Viajando por los Andes: Salta-Uyuni II.- El Alto y La Paz


Texto: Eugenio Mateo Otto
Fotos: Juan Mateo Piera

 

      Pasaron más de diez horas desde que salimos de Uyuni. Un viaje como este, en autobús, es simplemente demoledor y no merece mas comentarios. Eran las ocho de la mañana cuando llegábamos a EL ALTO.

    Curioso nombre para la segunda ciudad más alta del mundo pero caminar bajo el frío te deja un recado de axfixia para que no se olvide la altura de nuestros pasos. Justamente a cuatro mil metros sobre el mar. Queremos pasar el día y medio previsto entre estos altiplanos y La Paz, que asoma ladera abajo, a 3650m.

    En el trayecto desde Uyuni, cambiamos de autobús en Oruro, una de las principales ciudades de Bolivia, pero la meta de llegar a La Paz no nos permitió visitarla.

    La visión que desde El Alto obtenemos de sus empinadas laderas, abigarradas con edificaciones de básica construcción, es todo un impacto para nuestra concepción occidental de aprovechamiento del paisaje. Las dos ciudades, El Alto y La Paz, suman cerca de cuatro millones de habitantes pero todos los barrios de aluvión o periféricos que escalan laderas imposibles, no están incluidos en el censo por lo que saber el número exacto de moradores entre las dos ciudades es prácticamente imposible. Como nos decía un taxista camino del hotel, -somos muchos los que aquí viven, pero nunca sabremos cuántos del todo-

    Aymaras y Quechuas son las dos razas principales en esta Babel con aire enrarecido. Estas etnias provienen directamente de la cultura incaica y es notable su lucha por mantener vivas sus costumbres ancestrales, a la vez que han sido las victimas principales en los conflictos acaecidos en la zona como el promovido por Sendero Luminoso en Perú, las guerras entre Chile y Bolivia y la represión del gobierno Fujimori en Perú merced al decreto obligatorio de esterilización que prácticamente sólo afectó a mujeres aymaras y quechuas, en torno a 200.000 personas. Hoy día la batalla para proteger sus lenguas y el uso de las mismas en las instituciones continúa; en el caso de Bolivia la lenguas aymara, quechua y guaraní son cooficiales con el castellano desde el 2009 pero persisten reclamaciones del campesinado indígena.Sirva el detalle que la Constitución boliviana no ha sido traducida todavía a ninguna de estas lenguas. El lider del Movimiento al Socialismo y Presidente del pais, Evo Morales, es de la etnia aymara. Sin embargo su gobierno pugna contra los indígenas, base de los votantes que lo llevaron al poder

    El desordenado y aparentemente caótico dédalo de calles de La Paz sumerge a la ciudad en un tráfico infernal donde todo vale.Pero siguiendo la costumbre de los españoles de aplicar el sistema damero en la construcción de sus ciudades coloniales, esto es calles en angulo recto formando manzanas perfectamente rectangulares, el centro histórico se articula en torno a la plaza de Murillo, en la que aparecen el palacio presidencial, la Asamblea Nacional y la catedral, neoclásica, de Nuestra Sra. de la Paz; la plaza de los Héroes, contigua a la iglesia de San Francisco;y la plaza de Lucio Perez ,»La Perez», como se la conoce popularmente con la famosa pasarela que en tiempos unía la ciudad española con la ciudad indígena. En la zona central,los barrios de San Jorge y Sopocachi son el distrito comercial de alto nivel con embajadas, hoteles y tiendas de moda. La ciudad moderna.Pero no hemos venido para ver lo que se ve en todo el mundo, rascacielos, edificios de bancos y grandes avenidas. Queremos ver a la gente en su entorno genuino.

     Alguien nos sugiere una comida típica: el plato paceño. El puesto de comidas está en un mercado; uno de los muchos que confieren a La Paz y El Alto su idiosincracia. Huele bien ese humillo que sale de una marmita al fuego de un bombona de butano. Es una sopa compuesta de maíz tierno, o choclo para los quechuas, patata, habas y queso. No se olvidan de añadir una salsa picante que nos acompañara todo el día: la llajua.

    Los mercados son los lugares más concurridos de la ciudad. Se trata de miles de puestos al aire libre que ocupan calles extra largas y donde todo se vende, alimentos, enseres, menaje, artesanía, formulas curativas, ropa, quincalla, los objetos más inesperados o insólitos. El Mercado Rodriguez, el Mercado de La Paz, el del Alto pero sobre todo el de las Brujas. Ningún sitio mejor para conseguir recetas mágicas para el mal de ojo, incluso la mejor protección a Pachamama, como los fetos de llama que se entierran en los cimientos de las nuevas casas para pedir la advocación de la diosa madre. Para el turista, descubrir el mundo latente del altiplano es signo de replantearse su escala de valores. Nada es lo que parece pero todo es lo que queremos que parezca.

    Buscamos en la mirada resignada de esa anciana la razón de su cultura milenaria, tan cerca del sol como del infierno; tal vez la encontramos en los ojos vivaces de la niña que se sabe rodeada de espíritus mientras come un caramelo y sus padres nos intentan vender una rana disecada para que cruce con nosotros el charco del gran mar cuando el regreso se imponga. Quizá baila en las sonrisas melladas de estas vendedoras que nos muestran sus jerseys tejidos con lana de alpaca.

     La Paz, El Alto, es el techo poblado de América, del mundo. Poco apropiado para enfermos del corazón pero peligroso para los que sufren el puna. Mañana saldremos hacia las aguas del lago más alto del mundo, el Titicaca, para descansar en la Isla del Sol, la antigua Tiahuanaco, precursora de los incas.

Fuente: http://eugeniomateo.blogspot.com/

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