La lata, el palico y la caca / Dionisio Sánchez


Por Dionisio Sánchez R.
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

      En nuestra ciudad ya tan veterana que cualquier día habrá que empezar de nuevo, se está volviendo a reproducir vivamente un fenómeno que parecía haber sido olvidado a finales del XIX y del que , aunque escasos, aún se vieron ejemplos en la primera mitad del XX.

Con el comienzo de nuestra singular democracia quedaban cual zombis alelados con apariencia de restos humanos “vivos” del antiguo régimen  y que (pobrecillos) todavía  pretendían marcar el ritmo y –cómo no- el paso de la nueva sociedad que poco a poco se iba formando. Lo cierto es que no costó mucho arrinconarlos porque las ganas de vivir de a tope de los nuevos jóvenes eran tales que hasta Zaragoza parecía que tenía un sitio al sol, un lugar en el mundo , la otrora  gusanera labordetiana, en donde  sus artistas y creadores imprimían unos ritmos muy brillantes y algunos, incluso, pioneros en múltiples facetas. Parecía que nunca más aparecería la lata ni el palico.

     Pero, amigos, la democracia ‘pan sin sal’  que hemos disfrutado, ha ido, poco a poco, centímetro a centímetro, constriñiendo el vuelo creador de aquellos que ya pintan canas  y una vez que los políticos de medio pelo descubrieron la maravilla milagrosa que ejerce en la nueva, joven y saciada juventud la migaja subvencionadora, ancha es la atrofia artística que ha caído, de repente, como la niebla meona de los inviernos zaragozanos ,y todo el mundo inquieto  corre tras una suerte de paguita o argucia pseudoartística  que no le haga  plantearse otra cosa que esperar sentado a que otra cervecita fría se pose en su manita caliente cuando llegue el viático a final de año (pues ya se sabe que la Administración paga tarde).

    Y para que no falte  el ingrediente principal de este persistente juego tan zaragozano que fuera la caca, los nuevos mandarines catetos han descubierto el poder de las sectas de bobos y  sus diferentes modalidades de cofradías  se vuelcan a la acción tribal  desde sus respectivos oficios en los cuales siempre han destacado por su mediocridad. Y así hacen piña  de cofradía cuando alguno de los “suyos” pifia cualesquiera atisbo de actividad que pueda ser engalanado de “artisteo”. Todos a una, la camarilla lanza a los cuatro feisboks y cinco twiters a los que tienen acceso, el éxito del compadre que, por fin, meó las cervezas de anoche o parió una mierda de libro de poesía que nunca se clavará en el alambre de un retrete para que sirva, al menos de algo  porque gracias a su peculiar  idiocia ni más ni menos que decidió hacer el paginado de papel “couché”. Así pues, una colección de poemas que no sirven ni para limpiarse el culo.

   Pero no solo hay iglesia de poetas, también hay pandillas de peliculeros que hacen “perfomances” de reminiscencias ajenas para ser, de nuevo, sosos protagonistas, de teatreros, de joteros e, incluso, de profesores, pintores y catedráticos.

   De este modo, estos rebaños  alientan el pardilleo, aplauden su anodina existencia, han perdido la capacidad crítica y todo lo que produce su entorno es la crème de la crème no existiendo, por tanto, artistas o  creadores fuera de su área de influencia.

    Estas hermandades actuales han devuelto a la somardez de la vida urbana lo que creíamos, por fin y para siempre, perdido: el mismo bote, el mismo palico y la misma mierda. En fin, Serafín.

    Así las cosas parece ser que el futuro inmediato de nuestra urbe y, por tanto, de la Comunidad, se presenta anémico y va a ser más que probable que entremos en un largo periodo de flacidez cultural: se avecinan, pues, tiempos de dominio para los baldragas del arte urbano.

    Por si acaso y para que el invierno que se nos está echando encima nos pille bien fuertes y protegidos, nada mejor que hacer vivo este cuasi anónimo que circula por los ribazos referido al nutriente tocino y que recitado en voz alta una vez en la Plaza de San Bruno nos librará por un año de las sectas que nos rodean:

HOMENAJE AL TOCINO (Antibiótico contra la sectaritis)

¡Tocino!  ¿ qué te ha pasado?
con lo bueno que tú has sido,
y a tantos has alimentado
tú que has sido genuino,
curado, frito o asado.
Ahora ya no te quieren,
ahora estas denostado.
Cómo me acuerdo tocino
del hambre que tú has quitado.

Para mi fuiste divino
pero te he abandonado.
Recién sacado de la sal
en la lumbre bien asado,
metido en medio del pan
y dándote un buen bocado,
tocino ¡qué bueno estás!
Esa grasa esturreada
que se sale por los lados,
cuando le estrujas al pan
te sientes afortunado,
eso es felicidad.
Cuando llega el verano
y está esa hoja colgada,
siempre lo tienes a mano
solo tienes que cortar,
le quitas la parte rancia
y debajo hay un manjar.
Lo pones en lo alto del pan
con la navaja en la mano,
lo vas cortando en tajas
como siempre se ha tomado,
a la hora de merendar.
Cuando lo tomas cocido
mira lo tierno que está,
se te derrite en la boca
¡ay tocino como estás!
Qué sensaciones provocas
a mí me vas cantidad.
Pero hay que tener cuidado
y no pasarse en cantidad,
no es muy recomendado
cuando hay obesidad,
cuando hay colesterol
cuando hay que adelgazar
o el médico lo prohíbe
por alguna enfermedad.

Esto es el homenaje
a ese pan y tocino,
que me comía por la tarde
con un buen vaso de vino,
que me caía formidable. 
Y como dice el refrán,
que yo cuento a mis amigos
castigo de Dios le venga,
a una bodega sin vino
a una mocita sin novio
y a una olla si tocino

Fuente: M. Gordo

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