Algunos apuntes naturalistas sobre el Pirineo del Principado de Andorra


Por Eduardo Viñuales Cobos.

   Andorra, el país de los Pirineos, es un estado situado en la verdadera esencia de las montañas pirenaicas. Con una superficie de 468 km cuadrados, atesora en su seno mil y una maravillas naturales que el gran público desconoce si únicamente se piensa en que este país es el paraíso del esquí, o si sólo se conocía a Andorra La Vella como la capital del comercio y el negocio.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista

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   Adentrarnos en la orografía de estos valles estrechos, con laderas pendientes y altas cimas… nos descubrirá un atractivo mundo de lagos, bosques y prados, ríos y torrentes, senderos, cabañas y bordas, de historia, de calles rurales e iglesias románicas insospechadas… distribuidas por el territorio de sus siete “parroquias”.

 

   El paisaje de siempre nos aguarda aquí, entre Cataluña y el Ariège, en este pequeño estado del sur de Europa que tiene más de 90% del territorio dominado por una desbordante naturaleza.

    En nuestro cuaderno de campo naturalista hemos recogido algunas de estas maravillas vistas y encontradas en viaje y excursión por estas laderas de montañas del Pirineo de Andorra:

  • Jardín botánico:

     El valle del río Sorteny da la bienvenida al visitante con un pequeño jardín botánico que reúne y muestra una gran cantidad de especies típicas de la flora pirenaica, repartidas en una veintena de parcelas donde se representan ambientes naturales tan variados como los prados alpinos, los humedales, los terrenos nitrófilos, los roquedos y canchales o las plantas endémicas. En ellos no faltan lirios, gencianas, azucenas, orejas de oso, groselleros…  e incluso algunas tan raras y en peligro de extinción como el áster del Pirineo o el perejil de los rebecos.

  • Abedul, de blanca corteza:

    Uno de los árboles caducifolios más típicos del Pirineo centro-oriental es el abedul (Betula pubescens), llamado “bedoll” en catalán. Se caracteriza por tener esa corteza lisa y muy blanca de la que se extraen unos taninos útiles para curtir pieles, además de pergaminos que ya se emplearon en la más remota antigüedad por los pueblos celtas. La madera es igualmente pálida, bastante clara y apreciada.

Es un árbol propio de los paisajes de Escandinavia, de la taiga rusa, de tierras frías casi boreales… y, por supuesto, de estos valles glaciares de Andorra.

  • Pequeña genciana nival:

    Una reliquia florística de pretéritos tiempos glaciares es este tipo de genciana, la bella Gentiana nivalis. Como otras plantas alpinas exhibe flores de vistoso color azul vivo, ya que ha sintetizado pigmentos intensos para así protegerse contra la radiación de onda corta o ultravioleta que pega tan fuerte en zonas de alta montaña. Florece en verano en prados que ha estado nevados hasta bien entrada la primavera.

Por cierto, las semillas de las gencianas tienen fama de que si no han pasado por un periodo prolongado de hielo -de temperatura bajo cero- no logran germinar.

  • Hembra de urogallo:

    Cerca de un cantadero, una urogallina (Tetrao urogallus) se pasea por el suelo del bosque de pino negro. Su plumaje, de tonos marrones y ocres, luce un críptico barreado que le permite pasar desapercibida en el suelo del bosque cuando incuba los huevos sobre la hojarasca… o cuando descansa al amparo de la penumbra forestal.

  • Pelillos al viento:

     Las praderas del alto Pirineo están llenas de plantas muy resistentes a la sequía, al pastoreo, a la quema o al pisoteo: tréboles, algodoncillos, epilobios, umbelíferas, muchas gramíneas… y estas pelosas flores del viento (Pulsatilla alpina), cuyos frutos son aquenios con apéndices que parecen plumeros que flotan en el ambiente. Todas son hierbas que llevan aquí millones de años y que afortunadamente no hay cortacésped que las siegue cada verano. Poseen potentes raíces y conservan un tipo de suelo profundo.

  • Sendero GRP:

    Las marcas de pintura rojas y amarillas se corresponden con el sendero de Gran Recorrido del País, el GRP. Por aquí remonta todo el valle desde El Serrat y cruza en travesía a través de la collada dels Meners -de los mineros- hacia el valle vecino de Incles, pasando antes por los estanys de Ransol y el refugio Cóms de Jan. Es un periplo de 115 kms en total que rodea todo el País de los Pirineos y que se puede hacer en siete etapas, de refugio en refugio.

  • Amarillas flores de lis del Pirineo:

    Si tuviéramos que elegir una bonita y elegante flor de los Pirineos que creciera en los claros de bosques y prados frescos, muchos acertaríamos a nombrar a la azucena de los Pirineos (Lilium pyrenaicum), una flor de lis amarilla cuya distribución mundial se centra principalmente en el área pirenaica, con pequeñas extensiones a la zona cantábrica y una pequeña parte de Francia. Crece entre los 1.500 y los 2.100 m de altitud. Levanta hasta 90 cm desde el suelo. Florece ya en el mes de mayo, hasta finales de julio.

  • Oruga a determinar:

    ¿A quién pertenece esta colorida oruga de púas peludas que pasa por encima de una siempreviva? Pues resulta que a veces no es fácil dar con la especie. Pero diversos expertos entomólogos consultados llegan a la conclusión de que se trata de una larva de Acronicta euphorbiae, una polilla de color gris de la familia de los noctuidos.

     Pese a su nombre latino, no se alimenta sólo de euforbias o lechetreznas, sino también de sauces, brezos, uvas de gato… y de varias plantas de turberas.

  • La sorpresa del mochuelo boreal:

    Tímido, esquivo y difícil de observar, el mochuelo boreal o “mussol pirinenc” (Aegolius funereus) pasa desapercibido gran parte del año, excepto en época de reproducción, a finales del invierno, cuando el macho canta desde el momento del crepúsculo con el fin de atraer a las hembras en este tipo de bosques tipo taiga, que están situados en Andorra entre los 1.700 y los 2.200 m de altitud. De hecho, su presencia aquí era desconocida hasta el año 1964.

     El reclamo es un repertorio de notas cortas y repetidas que recuerdan más a una abubilla que a un búho. Este ejemplar mira con sus grandes ojos de iris amarillos, con cierta cara de asombro. Pero, la verdad, yo también me he llevado una sorpresa al verlo.

  • Bosques mixtos de montaña:

    Así son los tranquilos bosques del Madriu: un tapiz de oscuros abetos, abedules, pinos silvestres, más arriba viejos pinos negros… pero también con mezcolanza de tilos, fresnos, robles, álamos temblones, arces o serbales… y con sotobosque de rododendro, frambuesa, lantana, brecina, gayuba, boj, avellano, mostajo o grosellero.

     Entre medias quedan canchales de piedra con escarpes de roca donde a veces es posible observar a algún ejemplar de muflón (Ovis orientalis).

  • Caminos empedrados:

    Si por encima de Escaldes, desde el aparcamiento de la carretera que une Engolaters con La Comella tomamos el viejo “Camí de la Muntanya” del valle de Madriu, observaremos que su firme está empedrado sabiamente con grandes y medianos guijarros de granito en los tramos más pendientes. También veremos que se halla bien delimitado con los tradicionales muros de piedra seca junto a fincas y prados con bordas.

     Se pasa por el Pont de Sassanat, poco después junto al puente de Entremesaigües –en el desvío del lateral valle de Perafita- y algo más arriba se alcanza el conjunto de las bordas de Ràmio, a 1 h de caminata. Todo forma parte de la esencia del patrimonio cultural que se ha querido destacar y salvaguardar desde la Unesco.

  • Aguas calientes:

    En Escaldes, junto a la desembocadura del tumultuoso río Madriu en el Valira Oriental, se halla la fuente termal del Roc del Metge que mana a una temperatura de entre 68 y 71 ºC. Antiguamente fue usada por los artesanos que lavaban la lana y que una vez limpia la comercializaban para uso textil.

  • Sant Miquel de Engolaters:

    El románico es el estilo artístico que mejor armoniza con estos entornos naturales de montaña. Puro y sencillo. Aquí vemos la esbelta torre lombarda de la iglesia de Sant Miquel d’Engolaters –del siglo XII-, erigida con fines defensivos, y que es otra joya patrimonial que se construyó simplemente usando los materiales que ofrece la naturaleza del país: granito, piedra pómez y pizarra.

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