Destino / Manuel Medrano

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Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

    Ya creas en el «fatum», la divina Providencia o la aleatoriedad de los sucesos, no serás indiferente a lo que está sucediendo. Respecto a Gran Bretaña (o Reino Unido, mejor), que hayan decidido abandonar la Unión Europea no extraña a posteriori, porque la información que se nos daba aquí era mala, pero mala de verdad.

    Ahora nos dicen que el resultado, marcharse, es culpa de los maduros y mayores (de 45 ó 50 para arriba, según te cuentan), y de los jóvenes del medio rural británico (he oído a tertulianos tacharlos de desinformados y poco menos que paletos, lo que no es cierto). Pero, por ejemplo, en su momento no nos dijeron que un 30% del Partido Laborista estaba también por irse, lo cual cambiaba mucho el panorama. Sea como sea: 1) La decisión afectó mucho más a la bolsa española que a la británica. 2) Las acciones de algunas multinacionales subieron de cotización tras el Brexit. 3) Los políticos españoles han pedido, unánimemente, «más Europa», o «una Europa de las gentes y no de los mercados» o, incluso, una unidad política intraeuropea mucho mayor y la creación de una auténtica ciudadanía europea. 4) Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán, piensa ya en recomponer la situación, pero de avances políticos y sociales nada: recolocando a Inglaterra en unas relaciones plenas con la UE respecto a comercio y mercados, y pasando de lo demás (buena parte de los automóviles que se venden en la isla son fabricados en Alemania, por ejemplo). 5) Sobre el efecto «descontrol inmigratorio», que está entre los motivos principales de lo sucedido en Reino Unido, ya apunté algunos aspectos en mi último artículo de opinión, «Los oráculos» (https://www.elpollourbano.es/opinion/2016/06/los-oraculos-manuel-medrano/).

    A corto plazo, en unos años, no se notará la salida inglesa de la UE. Luego, cuando se vuelvan a regular las relaciones económicas sin las servidumbres políticas, tampoco. La Europa de los Mercados ni sufrirá ni padecerá por esto.

    Hay quien apunta también a un cabreo británico entre los trabajadores y las clases medias con ingresos medios y bajos. Sin duda. Pero eso es así allí y aquí, con más de 3 millones de personas que tenían ese nivel económico en España y se han ido para abajo y, a veces, muy para abajo. Y en otros países europeos ha sucedido lo mismo. Y en los USA.

   El análisis no es tan simple como hablar del «avance de los populismos». Algunos de los que esgrimen este asunto en España son igualmente populistas, ya que esto es un estilo de hacer política que, por ejemplo, es común a todos los partidos en USA. Como cuando Felipe González hablaba de la demagogia, término peyorativo, sobre todo, gracias a los aristócratas griegos de la Antigüedad, ya que demagogo puede traducirse por «el que guía al pueblo», lo que no tiene porqué implicar aviesas intenciones.

    Otro tema es el del referendum (o referenda en plural). Ahora sí que, casi unánimemente, los voceros políticos y sus directores de informativos y tertulianos económicodependientes los maldicen, y claman porque las grandes decisiones no las refrende el pueblo, sino los cargos electos por él. Bueno, en España esto ha sido una contradicción expresada en cuatro días: primero nos dicen que el pueblo es sabio y sabrá a quién votar (cada uno refiriéndose a sí mismo) y, acto seguido, que es influenciable, tornadizo e incapaz para saber lo que quiere expresándolo en un referendum. Si lo sumas, obtienes una sensación de democracia zombi, teledirigida, que no favorece mucho el avance de las libertades y los derechos civiles, estos últimos muy embrionarios en España pese a nuestros famosos 40 años democráticos.

   Tampoco ayuda mucho a la confianza ciudadana que los medios de comunicación transmitan unas cosas cuando piensan que no habrá Brexit, y justo las contrarias cuando lo hubo, todo también en cuatro días. Es una llamada más hacia lo que apuntábamos en «Los oráculos», provocando una reacción táctica: ¡a las redes, refugiémonos en las redes sociales, ni caso a la prensa y los medios audiovisuales!

   Nuevamente, a los vendedores de realidades virtuales desde periódicos, radios y televisiones, el Brexit los dejó noqueados. Como también comprobar la debilidad de la influencia de los medios británicos sobre el voto de sus ciudadanos.

   ¿Y en España? Aquí el destino nos deparará un gobierno pero no sé si estable y, menos aún, si cuatrienal. Los pactos deberán funcionar, aunque más que cultura de pacto hemos tenido, hasta ahora, cultura de reparto. Y después a esperar los acontecimientos futuros, que nos vendrán dados en buena medida por los mastodónticos y onerosos organismos burocráticos europeos, o más bien, por lo que digan dos o tres países de la UE, con permiso de Alemania.

    Antes de terminar: yo soy europeísta, tanto por formación personal como por convencimiento intelectual. Pero no vamos bien, no señoras y señores, y menos si a los «sans-culottes» los tratan como siervos de la gleba y, encima, si protestan les llaman insolidarios y palurdos. Ese cuento se acabó, y su último episodio se ha desarrollado hace nada en la tierra del Rey Arturo.

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