Pollerías (octubre)


Por Martín Ballonga

    ¡Pollo a Pollo aumenta el número de seguidores de esta sección! Aquí conviven  píldoras, runrunes y comentarios que nos llevan por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros inteligentes lectores.


  Nos parecen de una gran impostura los artículos patafísicos de pueblos medio abandonados que ha ido publicando en ‘El País’ el soberbio Sergio del Molino, toda una artimaña de autopropaganda. En uno de ellos, hasta seis veces  -¡seis!- nombró el término de “España vacía”. Menos mal que nos queda Portugal, y, al menos, se acordó del inteligente escritor Carlos Grassa Toro y su Chodes de sus desvelos. En fin, que desde aquí aconsejamos a Del Molino la preparación de otro libro, seco y zumbón, sobre la sequía que resucita varios pueblos bajo los embalses. De los capiteles románicos que no estaban catalogados le recomendamos la sapiencia en el tema de Domingo Buesa. De nada.

  Entretanto, Sergio del Molino nos ofrece la novedad de ‘La mirada de los peces’, una novela más biográfica que patafísica, más zumbona que seca, centrada en la figura de Antonio Aramayona, profesor de filosofía del propio Del Molino durante su adolescencia zaragozana y que tenía sesenta y ocho años cuando decidió poner fin a su vida, en 2016. No nos ha convencido nada la obra, porque el madrileño formado en la Inmortal sucumbe al hechizo de su protagonista sin saber sustraerse de ella en un discurso literario de mayor calado. Que no son gigantes, amo, que son molinos…

 

  Nos comenta Ignacio Fortún (Nacho para los amigos) que en su exposición retrospectiva de la Lonja va a colocar de tapadillo un óleo de Eduardo Laborda y otro de Iris Lázaro para ver si así alcanza los cien mil visitantes. ¡Suerte!

  Lo de la pintura en esta tierra nuestra es de órdago. Ya los críticos de la época ningunearon a Goya cuando vivía en Zaragoza y resaltaban las cualidades de algunos de sus coetáneos de los que hoy no se acuerda ni dios. Ahora también hay pintores que trabajan con ambición y son a la fuerza secretos. Lo saben los artistas plásticos profesionales del zascandileo de las instituciones que han ocupado durante años un espacio en exclusiva zancadilleando a todos los artistas que no son de su cuerda: los despachos oficiales están a rebosar de sus naderías, han colocado a sus hijos y cuando puedan a los nietos en situaciones de ventaja, en los cogollitos. Otros eran terribles, iban a comerse el mundo, les daban becas, ayudas y han acabado de profesores “interinos”, apoyando el cogollito a ver si les cae algo, alguna pedrea, y dando lecciones encima. No es de extrañar que Miguel Sánchez-Ostiz ilustre la cubierta de su dietario ‘Rumbo a no sé dónde’ con la pintura del artista de Fuendetodos ‘Vuelo de brujas’. Atención a ese asno que parece cualquier crítico de las artes y las letras de la Inmortal.

 Agustín Martín Soriano, ingeniero químico y apasionado de la historia, ha publicado ‘Historia de Lechago y sus gentes’, que recoge el rico acontecer del municipio turolense. Una pedanía (de Calamocha) que ha estado en casi todos los avatares desde el neolítico. Edita Doce Robres, que abre con este libro una colección sobre pueblos de Aragón. Una buena iniciativa.

  Otro lechaguino, el ínclito Luis Alegre (que además de matador de vacas es gacetillero deportivo), afirma que ha cenado más de dos mil veces en Casa Emilio y que ha visto ‘Viridiana’ y ‘El apartamento’ otras tantas o más. Pero nosotros sabemos que su debilidad –tiene varias- es el conservador y retrógado Paco Martínez Soria, y siempre que puede se pone en deuvedé ‘La ciudad no es para mí’ y ‘El turismo es un gran invento’. A nosotros, en cambio, nos gustan más ‘Don erre que erre’ y, sobre todo, ‘¡Se armó el belén!’. Será que nos va la marcha. ¡Nadie es perfecto!

  Precisamente, el mismo día de la presentación del libro ‘Historia de Lechago y sus gentes’, en la biblioteca de Aragón, el ‘otro’ Luis Alegre presentó, en la librería Cálamo, su obra publicada por la editorial Arpa ‘Elogio de la homosexualidad’. Al evento no pudo acudir Fernando Rivaflex, porque le invitaron a ver la película de François Ozon ‘El amante doble’, en la que el desdoblamiento de la personalidad y las tensiones íntimas, fundamentalmente perversas, desempeñan una doble función con freudianas reflexiones sobre el sexo. El bien y el mal tienen la misma sonrisa, los mismos gestos y producen la misma inquietud.

  Ha muerto el padre putativo de Woody Allen, el gran Jerry Lewis, el del humor que rompía esquemas, alternativo al anodino y reaccionario Bob Hope (otro al que admira Luis Alegre, aunque no sabemos si el de Lechago o el de Podemos, o los dos a la vez). En esta casa somos partidarios del humor, de la ironía, del sarcasmo incluso. Y de la mala leche, el veneno, la profanación. Pero existen límites, claro, aunque en esta vida siempre es preferible reír que llorar. Ya decía otro grande, Groucho Marx, que “no reírse de nada es de tontos y reírse de todo es de estúpidos”.

  La película ‘Análisis de sangre azul’, de la zaragozana Blanca Torres y Gabriel Velázquez, se proyectó en el reciente festival de San Sebastián (ver artículo de nuestro corresponsal, Leandro Martínez), en una sesión que recogía las mejores cintas españolas de este año. El crítico de cine de este ‘Pollo urbano’, el temido don Quiterio, la puso en el momento de su estreno como una pequeña joya del cine español, una propuesta tan arriesgada como subyugante, la aventura de un aristócrata inglés que cae despeñado en los Pirineos y despierta en un sanatorio mental en los años treinta del siglo veinte. Pese a ser premiada en festivales nacionales e internacionales, los de la academia de cineasta aragoneses, en su anual gala de los Simón, la ningunearon, como a la ‘Jota’ de Saura. Son más de calavias y aparicios. O cambiamos el sistema de votaciones o acabamos en un sanatorio mental, como el protagonista de ‘Análisis de sangre azul”.

  La actriz aragonesa Megan Montaner está muy contenta con el gran éxito que ha obtenido su tercera película, ‘Señor, dame paciencia’. A nosotros nos parece un título muy mediocre, pero eso no quita para felicitar a la actriz, que ha sido madre recientemente.

  El periódico ‘El País’ sigue perdiendo credibilidad (todavía más). Tras publicar dos encuestas caseras en pleno verano, que vaticinaban un estancamiento del PSOE después del regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general, una encuesta posterior del CIS decía todo lo contrario, estableciendo que es el líder más valorado. ¡Vaya ridículo! Las fobias conducen a esto.

  Para terminar de arreglar las cosas, Juan Luis Cebrián, presidente del grupo Prisa, dijo en un reciente coloquio: “Si los medios de comunicación pierden el rigor, la democracia caerá en manos populistas”. Para rigor, como decimos, el de ‘El País’, que ha perdido toda su credibilidad en la política nacional. Toda una decepción para los lectores que apostaron por dicho periódico desde el número uno. Si Susana Díaz hubiera ganado las primarias, ‘El País’ estaría “feliz con Iberia”.

  Y con más cara que espalda, ‘El País’ que dirige actualmente Antonio Caño retira los anuncios de contactos. Argumenta el diario que ha dado este paso después de “un profundo debate interno” y de elaborar “numerosas informaciones de denuncia sobre la explotación sexual”. Lo hace justamente cuando este mercado publicitario ha dejado de ser un negocio, pues ha decaído en la prensa escrita hasta ser residual, lo que, por tanto, no supone ningún riesgo comercial. Las putas ya no se anuncian. Hay que echarle jeta. O tetas.

  A Gregorio Morán le han dado puerta en el diario catalán ‘La Vanguardia’. Una de las plumas más afiladas del periodismo actual, al que tal vez le faltaba una prosa más depurada, se ha tenido que marchar por la puerta de atrás. ‘Heraldo de Aragón’ se ha puesto en contacto con él porque lo quieren fichar como redactor para poner un poco de orden en el mamoneo cultural de esta tierra nuestra.

  Reveladoras palabras de Miguel Sánchez-Ostiz en torno a Morán, en su nuevo dietario: “Tristísimo panorama de un país y su mandarinato cultural el que traza Gregorio Morán en ‘El cura y los mandarines’, claro que si eres beneficiario del sistema, o esperas serlo, es lógico que esas páginas te subleven y te apresures a lincharle para hacer méritos. Pero leyéndolo tengo la aguda sensación de haber vivido en babia y haber tratado, ocasionalmente, con pillos, arribistas, mediocres, granujas, necios, y de haber aplaudido con las orejas un estado de cosas más proclive a acallar la crítica, cualquiera que sea esta, que a encenderla; de haber asistido de meritorio a una academia de toreo de salón en el que, encima, he hecho el papel de bulto. Un paisaje siniestro, de una sordidez apabullante”.

  Al padre Melero -que debe ser el del título del libro de Morán-, más conocido como la madre de Calcuta de las pobres… letras, le hacen una entrevista en el dossier especial que la revista ’Leer’ (número 285, septiembre) dedica a la “edad de oro” de las letras aragonesas. La entrevista es como una liturgia vacía. Como una misa. Y en el artículo escrito por Maica Rivera da qué pensar las ausencias y las presencias. Ni son todos los que están, ni están todos los que son. ¿Solo nosotros nos acordamos de Grassa Toro, sin autopropagandas? No nos extraña que vaya a continuación de otro artículo sobre el universo de Lovecraft. ¡De horror! Es como si la revista ‘Fotogramas’ hiciera un dossier sobre el actual cine aragonés y hablaran de lamatas, urrestis, casanovas y calavias. En fin, consignas y doctrina en lugar de información, y esta, manipulada. ¡De horror! La feria de la cultureta limosnera.

  Al propio Sánchez-Ostiz se le han pasado las ganas del venid y vamos todos con flores a María. Esto escribe: “Un editor de Zaragoza, poeta dice, profesor también, pero capón desvergonzado, me iba a editar el cuaderno de viaje del año 2011 ‘Bolivia, cielos e infiernos’, pero se rajó después de tenerme en vilo unos cuantos meses, sin tener los arrestos de decirme nada ni la cortesía de contestar a mis mensajes. Hasta hoy”. Una auténtica pena que sus investigaciones sobre Ciro Bayo y otros personajes se encuentren en el cajón de los ninguneados. Ya lo decía el gran Max Aub: “Nada duele tanto como la esperanza, cuando la esperanza pende de un hilo”.

 Hablando de marginados de la literatura, tiene guasa que quienes tienen en sus manos la llave de la existencia o inexistencia de un autor hablen con desparpajo de olvidos, como si el asunto no fuera con ellos. Son los mandarines, como José Carlos Mainer, y ellos administran el territorio, la ciudad prohibida de las letras, una sociedad de alabanzas mutuas en la que no es fácil entrar, pero sí salir. Si no eres del agrado de los bonzos que manejan la sensibilidad y el relato dominante, y hacen correr las consignas que van con ellos, no existes y tus trabajos resultan risibles. Palabra de Sánchez-Ostiz ante el silencio de Mainer –y de sus amiguetes del hampa académica- respecto a sus trabajos sobre Baroja. El silencio, en efecto, también es una forma de dominación.

  Herederos o renovadores, los detectives de hoy fuman porros, inyectan mayor ritmo a sus obras y amplían temáticas con el terrorismo, la inmigración y las amenazas globales. Y sus autores, veteranos y jóvenes, están encontrando un camino fértil en las traducciones internacionales y el cine. La novela negra, hoy, es de ida y vuelta. Que se lo digan a Juan Bolea, que se dio este verano un garbeo por Panamá. Como el sastre de John le Carré, pero en cutre. O sea, con chaqueta a cuadros.

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