Desde el diván: ‘La novia’, de Paula Ortíz


Por José María Bardavío

    La Novia duerme. Y sueña con Leonardo, su primer amor. Y revive en el sueño, también, la maravillosa amistad disfrutada con aquel otro chico, el que llevaba gafas. Cuando la Criada entra en el dormitorio, acaricia el rostro dulce y hermoso de su ama para extraerle suavemente el dormir.

    Nacionalidad: España. Año: 2015. Título original: ‘La novia’. Dirección: Paula Ortiz. Guion: Paula Ortiz y Javier García Arredondo. Argumento: la obra teatral ‘Bodas de sangre’, de Federico García Lorca. Fotografía: Miguel Amoedo (color). Música: Shigeru Umebayashi y canciones populares a cargo de Carmen París, Soledad Vélez y Vanesa Martín. Intérpretes: Inma Cuesta, Asier Etxeandia, Álex García, Luisa Gavasa, Leticia Dolera, Ana Fernández, Consuelo Trujillo, María Alfonso Rosso, Manuela Vellés, Carlos Álvarez-Novoa, Marina Cordero, Carmela del Campo, Álvaro Bauman, Anchel Pablo. Duración: 105 minutos.

   Al abrir luego la ventana, la luz que entra a raudales despierta del todo a la Novia que seguía soñando en los días felices de su adolescencia, hoy, el día que va a venir la familia del Novio para fijar la fecha de boda con el chico aquel que llevaba gafas.

    Leonardo quiso casarse con ella pero fue rechazado por el padre, el artesano del vidrio, por a la mala fama de los Félix y sus peleas mortales. Y Leonardo terminó casándose con una prima de la Novia. Tiene ya un niño y están esperando el segundo.

    Poco a poco la Novia se fue liberando de los sentimientos que le ataban a Leonardo. El Novio, el que muy pronto será su marido, al que quiere de verdad, le ha servido para olvidarse de Leonardo y centrarse  en su propia persona. Sí, le quiere, y será su mujer. Y tendrá con él los hijos que quiera. El Novio siempre ha estado loco por ella, y ella se siente feliz prolongando aquellos juegos infantiles en el bosque, y dejándose querer.

   Y sin embargo acaba de tener un sueño en el que aparecía Leonardo en el bosque de antaño. Y le hacía un regalo, un regalo no solo soñado sino cierto, la figurita de cristal que todavía está por casa. Lo cierto es que se ha sentido muy feliz soñando intensamente con Leonardo. Nuestros sueños se forjan en el inaccesible universo del inconsciente, y nadie sabe bien cómo controlarlos o modificarlos.

   El chico de las gafas fue un precioso adorno, porque el único imprescindible fue Leonardo. Pero hoy el que era prescindible se ha convertido en imprescindible, y el que lo era todo para ella se ha convertido solo en sueño.

    Tras un corte vemos el segundo título de crédito de LA NOVIA – Basada en Bodas de sangre de Federico García Lorca- del que ya he hablado en un blog anterior.

    Inmediatamente después vemos súbitamente en pantalla los cascos de un caballo levantando fragmentos de tierra reseca y oímos el estruendo rítmico y tremendo que produce. La cabeza enjaezada entra a continuación en pantalla de derecha a izquierda, causando una potente impresión de vigor,  inmensidad e intencionalidad. El equino termina lanzando un relincho formidable.

    Tras el corte, vemos a la Novia preparándose un baño en la pila de madera incluida en su propio dormitorio. Vemos verter agua caliente de una jofaina, el comprobar con la mano la temperatura idónea, y el camisón cayendo a los antes de introducirse en la bañera.

   El cuerpo relajado de la Novia en la bañera y los restos oníricos alojados en el reciente despertar de la Novia, crean un estado mental de duermevela que permite la distensión  de la censura y, por ello, la aparición de contenidos inconscientes que de otro modo no se manifestarían. Me refiero a la aparición  superpuesta, secuenciada y aturdizante del caballo corriendo desenfrenado que no es sino la expresión alucinada del deseo sexual reprimido, que se manifiesta ahora a través de esos fulgurantes pálpitos semioníricos del deseo:

   En primer lugar, los cascos cayendo rítmicamente sobre la tierra yerma; dos, el caballo en su correr ávido y desmedido hacia el yo fragilizado de la bañista; y, en tercer lugar, el efecto de frotación de la esponja por  diferentes partes del cuerpo adquiriendo (por su simultaneidad con la aparición del caballo), y la canción que la bañista canta, un simbolismo sexual que no debe pasar inadvertido al espectador convencional.

    La frotación del cuerpo con la esponja se convierte en  la alegoría de la aparición del submarino Inconsciente en la superficie del océano Consciente: Se trata en verdad de las agitaciones del deseo mediante curvas sinuosas y ondulantes que surgidas en lo más profundo alcanzan la superficie misma de la piel. Entendemos así, que los cascos del caballo corriendo a un galope rimado, representan el coito. Mientras que el rítmico subir y bajar de los cascos sobre la tierra seca representan la fecundación y la cópula. Y, en consecuencia, el formidable relincho final, representa el grito orgásmico. La emisión del alarido es tan apabullante para mostrar que se trata de una intensidad a dúo, que son los dos,  la tierra (lo femenino yermo) y el caballo los que gritan al unísono. La una por placer, y por el placer de dejar de ser yerma, y el otro por  las ardientes arremetidas que levantan  de la tierra seca, astillas de gozo, estertores y jadeos.

    Sabíamos ya por textos como los de Maruja Vera, y otros, que en Bodas de sangre <<el ruido de los cascos del caballo en la  noche, delata el amor prohibido>>. Que el caballo en Lorca y más aún en esa misma obra <<es un símbolo del deseo en su máxima expresión contra la cual nada puede la voluntad de la fémina>>Porque montaba a caballo/y el caballo iba a tu puerta/ con alfileres de plata / mi sangre se puso negra / y el sueño me fue llenando/ las carnes de mala hierba…” (Cátedra, 2015, pag 154). Aunque Leonardo se refiere aquí a su propia experiencia, se entiende bien cómo la aparición secuenciada del caballo aumenta progresivamente la libido de las féminas. Y sabíamos también que en psicología el simbolismo del caballo representa la libertad de los instintos más primitivos, la sexualidad (el galope) y el descontrol de los impulsos. El tema es inmenso. Recuerdo ahora Reflections in a Golden Eye (Reflejos en un ojo dorado), la novela de Carson McCullers y la película de John Huston (1967), con Marlon Brando,  Elizabeth Taylor,  Harvey Keitel, etc, en donde cada uno de los personajes tiene alguna dependencia atípica (perversa) con el caballo Firebird. O de la caótica Marnie de Hitchcock, con Tippi Hedren; etc, etc.

    El caballo de la película de Paula Ortiz adquiere otros muchos significados si, por ejemplo, lo comparamos con la moto con sidecar que monta el Novio. Con ese espacio complementario ocupado a perpetuidad por su madre en el transitar –contaminar- el mundo de él.

    O ese otro sentido del caballo en la escena tremenda en la que, consumada la boda, Leonardo ordena a su mujer, con su hijo en brazos, que vuelvan a casa en uno de los vehículos, una camioneta, propiedad de uno de los invitados asistente a la boda. Leonardo levanta y entrega su hijo a alguien en el vehículo y, seguidamente, alzando por las axilas a su mujer la deposita en la camioneta. Él no toca, no sube.

    Leonardo no viaja en nada que no sea su (mujer y su) caballo. Leonardo se fuga con la mujer que acaba de casarse, dejando él ,previamente, a su  familia en la camioneta. Un mecanismo –parece-, una forma rotunda, para amordazar la culpa. Pero en realidad una renuncia, un darle la espalda a la progresión histórica, civilizada, del progreso tecnológico representado en la camioneta misma, y devolverse, simbólicamente así, a lo más primitivo, lo primigenio, de lo humano. El deseo mismo sin contexto alguno, la fruta sin cáscara, , por encima de cualquier otra consideración.

    Como si el abandonar a su familia en la camioneta fuera una réplica de la expulsión del paraíso (ver Leo Marx: The Machine in the Garden, 1969)  El caballo, desde otra perspectiva, parece aquí, unaextensión del cuerpo  como en la brillante teoría de Marshall McLuhan (la rueda del coche  con respecto al pie). Pues por el caballo  Leonardo se extiende, se amplía, el poder, la fuerza, los instintos, los genitales la sexulidad, la autonomía dual de su jinete. En este sentido Leonardo y su caballo, a modo de Centauro, son inseparables.

    El acto de unión de los dos, puede suponerse, se consuma encima del  caballo negro, circunstancia que La Novia evita mostrar pero que aparece espléndidamente diáfana en   Como agua para chocolate (Alfonso Grau, 1992); también en la escelente The Long Ranger (El llanero solitario) de Gore Verbinski, 2013).  El caballo es el primero de los lechos, antes de llegar al edén definitivo, el lugar aquel del bosque en el que Leonardo y la Novia, todavía adolescentes, se unieron para toda la vida.

    Por el contrario, el Novio, va por la vida conduciendo una moto con sidecar un vehículo en el que caben, por lo menos, dos personas separadas. Está bien claro que aquí la que conduce es su madre. En el sentido de que el Novio no concibe el viaje (el tránsito por la vida) sin que su madre le acompañe. La moto con sidecar, representa el estado parcialmente regresivo del Novio con respecto a la figura de su madre. Los dos forman simbólicamente una unidad móvil indisociable, que recuerda mucho, por eso hablaba antes de regresión, a la primigenia unidad de la madre y el hijo en la situación uterina, en el caso que plantea Martin Scorsese en Taxi Driver (1976), en donde Travis Binkle, el taxista, muestra un estado psíquico regresivo, en ese estar día y noche (eternamente)dentro del taxi (su taxi) en posición fetal.

   Y la última connotación que se me ocurre pensando en el caballo de Leonardo es que su bestial relincho connota con el rugido del león incluido en el nombre mismo que su dueño ostenta: Leon-nardo. Porque gritan rugen y relinchan, persona y equino, con parecida resolución y fuerza.

   Y ahora volvemos a la bañera donde la Novia, ya antes de introducirse en ella, empezó canturreando “Los cuatro muleros” y no deja de hacerlo hasta poco después de, terminado el baño, dirigirse al ¡tocador! Una canción popular que, como sucede con el simbolismo del caballo y su enclave narrativo, depara enormes sorpresas analíticas.

   La letra de la canción relata una equivocación entre mario y cuñao Canción que canta la Novia espontáneamente, resultando ser un acto de fe inconsciente que le está especularmente avisando, a viva voz, literalmente, que va a casarse con el pretendiente equivocado. El pretendiente que no se sabe equivocado, por cierto, y que como ya sabemos, está ahora mismo apostado en el quicio de la puerta del dormitorio, espiando gozoso el cuerpo  de su novia en la bañera.

    La advertencia de que va a cometer un serio error, la emite el inconsciente, a través de (1) el sueño (tenido hace unas pocas horas), (2)  las visiones  alucinatorias, persecutorias y fugaces, del caballo de Leonardo galopando lanzado hacia ella relinchando. Y (3), la llamada sutil, apenas perceptible pero muy clara y elocuente, escondida en la letra seleccionada de Los cuatro muleros tiñendo sus propias carnes y costuras de mujer, masajes del inconsciente que, por ahora, la Novia prefiere no atender. Así que –concluiríamos- no se frota el cuerpo con la esponja para lavarse sino para borrar las pulsiones emergentes del deseo.

    El espionaje del novio sirve al espectador (el eterno espía de la butaca) para que espíe más, mucho más. Que llegue a ver lo que verdaderamente importa: el inconsciente de la Novia en el acertijo encerrado en la letra de la canción. Y sirve también para que sea el Novio el exclusivo elegido por la directora para que contemple desnuda a la Novia. Desnuda de cuerpo (para el Novio) pero vestida (para los espectadores) con la canción, “Los cuatro muleros” que es el traje que deja ver lo que lleva puesta su alma: su inconsciente.

     Un Novio que mirando no ve -como viene a ser su costumbre- la verdad de lo que pasa. Que como siempre, las gafas, los prejuicios, la falta de sensibilidad, de perspicacia, etc) le dejan mirar pero le impiden ver.

   Todos los espectadores (al menos en España) recuerdan perfectamente que el de la mula torda es mi mario. Ay, que me equivocao que el de la mula torda es mi cuñao.

    Lo que consigue el inconsciente es que, en un ambiente idóneo para la relajación (el cuerpo sumergido en el agua caliente), y en un ambiente psíquico suficientemente regresivo y propicio a sincerarse,  la Novia cante una canción que al expresar la equivocación del mulero declare, por desliz metonímico, la suya propia, su propia y peligrosa equivocación. Que recitando a viva voz la equivocación sobre quién es el mulero (y que el decir musicalmente subraya), advierta el contenido de su propia y gravísima equivocación, la del casarse incorrectamente.

    Casarse con uno para impedir sentir al otro en sus entrañas. Amordazar el instinto mediante la racionalización y la supervivencia que le inspira el otro. El otro es luna para eclipsar al sol. Eclipsar el sol con la luz de la luna. Estas y otros variantes del soslayo, del esquivo, muestran la insuficiencia en la resolución del problema verdadero

     La Novia canta en la bañera mientras se acaricia y acicala con la esponja enjabonada sintiendo el suave fluído del agua caliente que le abraza. No supone un gran riesgo entender que esas sensaciones las provoca el de la mula torda. Que si en la canción el mulero se sirve de ese tipo de cuadrúpedo, en la realidad y en la realidad del deseo, monta caballo negro. Caballero que sigue siendo el objeto de su deseo, aunque crea haberlo rechazado, censurado y olvidado para siempre. Y es que, a través de los circunloquios inscritos en el recorrido semántico de la canción, es en donde hallamos las llaves que abren el lugar en donde está escondida la resolución del acertijo, el sancta sanctorum en donde reposa el que desea de verdad, esa novia tan cerca del altar.

   La Novia sale de la bañera cubierta con una toalla blanca dando unos pasos hasta el ¡tocador! y su correspondiente espejo. Mientras anda, retira la toalla que cubre su cuerpo para ceñírsela mejor  y, justo antes, deja su cuerpo al descubierto frente al espejo de tres cuerpos. La secuencia termina cuando, imprevisiblemente, la cámara se detiene en primerísimo plano en la figurita de cristal que le regaló Leonardo y que acabamos de ver en el sueño de esa misma noche. ¿No existe una relación muy directa y estrecha entre el cuerpo desnudo ante el espejo (ella ve lo que Leonardo vería si estuviera ahora situado en el exacto lugar en el que está situado el espejo del tocador) y la figurita inexcusablemente fálica? ¿Hace falta explicar, más allá de lo discreto, que la relación entre la figurita y el desnudo ante el espejo, propone y dispone que la figurita es un fetiche?

    La Novia en la bañera se ve invadida por recuerdos oníricos y vivencias inconscientes que se con-funden con la fisiciedad palpitante de su propio cuerpo y del otro cuerpo (el caballo estertóreo)  precipitándose sobre ella. Que el acariciarse (bajo la forma de la esponja en el cuerpo) es el ser acariciada por el hombre que desea. Y Las gotas de lluvia (el semen) cayendo en su cuerpo con las que concluye la canción que no es sino la escenificación encubierta (en el sentido de la metonimia metaforizada), que convenientemente desvelada, revela, el sentido profundo, el coito, entre los dos:

   Está lloviendo en el campo y no se nota y no se nota /Quien fuera un arbolito lleno de hojas lleno de hojas

    La traída fantasmática hasta el propio cuerpo en la bañera, del  deseado cuerpo del otro mientras la bañista se acaricia el cuerpo, aparece con matices que no alteran este arquetipo erótico  en películas como (destaco en negrita los títulos más reveladores):

    1 La naranja mecánica, 2 Átame, 3  Repulsión, 4 Lazos ardientes, 5 Los puentes de Madison, 6 Infiel, 7  El hombre que nunca estuvo allí, 8  American Beauty, 9 El escondite (Hide and Seek),10 Inocencia interrumpida, 11  Soñadores, 12 La mujer casada, 13 La tentación vive arriba, 14 Secretaria, 15 Blue Jasmine, 16 Habitación en Roma, 17 Pretty Woman, 18  Cisne negro,19 Belleza robada, 20 Annie Hall.

    El objeto que La Novia guarda en su dormitorio  es, efectivamente, un fetiche  al relativo modo del traje de luto de la Madre del Novio, que ya he comentado antes. Pero ahora invirtiendo duelo pordeseo (Ver Jean Allouch: La erótica del duelo). Porque al ser el objeto suficientemente fálico, el objeto fetichizado viene a ser la representación de lo que oficialmente está reprimido. Es cierto que una lectura superficial reduciría su significado a la categoría de  recuerdo  fosilizado, o,  a objeto exclusivamente ornamental. Lo que, si su insignificancia fuera cierta, La Novia lo hubiera sacado de la intimidad del dormitorio para colocarlo en cualquier otro lugar de la casa. Pero lo cierto es que está allí mismo. Y que, cuando es mostrado a la consideración de los espectadores, descubrimos repentinamente el valor incalculable que ocupa en la sexualidad de la Novia.

    Si nos fijamos bien, todo el sueño que ha soñado la Novia esa noche misma está al servicio del regalo que la adolescente recibió de Leonardo, su rey del bosque. Un bosque adolescente y por ello, lleno de dudas (las intrincadas ramas y el bosque mismo), que el amor a Leonardo aclara completamente. El regalo de Leonardo significa pues, la resolución de las dudas adolescentes que su amor hacia él borran repentinamente. Y el  regalo significa haber encontrado una ruta para la resolución de sus dudas y temores.

    Y todo se convierte en felicidad cuando él y ella juntan sus manos tumbados en el suelo del bosque, aunque todavía esté allí el grumete con gafas adherido a su unidad intransferible. Está allí porque la amistad (la amistad entre los tres), todavía es suficientemente fuerte como para mantenerlos juntos. Juntos pero cada vez más alejados. Porque entre Leonardo y su novia empieza a no haber más espacio que el que los dos ocupan. Y desaparecerá del todo el día que asistan a la reyerta fatal  de sus respectivos familiares. El regalo funciona como el anillo de bodas tradicional encerrando a los dos en un círculo (la eternidad), de privacidad y prosperidad (el oro) inagotables.

    El objeto aparece exactamente después de un recorrido de progresión sexual que va desde la bañera, al desnudo y a la contemplación en el espejo ¡de tres cuerpos! para finalmente mostrarnos el regalo en primerísimo plano. Del mismo modo que se nos muestra en los thrillers de intriga, quién será de entre todos ellos el asesino.

    La cámara se detiene en la figurita. Y en la reanudación narrativa vemos otra vez el caballo de Leonardo, con Leonardo encima justo en el momento en el que relincha con fuerza mientras que, en el corte siguiente, vemos en un primerísimo plano la punta de los dedos de la Novia acariciando el fetiche.

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

Artículos relacionados :