de EE.UU. han conseguido que sea legal o más accesible como medicamento para la gente que padece dolor. Otra estrategia es utilizar el poder analgésico de los cannabinoides endógenos, es decir producidos naturalmente en el cuerpo de los seres humanos. Científicos de la Universidad de Stony Brook (New York) están trabajando para desarrollar una medicina para potenciar los cannabinoides endógenos, aunque es poco probable que pueda ser tan efectiva como los opioides. Pero aunque fuera menos eficaz, tendría la ventaja de la seguridad. Una sobredosis de cannabinoides o de marihuana, no provoca que el corazón se pare o que la respiración se detenga como sucede con los opioides. El peligro de los opioides es que están matando gente. 

PRecuperandoP 
RECUPERENDO MATERIALES
Por Jesús Saínz Maza

Organismos sintéticos
(Publicado en 2008) 

    J. Craig Venter es un científico fuera de lo común. Dejó el Instituto Nacional de la Salud de los EEUU, descontento con su política académica, para crear un instituto privado y, posteriormente, una empresa que fue la primera en secuenciar el genoma humano. Secuenció su propio genoma que ha sido el primero, no anónimo, hecho público. Ahora, mediante una Fundación y un Instituto sin ánimo de lucro creados por él y que llevan su nombre, acaba de lograr el primer genoma sintético y la metodología para crear genomas artificiales. Además, tiene sentido del humor. Una científica, gran amiga mía, María Antonia Martín-Gallardo o “Toñi” para los amigos, trabajó con él en la época pionera. Solía burlarse de Venter diciéndole que era muy fácil encontrar el gen de la inteligencia, para ello solo había que localizar cuál le faltaba a él. Por lo que me contó, le hacía gracia su descaro.

      La prensa de todo el mundo se ha hecho eco de su nuevo gran hallazgo. La creación de un genoma sintético abre las puertas a la creación de organismos artificiales. El paso siguiente sería reemplazar el genoma de una bacteria por un genoma sintético. Este paso es crucial, y parece ser que bastante difícil aunque no imposible; El verano pasado lo lograron aunque utilizando un genoma no sintético. Hay científicos que creen que lo podrían conseguir en los próximos seis meses. Otros científicos estiman que para el año 2014 se habrá creado un genoma humano sintético. La utilidad de lograr organismos artificiales, bacterias de diseño, sería enorme. Inicialmente se crearía una bacteria que fuera capaz de metabolizar residuos de petróleo para limpiar la contaminación. Otras aplicaciones posibles serían el crear bacterias para eliminar CO2, para generar compuestos químicos o bioquímicos, carburantes, fármacos, etc.

     El impacto económico de dichos logros podría ser de miles de millones de dólares. El impacto social sería enorme e incalculable. Lo sorprendente es que ningún gobierno se haya preocupado de regular dicha actividad, y que haya sido el propio científico junto a un grupo de especialistas en bioética quienes hayan publicado un informe con las normas para una actividad científica ética. Estamos viviendo momentos muy relevantes para la ciencia. El mito de Frankenstein pronto podría ser una realidad… Esperemos que no acabe como en la película.