Desde el diván: ‘La chaqueta metálica’, de Stanley Kubrick

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Por José María Bardavío

     La película es sublimemente espantosa, precisamente por la impregnación edípica y (sobre todo) libidinal (desarrollo de la libido) de casi todas las secuencias, especialmente las de la Primera Parte.

  Título original. ‘Full metal jacket’. Nacionalidad: Estados Unidos, Inglaterra. Año de producción: 1987. Director: Stanley Kubrick. Guion: Stanley Kubrick, Michael Herr y Gustav Hasford. Argumento: novela de Gustav Hasford ‘The short timers’. Fotografía: Douglas Milsome (color). Música: Abigail Mead. Intérpretes: Matthew Modine, Arliss Howard, Adam Baldwin, Vincent D’Onofrio. Duración: 115 minutos.

   Toda esta Primera Parte, la educación de los marines que deben ir luego a Vietnam, está vertebrada en una figura paterna (padre malo), el sargento, encargado de adiestrarlos, y en relación con una figura filial,  el recluta gordo y torpe incapaz de aprender pero que al final lo consigue con un esfuerzo tan grande que le cuesta primero la cordura y segundo la vida.

   En la secuencia que culmina la Primera Parte de la película, este soldado al que ha vuelto loco la dureza salvaje impuesta por el sistema,  dispara contra el instructor, y, a continuación se introduce  el fusil en la boca y dispara: El padre mata al hijo mediante una internalización extremadamente cruel del superyó; y el hijo mata al padre cuando el hijo, que ha adquirido una destreza que le supera, mata al padre como culminación perversa (psicótica) del aprendizaje emprendido por el sargento, representante del Padre, el Poder Supremo en términos freudianos; y familiares intelectuales.

  El sargento, como en <<Los siete contra Tebas>>, lo ha dado todo por el Padre, el Sistema, etc, convirtiéndose en la perfecta estampa del esclavo fiel, servidor del amo, que ahora debe de inculcar en sus hijos lo que a él le han enseñado.  Es decir que en esta película, el sargento no se inventa a sí mismo sino que lo inventa el Amo; él, simplemente, es un pobre esclavo. El recluta gordo y torpón hace lo que puede para aprender, lo que sucede es que aunque hace todo lo que puede (y más), no es suficiente. El aprendizaje le va horadando la capacidad para mantenerse cuerdo. Es como tratar de convertir al ratón en tigre.

   Por otro lado, todo lo que el amo (el sargento instructor) expresa, dinamita las convicciones y las más perfectas represiones del ser humano. No son hombres sino maricas; deben pensar en follarse a su hermana; y participar en la práctica anal que el padre de cada uno de ellos realiza sobre su madre. El aparato de la íntima sacralidad familiar, levantado a pulso por el superyó, es demolido una y mil veces por el instructor. Al fin y al cabo lo que el instructor dice que son, es lo que en realidad serían sin la represión ejercida desde el nacimiento por el superyó: matarían a su padre y se acostarían con su madre y hermanas.  

   Y el recluta gordo y torpón empieza finalmente a poner en práctica lo que el ello, una vez que el superyó ha quedado perfectamente demolido, le inspira hacer. 

   La película es, en lo más hondo y significativo, una perfecta guía para la destrucción del superyó. La cadena catártica inserta en los soldados consiste precisamente en eso. Eso es exactamente lo que le sucede a Edipo, que mata al padre y desposa a la madre. Es cierto que no lo sabe pero todo el freudianismo consiste precisamente en hacernos creer que la aspiración del ello universal (masculino) está orientada a realizar semejante hazaña.

   Y es por eso precisamente por lo que la secuencia final de Full Metalic Jacket  -el asesinato de la niña vietnamita francotiradora que yace en el suelo moribunda-, adquiere todo el horror del mundo desde el momento en que uno de los soldados quiere matarla (el ello), y el otro soldado (el superyó) no quiere matarla. Por fin, el superyó, hábilmente instruido para matar por el instructor original, esclavo del Sistema, dispara y mata a la niña.

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

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