Solo se vive una vez: Julio Alvar, etnógrafo


Por Don Quiterio

   El etnólogo y antropólogo zaragozano Julio Alvar, hermano del filólogo Manuel Alvar, fue un hombre de carácter en ocasiones afilado, raro pero amable, señor sapientísimo y mágico cineasta amateur.

    Me lo presentó el estudioso Alberto Sánchez Millán -que lo admiraba mucho- y ha muerto recientemente en París, a la edad de noventa años. Viajó de joven a París y allí se enamoró de Janine, con la que se casó en 1958. Pintor de collages, acuarelas, grabados y dibujos etnográficos, tuvo relación con los aragoneses Antonio Saura y Fermín Aguayo. Con José María Pisa y su editorial Guara publicó en 1983 su ‘Cancionero popular aragonés’, aparte de escribir numerosos libros y en numerosas revistas especializadas, y fue el principal impulsor del museo del azafrán de Monreal del Campo. De prolífica filmografía -más de ciento cincuenta piezas de súper 8, entre las décadas de 1970, 1980 y 1990-, su cine de pequeño formato siempre estuvo al servicio de sus intereses como especialista del estudio del ser humano, sus tradiciones, sus costumbres, sus problemas con el medio. Sus películas se pueden englobar en la de otros cineastas aficionados aragoneses, más o menos coetáneos suyos: Eugenio Monesma, Quino Villa, José Oltra, Ángel Garcés, Eduardo Naval, Ángel Borruey, Miguel Vidal, Santiago Chóliz, Miguel Ferrer, Alfonso Mora Palazón, José Luis Soguero, Luis Pellegero, Pedro Aguaviva, Fernando Manrique, Manuel del Real… Julio Alvar rodó en Aragón, Navarra, Andalucía, Cataluña, Castilla o Extremadura todo tipo de dances, jotas, fiestas, juegos, carnavales, ritos, corridas de toros, iglesias, procesiones, entierros, tamborradas, romerías… Y lo mismo en Latinoamérica (Bolivia, Brasil, México, Paraguay) o en Inglaterra, donde dirigió en 1975 el corto ‘London’.

  Cantante, guitarrista y compositor, el recientemente fallecido Enrique Lozano alcanzó la fama en la década de 1960 como líder de Los Íberos y participó en dos películas: ‘Topical Spanish’, realizada por Ramón Masats en 1970, y ‘Un, dos, tres, al escondite inglés’, dirigida un año antes por Iván Zulueta y producida por el zaragozano José Luis Borau. También ha fallecido el actor Rikar Gil, en accidente de moto a los cuarenta años, quien trabajó en numerosos cortometrajes, series (‘Buscando el norte’, a rebufo del éxito del zaragozano Nacho García Velilla, o ‘Libres’, creada por el también zaragozano Álex Rodrigo) y largometrajes como ‘Caótica Ana’ (2007), hecha por Julio Medem en homenaje a su hermana (los cuadros del filme son los de Ana Medem), también fallecida prematuramente en accidente de circulación cuando llegaba a Cariñena para inaugurar su propia exposición.

  Casi centenaria, ha muerto la actriz de origen mexicano Carlota Bilbao, célebre por haber encarnado a la madre del tierno protagonista de ‘Marcelino, pan y vino’ (Ladislao Vajda, 1955). Trabajó igualmente a las órdenes de Julián Torremocha, Francisco Rovira Beleta, Arturo Ruiz Castillo, Antonio Guzmán Merino, Fernando Soler, Tulio Demicheli o Juan Logar. Fue fotografiada por el zaragozano Emilio Foriscot en dos películas de Luis Lucia: ‘Dos cuentos para dos’ (1947) y ‘Noche de reyes’ (1948). Y acompañó en el reparto al zaragozano Fernando Sancho en ‘La boda del señor cura’ (Rafael Gil, 1979), con música del turolense Antón García Abril.

  Ya octogenaria, ha muerto igualmente la actriz secundaria Montserrat Julió, exiliada en Chile durante su juventud por la guerra civil. De vuelta a España, en 1956, con el franquismo totalmente asentado, se especializó en películas de género -sobre todo policiacos y de terror-, y trabajó con cineastas como Julio Coll, Antonio Isasi-Isasmendi, Miguel Picazo, Mario Camus, Julio Diamante, José Antonio Nieves Conde, Luis Lucia, José Ramón Larraz, Eugenio Anglada, Vicente Aranda o Eugenio Martín. El zaragozano Alfredo Castellón la dirigió, en la década de 1960 y principios de los 70, en varios programas dramáticos de televisión (‘Primera fila’, ‘Cámara 64’, ‘Novela’, ‘Figuras en su rostro’, ‘Estudio 1’). Fue compañera de reparto del turiasonense Paco Martínez Soria en ‘Sendas marcadas’ (Juan Bosch, 1958). En ‘La visita que no tocó el timbre’ (Mario Camus, 1965) filma su rostro el zaragozano Víctor Monreal, quien moriría tres años después, a la edad de veintiocho años, en un accidente automovilístico. El zaragozano Antonio Artero fue el coguionista -junto a José Luis Garci y Antonio Fos- de ‘Una gota de sangre para morir amando (Eloy de la Iglesia, 1973), en la que la Julió interpretó un pequeño papel al lado de Sue Lyon, Chris Mitchum, Jean Sorel o Charly Bravo. Publicó sus memorias, verdaderamente excitantes, en 2003 y aún la vimos en las series de televisión ‘Farmacia de guardia’ o ‘Hermanos de leche’.

  También han fallecido el barcelonés Juanjo Navarro Arisa y el madrileño Luis Gómez Montejano. El primero, periodista y escritor, fue autor de numerosas monografías sobre artistas plásticos, entre las que se encuentra ‘El último Dalí’ (1985), en colaboración con Jordi Busquets y Màrius Carol, donde se da cuenta de la conflictiva relación entre el pintor de Cadaqués y el cineasta turolense Luis Buñuel. Por su parte, Gómez Montejano fue un importante empresario, presidente del Real Madrid durante cuatro meses en 2006 y, de joven, actor extra en algunas películas de su amigo Jorge Negrete, como el primer trabajo de Buñuel en México, ‘Gran casino’ (1947).

  Y otro recuerdo póstumo al prolífico escritor catalán -especialista en cine, cómic y jazz- Javier Coma, del que dejo la palabra a su amigo Sergi Pàmies: “Tenía unos andares de viejo cowboy que ha cabalgado mucho y soporta dolores de espalda y de cadera. Habría podido interpretar a un sheriff crepuscular de western de John Ford o a un desengañado detective de cine policiaco impermeable a los encantos de una viuda negra. Andaba como John Wayne y tenía la malévola sonrisa de un Richard Widmark”. Amigo (de los de verdad) de José Luis Guarner, Roman Gubern, Juan Marsé y Joan de Sagarra, sentía verdadera devoción por John Ford -cuando el autor de ‘Centauros del desierto’ estaba mal visto por la progresía de entonces- y por Billie Holiday, y el libro sobre el jazz en el cine que publicó hace poco el profesor zaragozano Roberto Sánchez le entusiasmó sobremanera.

  Un gran tipo -golfo y seductor, como los buenos-, al que tuve la suerte de tratar, y quien me dedicaba los libros -casi un centenar- que iba publicando. Experto en analizar las relaciones entre el cine y la literatura, Javier Coma sostenía que “una novela se debe juzgar con criterios puramente literarios y el cine por criterios puramente cinematográficos”. Así reconocía que ha habido casos “en que una mala novela ha dado pie a una gran película”, o que “una gran novela ha sido destrozada por el cine”, o también que “una gran novela se ha convertido en una gran película”. ¿Recuerdan las versiones a cargo de Luis Buñuel de los originales de don Benito Pérez Galdós? ¿O la maravillosa adaptación del calandino de la novela de Octave Mirbeau ‘Diario de una camarera’? La sombra de Buñuel es alargada.

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