Necrológica: A la memoria, infinita, de Alberto Genzor

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Por José Luis Cortés

     Me piden mis amigos de ‘El pollo urbano’ una reseña sobre Alberto Genzor, que falleció el pasado viernes veintitrés de mayo, y me parece oportuno decir lo que escuché en la ceremonia fúnebre que tuvo lugar al día siguiente, en Torrero, ante una emocionada y abigarrada presencia de amistades y familiares.     Una chica -a la que no conozco-, tras haber oído las certeras palabras del hermano de Alberto y haber estado repasando unas fotos bellísimas en las que salía Genzor –solo o acompañado-, dijo, con fuerza e intensidad, algo tan obvio como que todos moriremos, no sabemos cuándo y cómo, pero de lo que estaba segura era de que merecía la pena vivir como había vivido Alberto. En la parte que me corresponde, porque así lo siento, solo puedo corroborarlo.

     Podría contar su pasión por la música. Podría contar su profundo conocimiento de la música en su recorrido vital, amenizando miles de horas de orejas mañas. Podría contar su capacidad de colaborar desinteresadamente. Podría contar, en esta nota breve, cómo fue mi amistad –breve, demasiado breve- con él. Y así nos lo hacíamos saber cuando Alberto, con una pasmosa naturalidad y entereza, me contó que le quedaban escasos meses de vida. Y a los médicos, decía, les podían dar mucho por el ‘bul’. Y en esta nota breve, demasiado breve, solo quiero resaltar lo que es un lugar común, un cliché, un tópico, para quienes lo conocimos: su sonrisa luminosa, acogedora. Su sonrisa que te hacía sentir bien. Su sonrisa profundamente empática. Su firmeza. Su elegancia.

     Mi barrio, la Magdalena, está triste porque no todos los días viene un tipo con esa clase. Mi barrio, la Magdalena, está triste porque no todos los días un tipo con esa clase te abre un bar para ‘vermutear’ con vinagrillos y buen rock. Mi barrio, la Magdalena, está triste cuando vuelve a escuchar a la banda Tachenko, que le dedicó la canción ‘Cabalga de nuevo’, incluida en el disco ‘El amor y las mayorías’. Y porque paso de necrofilias a las que esta ciudad inmortal está tan dada (ya tenemos muchos santos y beatos), solo quiero decir lo que ya es un grito universal: ¡Viva Genzor!

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