Solo se vive una vez (30): El silencio no miente


Por Don Quiterio

  Me parece que el británico John Berger, fallecido recientemente a los noventa años, no corre el riesgo de que se le reduzca a anécdotas, aunque para algunos -ellos sabrán- lo esencial siempre se oculta en ellas.

   Su obra es tan potente, tan eléctrica, que enseguida que se monta uno en cualquiera de sus múltiples disciplinas (novelista, dramaturgo, guionista, poeta, reportero, ensayista, historiador, activista político, pintor, crítico de arte) puede prescindir del personaje y sus circunstancias. Berger ha sido, sin banalidades de por medio, un testigo y referente intelectual de la segunda mitad del siglo veinte, con una prolífica obra que bien podría resumirse en el título de una de sus últimas publicaciones: ‘Con la esperanza entre los dientes’. O con esta sentencia tan de su gusto: “El silencio no miente”.

  Tuve la suerte de conocerle y quien me llevó hasta él fue mi amigo Miquel Barceló, que siempre lleva a cuestas algún volumen del autor inglés. Sus relaciones con España se tradujeron, además, por su amistad con la pintora Marisa Camino, el escultor Juan Muñoz, el grupo de danza Mal Pelo o el fotoperiodista cordobés Gervasio Sánchez, para quien escribe el prólogo de su libro ‘Vidas minadas’. Francisco de Goya fue una de sus grandes pasiones, “el primer testigo de la guerra moderna”. En 1996. la compañía zaragozana Tranvía Teatro adaptó su obra ‘El último retrato de Goya’ y acudió a la capital aragonesa para participar en los ensayos.

  Del propio Gervasio Sánchez son estas palabras: “John Berger ha sido un gran escritor y un gran crítico de arte, pero, sobre todo, ha representado la decencia intelectual. Durante su larga vida nunca se dejó manejar por el poder político o económico y siempre mantuvo su compromiso con los más desfavorecidos. Sus modos de ver, sus formas de mirar, sus maneras de contar traspasaron las barreras generacionales y lo convirtieron en uno de los intelectuales europeos más influyentes. Tuve la suerte de conocerlo hace dos décadas. Pasé horas llorando de emoción cuando recibí en septiembre de 1997 el prólogo que dedicó a mi libro. Era un hombre transparente capaz de sacar reflexiones de las preguntas de las ruedas de prensa como si quisiera que cada periodista se marchase a su redacción con una cosecha personal. Ha muerto uno de los grandes hombres del siglo XX”.

  De su labor cinematográfica hay que destacar los guiones para el director suizo Alain Tanner en las películas ‘La salamandra’, ‘El centro del mundo’ y ‘Jonás, que tendrá 25 años en el año 2000’. Se consagró como teórico cuando convirtió en un libro mítico –‘Modos de ver’- una serie documental que protagonizó, emitida en 1972 por la BBC, en la que seguía los postulados estéticos de Walter Benjamín.

En el 2009, la cineasta barcelonesa Isabel Coixet, gran admiradora de Berger, le dedica una instalación, ‘From I to J’, con la que le rinde un homenaje. Quiso, como Pablo Neruda, ser un comunista amante del vino y del placer.

  Ha fallecido igualmente el borjano José Luis Barcelona, uno de los pioneros de televisión desde el inicio de sus emisiones, allá por el 1959, en los estudios Miramar de la capital catalana, donde presenta programas de variedades, concursos y entrevistas (‘Balcón del Mediterráneo’, ‘Mundo insólito’, ‘Club del martes’, ‘Esta es su vida’, ‘Eurofestival’, ‘Salto a la fama’, ‘Reina por un día’). Tío del torero ‘El Tato’ y autor del libro ‘Tú puedes salir en la tele’, también fue pintor figurativo, con vinculaciones a la galería Gaudí (dirigida por el también borjano Germán Bandrés), en la que llega a coincidir con la soriana Iris Lázaro y el zaragozano Eduardo Laborda. Con una dicción de oro, es actor de radionovelas y locutor de Radio Juventud de Barcelona, donde conoce a los dobladores Miguel Ángel Valdivieso (voz de Woody Allen), Mariví Durá (Ana Gardner) y Juan Manuel Soriano (Kirk Douglas). Es compañero y amigo de Pepus Vila-Sanjuán, también realizador de programas televisivos (‘Canal 10’) y de la serie de cinco episodios ‘El hombre por dentro y otras catástrofes’, basada en algunos relatos breves del oscense Javier Tomeo. En su última etapa se dedica a la docencia en una escuela de estudios audiovisuales.

  La luz en el cine ha dicho adiós a Juan Amorós, al que Néstor Almendros se quiso llevar a Hollywood, pero él era del Mediterráneo. Uno de los más destacados y prolíficos directores de fotografía, Amorós se estrena profesionalmente en el cine en 1956 como ayudante en la película ‘Escuela de periodismo’ y trabajó en los inicios de la televisión como publicista, haciendo campañas de marcas como Codorníu y Avecrem. Es un puntal de la llamada escuela de Barcelona (Jordi Grau, Jaime Camino, Gonzalo Suárez, Vicente Aranda) y son importantes sus colaboraciones con Pilar Miró, Fernando Trueba, Emilio Martínez Lázaro, Montxo Armendáriz o Manuel Gómez Pereira. En 1969 fotografía la mediocre comedia erótica del zaragozano José María Forqué ‘Estudio amueblado 2 p’. Al año siguiente es el operador, junto a Luis Cuadrado, Juan Julio Baena y Francisco Marín, de ‘Lejos de los árboles’, de Jacinto Esteva, documental sobre singulares tradiciones españolas que parece una respuesta al Buñuel de ‘Las Hurdes, tierra sin pan’. Con Francisco Regueiro participa en ‘Padre nuestro’ (1984), alegórico filme entre Buñuel y Saura.

  Otra despedida, la del gran decorador Manuel Gil Parrondo. Empieza como ayudante en películas del almuniense Florián Rey hasta que en 1951 debuta como jefe de equipo con ‘Día tras día’, de Antonio del Amo. Ganador de dos estatuillas hollywoodienses (‘Patton’ y ‘Nicolás y Alejandra’, ambas de Franklin Schaffner), es el creador de las escenografías de ‘Espartaco’ y trabaja mano a mano con directores como Orson Welles, David Lean, Robert Rossen, Stanley Kramer, Nicholas Ray, Anthony Mann, George Cukor, John Milius, Richard Lester y los españoles Juan Antonio Bardem, Mario Camus, Jaime Chávarri, José Luis Garci o Pilar Miró. El productor zaragozano Eduardo Ducay lo llama en 1994 para participar en la serie de Fernando Méndez.Leite ‘La Regenta’. Estaba preparando un proyecto sobre Pablo Picasso con el oscense Carlos Saura.

  También ha fallecido la vedete Manolita Chen (de nombre real Manuela Fernández Pérez), natural del Puente de Vallecas madrileño, el alma del circo teatro Chino y que se casó con un chino, el empresario conocido como ‘Chepín. Se hace famosa al ser una de las pioneras del destape en una España brutalmente reprimida durante la posguerra. Un oasis en medio de un duro desierto donde mujeres semidesnudas bailaban sin inhibiciones y sorteaban con cierto éxito la maza de la censura. Durante la dictadura franquista, en efecto, hizo soñar a miles de españoles con su fantasía y erotismo. El caricato y humorista zaragozano Fernando Esteso hizo sus primeras actuaciones profesionales en su teatro chino ambulante, entre cuplés de la artista (‘Arrímame la estufita’, ‘Mi fiel pajarito’, ‘Qué justito me entra’) y números de ‘burlesque’, mientras le silbaba al pasar, un suponer, y le lanzaba lindezas faraónicas. “Fue la reina del teatro portátil de variedades”, dice mi amigo del circo Germán Oppelli -y colaborador de ‘El pollo urbano’-, con quien coincidió en numerosas capitales de provincia en fiestas, como los pilares zaragozanos, y me cuenta mil anécdotas de la empresaria, pero estas ya las escribirá, si le apetece, en su sección de esta revista. Era la que más funciones diarias hacía. Si los Oppelli hacían tres, ella llegaba a las siete sesiones. Cuando iba con mi padre al recinto ferial no podían faltar ni las visitas al circo Atlas de los Tonetti ni al teatro oriental de Manolita Chen. La carpa del teatro chino era astrosa, unos carteles de reclamo en la entrada y en su interior bancos corridos, suelo crujiente de pipas y variedades arrevistadas de ínfima categoría en el escenario. No sé ni cómo me dejaron entrar. Haber visto de chaval ese par de piernas desnudas y su delantera me hicieron transportar a un oasis de fantasía y transgresión que ni las tetas de Ana Belén en ‘El amor del capitán Brando’. Guapa y folclórica, dejó la farándula en 1979 por una dolencia auditiva y siete años después cerró el teatro chino. El tiempo, ya saben, no perdona. Aunque en el día a día se difuminen sus efectos, la distancia se muestra implacable en su contraste entre lo que fuimos y lo que somos. No solo físicamente, también como sociedad. De esto y mucho más habla un extraordinario documental sobre su figura estrenado hace un par de años en el programa ‘Imprescindibles’. Y Juan José Montijano escribe un documentado libro titulado ‘La vedete que desafió a Franco’.

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