Por Don Quiterio
Y el rumor se hizo pedrada. Lo que desde las pasadas semanas corría de boca en oreja como corren las cosas que corren (malos toreros y ladrones) se hizo, al final, realidad. Dura realidad. “Borradores”, por cuyo plató ha pasado parte de la excelencia cultural de nuestros días, cambia de formato. Y no solo de director, que ya es grave por ingrato, sino de sentido.
A partir de ahora me declaro apóstata de Aragón Televisión. Pero apóstata del todo. Opto, pues, por olvidarme, salvo contadas excepciones, de la cadena del ente público autonómico a la hora de buscar información o entretenimiento. Las pretensiones de borrar de un plumazo a una parte significativa de esta comunidad deviene en una televisión cada vez más alejada de la realidad, de la ciudadanía a la que se dirige. La intelectualidad sometida del atribulado y afligido individuo. La pretensión de una cultura del control sobre el ser humano, representada por la ideología de sus interesados e injustos criterios morales. El mundo dictado y adiós a “Borradores”. Las convenciones establecidas y borrón y cuenta nueva. Las relaciones burocráticas y cal y toneladas de tierra encima, que el dolor es como el yogur: caduca con el tiempo.
La idea, al parecer, es dar un servicio que ya nos dan la Iglesia y sus pastores. Por tanto, ¿para qué tenemos que pagarlo? Y mientras se golpea nuevamente a la cultura, los “recortadores” (que no de reses bravas) se ponen la chaqueta del guardia y están tumbados al solete leyendo el “Marca” tan ricamente, que es realmente lo que les mola. En tiempos de crisis y decadencia, el faro que alumbra el camino acentúa su ritmo adusto y monótono, ansioso y depresivo. Se pretende imprimir una actitud lóbrega y de resignación en la sociedad a la que se dirige. Ya lo decía Flaubert: “La necedad no es la ignorancia, sino el no pensamiento de las ideas preconcebidas”.
Esto es lo que hay y, a veces, hay que joderse, sí, pero eso no significa arrojar la toalla. Con un sillón y un invitado, Antón Castro proponía una actitud abierta ante la vida, las ideas y el compromiso, desde la creatividad y la actividad. Un sitio por el que han pasado personajes de todo tipo y catadura para entender la cultura contemporánea en Aragón y, por extensión, en todo el mundo. La lista sería interminable. Y el sillón por el que pasaron tantos culos, ay, se queda vacío. Pero no solo eso. Sus análisis para entender qué hace moderno al arte moderno se han convertido estos años en cita obligada para cualquiera con una cierta sensibilidad, para el simple sentido común. Las cosas con sentido dan satisfacciones. Y pedradas.