De Bujaraloz a los premios Forqué


Por Don Quiterio

  Dicen que muerta la madre hay muchas cosas que dejan de tener sentido.

     Mamás, en el cine, ha habido muchas. Desde el primer largometraje del ruso Vsierolod Pudovkin (de 1926, y según la novela de Gorki), con esa madre de extracción proletaria que toma conciencia política, hasta el reciente documental de Gustavo Salmerón, ‘Muchos hijos, un mono y un castillo’ (2017). Entre ambos filmes aparecen madres guapas (Félix de Pomés, 1941), complicadas (Vincente Minnelli, 1958), sangrientas (Roger Corman, 1970), transalpinas (Billy Wilder, 1972), sin frenos (Steve Carver, 1973), juguetonas (José María Forqué, 1974), solteras (Antonio del Amo, 1975), furtivas (José Luis Borau, 1975), anarquistas (Rainer Werner Fassbinder, 1975), frívolas (Ingmar Bergman, 1978), centenarias (Carlos Saura, 1979), desvergonzadas (Mario Salieri (1987), muertas (Bajo Ulloa, 1992), gildas (Francisco Regueiro, 1993), bobas (Santiago Lorenzo, 1997), subrayadas (Pedro Almodóvar, 1999), vitalistas (Paco León, 2011 y 2014) o desesperadas (Martin McDonagh, 2017).

  El formato del corto no iba a ser menos y son incontables los referidos a las madres en sus diferentes acepciones. Como el de Rodrigo Sorogoyen, titulado precisamente ‘Madre’ y que ha sido premiado por partida doble en el festival de Bujaraloz (mejor corto nacional de ficción) y en los premios Forqué. Es el festival de cortometrajes de Bujaraloz un clásico en la comunidad aragonesa y en esta su décima edición, que tuvo como hilo conductor la historia del cine español, Antonio Dechent fue el padrino. El actor sevillano recibió el homenaje a toda su trayectoria en la gala de entrega de premios. Estos recayeron también en Lucas Castán por ‘Los hombres de verdad no lloran’ (premio del público), Rosario Pardo por ‘Un billete a nunca jamás’ (interpretación), Alan Carabantes por ‘Darrel’ (corto nacional de animación), Natalia Moreno por ‘Le chat dorée’ (corto aragonés), Víctor Pérez por ‘La carretera de Sástago’ (categoría local) y Agustí Villaronga por el tráiler de ‘Incierta gloria’.

  En el marco del festival se presentó igualmente el libro ‘Monegros, tierra de cine’, un repaso a las decenas de rodajes que han tenido como escenario ese desértico paisaje, escrito por el bujaralocino Darío Villagrasa para el sello Sariñena Editorial que dirige Salvador Trallero, ese pastelero de profesión aficionado a la historia, la fotografía y los viajes por el mundo. ‘Jamón, jamón’ recorrió el espíritu del festival, de cuyo rodaje se cumplieron veinticinco años, con una exposición dedicada al filme de Juan José Bigas Luna. Y por su promoción de la comarca monegrina como un lugar de posibilidades estéticas y de su identidad cultural como escenario para rodar películas se reconoció la labor de Luis Alegre, quien dedicó su premio a su madre Felicitas. Un suponer.

  Y de Bujaraloz a los premios José María Forqué, una suerte de antesala de los Goya, que salieron de Madrid por segunda vez en sus veintitrés años de historia (Sevilla fue la protagonista de la edición anterior) y celebraron su gala en el palacio de congresos de Zaragoza, la ciudad donde nació el cineasta que les da nombre, el autor de ‘No es nada, mamá, solo un juego’ (1975). El acto, que abrió la temporada de galardones cinematográficos en España, fue presentado por el televisivo Boris Izaguirre y la periodista Elena Sánchez, quienes estuvieron ocurrentes y divertidos, familiares y elegantes, con la colaboración del humorista Edu Soto. Una gala amenizada por las actuaciones musicales de Sergio Dalma, Pastora Soler, el grupo canario Efecto Pasillo y varios integrantes del programa de televisión ‘Operación Triunfo’. El premio Egeda, entidad de gestión de derechos de los productores audiovisuales, recayó este año en la figura del cineasta oscense Carlos Saura, quien sacó fotos con su cámara desde el escenario antes de agradecer este reconocimiento a toda su carrera. Improvisó su discurso y estuvo impecable. Sin trampa ni cartón. Enrique Cerezo se encargó de entregarle el galardón, quien aplaudió la buena salud del cine español y recordó que la cultura es un activo estratégico.

  Por la alfombra roja se pasearon algunos de los rostros más populares de la gran pantalla, desde Cayetana Guillén Cuervo, Julio Medem, Aitor Luna y Daniel Sánchez Arévalo hasta Hiba Abouk, Dafne Fernández, Pablo Rivero, Álvaro Cervantes, Verónica Forqué, Goya Toledo o Juana Acosta, Horas antes, en el museo Pablo Serrano de Zaragoza, se reunieron más de veinte productores audiovisuales de España para analizar la realidad del sector y debatir sobre el modelo de financiación. Participaron alrededor de quince asociaciones del sector de Aragón, Navarra, Madrid, Galicia, Euskadi, Cataluña, Valencia, Andalucía, Canarias y Baleares. Una de las propuestas sobre la mesa fue la creación de fondo nacional público de apoyo al sector audiovisual. Que todo sea por el buen cine.

  ‘La librería’, dirigida por Isabel Coixet, y ‘El autor’, de Manuel Martín Cuenca, fueron elegidas ‘ex aequo’ ganadoras del premio Forqué al mejor largometraje de ficción, quedándose con las ganas ‘Abracadabra’, de Pablo Berger; ‘Handia’, dirigido al alimón por Jon Garaño y Aitor Arregi, y ‘Verano 1993’, de Carla Simón. El mejor largometraje documental fue a parar a manos del singular ‘Muchos hijos, un mono y un castillo’, un documental en el terreno de la comedia filmado a lo largo de quince años por el actor y director Gustavo Salmerón, cuyo protagonismo recae en su madre, una mujer octogenaria con costumbres peculiares, como hacer croquetas con la cara de Primo de Rivera o ensayar su propio entierro. Madre e hijo subieron juntos al escenario a recoger la estatuilla, y después se les unió el resto de la familia, aunque la que acaparó el protagonismo fue Julia Salmerón, que, con su gracia y su ‘sobrepeso’, defendió emocionada que “el físico no importa”. No emocionó, esto es, escuchar a esta madre en el escenario, convertida, por un día y a su edad, en una actriz: “Gustavo es hijo mío, pero es un gran artista, y yo, como soy su madre, algo tendré de él. Tengo ochenta y dos años, se me acerca el momento, pero estoy feliz porque termino la vida de actriz”. La gala parecía un homenaje a todas las madres del mundo. Todo encaja. Todo tiene sentido.

  Las que se fueron de vacío, sin embargo, fueron propuestas documentales igualmente interesantes como ‘Alberto García-Alix’, de Nicolás Combarro; ‘Dancing Beethoven’, de Arantxa Aguirre; ‘Sara Baras, todas las voces’, de Rafael Molés y Pepe Andreu, y ‘Saura(s)’, de Félix Viscarret. Como he dicho más arriba, el premio Forqué al mejor cortometraje tuvo como ganador, como en Bujaraloz, a Rodrigo Sorogoyen por ‘Madre’, sin suerte para Laura Ferrés (‘Los desheredados’) y Carlo d’Ursi (‘Tahib’). Por su parte, los actores Andrés Gertrúdix (‘Morir’), David Verdaguer (‘Verano 1993) y Juan Diego (‘No sé decir adiós’) no pudieron con Javier Gutiérrez (‘El autor’), quien ya obtuvo el Forqué en 2015 por ‘La isla mínima’. En cuanto a las actrices, la triunfadora fue Nathalie Poza por ‘No sé decir adiós’, quedando desbancadas Adelfa Calvo (‘El autor’), Anna Castillo (‘La llamada’), Bruna Cusi (‘Verano 1993’), Maribel Verdú (‘Abracadabra’) y Marian Álvarez (‘Morir’), estas dos últimas ganadoras en 2013 y en 2014 por ‘Blancanieves’ y ‘La herida’, respectivamente. El premio a la educación de los valores recayó en ‘Lo que de verdad importa’, de Paco Arango, un filme benéfico cuya recaudación se destinó en parte a ayudar a niños enfermos de cáncer a través de la fundación Aladina. La mejor película latinoamericana fue para ‘Una mujer fantástica’, del chileno Sebastián Lelio, y se quedaron a las puertas ‘La cordillera’, del argentino Santiago Mitre; ‘Mi mundial’, del también argentino Carlos Morelli; ‘Ultimos días en la Habana’, del cubano Fernando Pérez, y ‘Las hijas de Abril’, del mexicano Michel Franco.

  Vi, maldita sea, un exceso de egos en la ceremonia. De todos los colores. En cuanto se hacen famosos, o famosillos por un día, de repente se ven rodeados de gente que no la conocen de nada y les inundan con su amor. Es fácil que eso les confunda. Será que muchos de los que se dedican a la cosa esta del cine no recibieran mucho amor de pequeños. En todo caso, un puñado de elogios hipócritas no mitigarán esas carencias. Comprenderán ustedes que el arriba firmante, un caprichoso que a veces critica de manera desmedida y que usa esta revista pollera como terapia para ahorrarse el siquiatra, se sintiera allí, entre tanta gente del cine (aragonés y nacional) y con tantos méritos, un poco raro, fuera de lugar. Eso sí, era admirable ver a hombres y mujeres engalanados para el evento. Hasta yo mismo. Por ahí andaba también, engalanado -y al que el traje le venía grande-, Luis Alegre, muy contento con su reciente premio en Bujaraloz, que ríase usted, desocupado lector, de estos premios Forqué. Ya saben aquello de “¡Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo!”…

  Al filo de la medianoche, tras la ceremonia, ganadores, perdedores e invitados fueron (fuimos) desfilando hacia el anexo hotel Hiberus. Hasta las tantas, claro. Un poco antes de las tantas, el arriba firmante se ‘perdió’ con una bella actriz, a la que debí hacer chiribitas, y abandonamos –discretamente- las dependencias inferiores para acceder a las superiores, mientras unas jóvenes nos abordaron en la huida: “¿De qué serie sois?”. Casi les digo que de ‘La noche del cazador’, pero me contuve. Ya saben la máxima de Esquilo (de Eleusis): “Ni años permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino”. Aunque, no nos engañemos, el destino que uno hubiera deseado estaba en la figura de la hija del autor de ‘Mamá cumple cien años’, Anna Saura, la más guapa de todas. Pero me fui sin ella. Ni tan siquiera con Eulalia Ramón, su maravillosa madre. ¡Que llamen a Robert Mitchum!

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