Trampantojo existencial / Eugenio Mateo

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Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com.es/
   

    Se nos cae encima el verano. Son de temer la inclemencia de unos calores en alza y a la vez remite la confusión del ciudadano ante dos nuevos y profusos términos lingüísticos que han traído de cabeza…

    Hasta el último habitante de los más recónditos lugares de nuestra geografía no ha tenido más remedio que aceptar el bombardeo mediático de sendas palabrejas como la que  desde la política europea incluye a los británicos bajo ese brexit que rompe una idea de unión, por otro lado previsible ante la suspicaz actitud de aquellos isleños, que cuando ven niebla en el Canal de la Mancha dicen que el Continente estará nublado. Dejando al lado la idiosincrasia anglosajona, se abre para el verano la incógnita del que ahora qué. Imagino una kermesse etílica en las playas de Magaluf, desbordada por el secular impulso de tierra quemada, esto es: bebamos, bebamos, mientras podamos. O el incremento de solicitudes de ciudadanía española de muchos hasta ahora jubilados británicos, que por otro lado incrementarían el ratio de edad poblacional. Cuando la gente esté recién llegada de las vacaciones, allá para septiembre,  por Bruselas andarán reunidos los juristas y contables y muchos amigos míos extranjeros seguirán siendo extranjeros. ¿Ó  es que acaso vamos por Berlín pregonando que somos europeos?  ¡No!  Lo que vamos es con la camiseta de la roja para que vean que somos españoles. Y claro que somos europeos. Ya lo era un primo mío lejano, de apellido Neandertal, que dicen que sufrió de glaciaciones. Para mí, hasta donde los  puentes que cruzan el Bósforo se tiñen  de cadmio en sus atardeceres, es Europa. —Estaría bueno ahora que lo que nos enseñaba D. José en la escuela estuviera equivocado — Cierro el capítulo, no sin decir de lo imprevisto que puede ser que otros también se  pongan a echar cuentas.

   Mientras intentaba componer este texto, el eco de las elecciones me ha ido acompañando en el teclado. Durante los plúmbeos prolegómenos a la espera de datos oficiales, sesudos tertulianos han aderezado el huevo de colón a base de encuestas a pie de urna, con sicalípticas teorías sobre el sexo de las hadas. Sorpasso, ésa era la otra modernidad del que les hablaba al principio: adelantar por la izquierda, con lo fácil que hubiera sido aplicar aquello de “dar una pasada”.  En fin, que el sorpasso dichoso les bailaba en la boca manejando unos datos que  han demostrado que la demoscopia a veces se columpia por prepotente, porque dar pábulo a la opinión de un votante que lo acaba de ser, y al que se le pide un stipteasse que  desvele la naturaleza de sus intimidades, demuestra una cierta ternura conceptual sobre el  Ser Humano.

    Debo agradecer a mi director, el ínclito Sanchez, haberme dado ocasión de presenciar tanto trampantojo, no de otra manera hubiera asistido a tal lección de ingenio. Estar en nómina del Pollo exige de una cierta disciplina, y puesto que la soldada es magra hay que cumplir aunque sea en el día del señor. Es fácil escribir bajo una voz en off  que urde el guión con el estilo del negro  que resulta consabido. De momento, alguien asume que no han sido los suyos buenos resultados. No es habitual, se podría apostillar. Sin embargo tal postura es proporcional con la magnificencia con que se adornaron precipitadamente. Los datos han venido a confirmar que se postulan de nuevo las derechas, en plural, porque son dos las que se disputan el espacio al margen de sutilezas. Que se pongan de acuerdo es otra cosa cuando media el mentar a la madre, en el sentido metafórico. El líder social demócrata se deja más pelos en la gatera y está encantado de no haber perdido la denominación de origen,  aunque lega un discurso lleno de paréntesis que entroncan con la melancolía.  El Ciudadano Rivera ha seguido despotricando contra el bueno del Sr. D`Hont y de paso, saca pecho sin motivo. El flamante ganador popular sonríe a la gallega sin demostrar lo que piensa. Una veintena de nacionalistas están a la espera y, llegados a los postres,  queda esa sensación de no haber comido.

    ¿Y ahora qué?  —Nos preguntamos otra vez—

    Pues que  llegado el verano, por los foros de las terrazas se hablará de lo divino y humano…aunque mucho más de lo intrascendente. El país sacará la sombrilla y todo quedará pendiente, “España y yo somos así, señora”  escribiría Marquina. Si esto sigue así, puede ocurrir que al verdadero verano vengan a  suplantarlo  los trampantojos. Largas playas ilusorias y escarpados murales en 3D pondrán a prueba la perspicacia visual  y la resistencia de la piel a los U.V.A. imaginarios que compartirán con nosotros  sobremesas de tortilla y sangría al cobijo de una sombra. Puede ser un verano deprimente, carente de emoción y pausas, con el aburrimiento de  la política y su telón del trampantojo de ventanas abiertas.   Lo insólito de los trampantojos es que no dejan ponerse en su lugar ni entrar o salir por ellos.

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