Por Jesús Sainz
(La desubjetivación que induce el modo
de hacerse figurar con identidades que
se dan solo en Internet, va de par con
el discurso de la ciencia, que en su saber
creciente del organismo biológico nada
puede saber del deseo…
A Carmen Gallano, amiga y autora del texto previo )
Hace unas semanas, leyendo la cita que encabeza este texto, que será breve, pensé en escribir sobre uno de los temas de su denso contenido. El del título. Poco o nada sabe la ciencia del deseo, inagotable en la transformación continua de su objeto. Pero algo sabe de aquello que lo causa. Tiene pluma, y no solo metafórica. Como propone el Darwinismo moderno, nuestra mente, fábrica del deseo, ha evolucionado no solo como una máquina para la supervivencia sino como una máquina para el cortejo. Todos y cada uno de nuestros ancestros directos se las arreglaron no solo para sobrevivir sino además para conseguir una pareja sexual. Darwin mismo, dándose cuenta de la importancia de la atracción sexual, describió la evolución no solo como un proceso de selección natural para la supervivencia, sino también como un proceso de “selección sexual a través de la elección de la pareja” (sus palabras). Hasta hace pocos años, los biólogos han ignorado o rechazado esta otra gran teoría de Darwin sobre la evolución, la selección sexual que favorece aquellos rasgos que son atractivos y provocan el deseo. La selección de lo sexy.
Pero lo anterior no aclara la razón por la que la pluma genera atracción. El dispendio energético en la pluma, el adorno, ¿el objeto del deseo?, no es sino un mensaje que el castizo describiría como… “si es que vamos sobraos”. El gasto innecesario muestra poderío, exceso de recursos. La calidad genética de la pareja sexual, que proporciona la mitad de los genes de la descendencia, se ve reflejada en la pluma que, por ello, sirve de guía para una buena selección sexual. La selección mediante la elección de la pareja no puede favorecer aquello que no se percibe fácilmente. La forma de los ventrículos del corazón no es visible a no ser que se haga una vivisección. Lo cual no es práctico para la elección de pareja sexual. La pluma, el adorno, el exceso externo, el ir “sobrao”, es el determinante adecuado para la selección sexual y por tanto para generar la atracción. La capacidad para el adorno inútil es muy escasa si hay enfermedad, hambre, heridas de cualquier tipo, o una carga genética deficiente para la supervivencia, por tanto es un buen indicador.
La selección sexual explica la ornamentación, pero no explica porqué ésta es origen del deseo. Parece claro que el mensaje que transmite es que el “adornado” ofrece un paquete bueno de genes y por tanto una garantía mayor de supervivencia para los descendientes. Pero ¿lo que nos guía es la supervivencia de nuestros genes? Dawkins pensó que así es. Los genes son egoístas y deciden por nosotros. Pero eso ya es tema de otro texto.
RECUPERANDO MATERIALES
Darwin y la selección sexual (2009)
El naturalista británico, pese a trabajar en solitario, fuera del ámbito académico y en un ambiente no solamente poco receptivo sino hostil, fue capaz de convencer a la sociedad de su tiempo de que todas las especies vitales evolucionan. Pero su teoría más influyente en la actualidad, la de la selección sexual, no solo no fue aceptada en su tiempo, sino que fue atacada, ridiculizada, demonizada y finalmente ignorada.
La gran influencia y desarrollo actual de la teoría de la selección sexual es un ejemplo más de cómo la ciencia acaba imponiéndose a la circunstancias históricas y la hostilidad ideológica.