Por Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net
Desde el puente de la singular barcaza pollera hemos asistido a innumerables temporales en el devenir de la reciente historia española y las resacas que dejaron en la dulce ribera aragonesa.
En más de una tronada, incluso pusimos proa a la negrura y nos batimos el cobre en serios combates cuerpo a cuerpo. Aún nos quedan recuerdos y señales en la pata de palo que sustituyó una de nuestras piernas tras la gangrena ocasionada por una espada de incierto mango y herrumbroso filo en la guerra mediática de las concesiones de las ya añejas televisiones locales en nuestro archipiélago aragonés, y de la cual salimos vapuleados a modo aunque ahora, gracias a internet, se la pueden comer con patatas. De hecho, ahora la autonómica se la mastican con abundante guarnición de euros de inacabable pólvora del rey
Pero durante aquellas navegaciones guerreras, la costa estaba a la vista y los piratas eran conocidos. Lo que se nos avecina ahora es un extraordinario maremoto que a todas luces no es de origen tectónico si no económico, que no tiene capitán aparente y frente al cual no hay naves que nos puedan garantizar ni siquiera la posterior deriva balsera. Es como si estuviéramos atados bajo una universal “gota malaya” (ese tormento admirablemente descrito por Octave Mirabeu en “El jardín de los suplicios” y que hacia que Clara, la amante del narrador anónimo una inglesa sádica e histérica, visitando una prisión china llegara a un éxtasis erótico), que impide a gobiernos y sociedades escapar de su lenta, agónica y mortífera acción.
Esta crisis –que no era tal, según el almirante de la nave capitana- y que, de momento, ha mandado a varios millones de españoles al paro, está haciendo mella en el día a día de todos. Poco a poco van cayendo primero unos, luego otros, después un vecino, luego un familiar y, al final, uno mismo. Pasado el 1º de Mayo, los sindicatos se empeñan en agarrarse a las faldas del gobierno y mantienen a los obreros al pairo pensando más en lo que tienen (algunos), en su agradable estructura liberadora, que en el jaque a los mantenedores de este sistema sin horizonte. Y ya estamos comenzando a ver cosas de no tan lejana memoria pero que creíamos que pertenecían al recuerdo del NO-DO: el regreso de la economía del trueque y la vuelta a modelos de pura supervivencia.
Ése terreno no nos asusta. Somos gente nacida del ribazo y ese medio nos es grato. Es más, en él, parece como si se nos lustraran las plumas. Vamos a reorganizarnos en previsión de que peores momentos no nos liquiden la bocina pollera, a la vista de lo que está ocurriendo en los medios de comunicación del norte de la región, donde los mismos se las están llevando a espuertas. Ya sabemos que en tiempos de crisis la voluntad del poderoso es cerrar las bocas críticas. Pero no va a ser un paso atrás sino una vuelta al lumpen urbano, donde al Pollo le sale grasa (la madre de la lubrificación) y desde donde mantendremos el kikirikí más fuerte, más potente y con todas las herramientas tecnológicas que en estos últimos años hemos creado gracias a nuestros amigos y lectores.
Finalmente, os proponemos una reflexión sobre los aciagos días que nos esperan si las cosas continúan avanzado en esta previsible dirección de ataque que quieren hacer a la popa pollera haciendo una exégesis de las visionarias líneas del pastor luterano Martin Niemöller cuando sermoneaba en 1942 a sus parroquianos de Kaiserslautern, en Alemania.
Cuando los poderosos vinieron a llevarse a los tolerantes,
guardé silencio,
porque yo no era tolerante.
Cuando cerraron un periódico guardé silencio,
porque yo no era lector.
Cuando vinieron a buscar a los críticos,
no protesté,
porque yo no era crítico.
Cuando vinieron a llevarse a los librepensadores,
no protesté,
porque yo no pensaba, me pensaban.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
¡A los ribazos! ¡A caballo! ¡Yihíiiiii! ¡Salud!