Capitalismo de Estado en el IAACC Pablo Serrano / Manuel Medrano

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Por   Manuel Medrano

    Sí amigas y amigos, en esta ceremonia de la confusión en que nos encontramos inmersos y ahogándonos, donde se extiende la putrefacción sobre el significado de los términos, se corrompe la verdad y se transmutan las mentiras en verdades a base de repetirlas, podríamos consentir que se identifique socialdemocracia con burocracia dominada por la inercia del populismo de opereta, y liberalismo con extremismo derechista brutalmente jerarquizado, pero en la gestión, el día a día y el balance cuatrienal de legislatura, es donde todo queda al desnudo.

    Quienes me conocen saben que, de verdad, a mi me es indiferente lo que me cuenten, digan o juren la mayoría de la gente (salvo algunos acrisolados amigos) porque lo que me da elementos de juicio es lo que hacen y el resultado de su trabajo, su compromiso y su balance de hechos realizados.

    Por eso no entiendo cómo se genera el esperpento de las exposiciones en la Sala Lateral del Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos (IAACC)  Pablo Serrano, en el que diez artistas (algunos, conocidos por mi y de mérito cierto) expondrán sus creaciones a razón de un mes por cada uno.

    A esta iniciativa se le llama Impulso Lateral, es decir, para ir de lado, supongo. Me dicen que los artistas pagan todos los gastos. Por otra parte, sé que algunos de ellos son creativos consolidados, no jóvenes emergentes. Y mi conclusión final, pese a la densa niebla que rodea esta gestión, es clara:

    El IAACC Pablo Serrano compite descaradamente, cediendo espacio público, con las galerías privadas y centros expositivos de colectivos particulares de artistas. Y eso, ¿para qué? Pues para demostrar que alguien es capaz de generar una «cultura artística propia» y, si se puede ir más allá (que lo dudo), incluso artistas creados e impulsados desde la institución. Artistas propios, una cartera como las galerías privadas.

    Pero hay un pequeño problema: si esto, torpe y zafio como es, se hace desde un ente público, supone la creación de un ámbito artístico propio, determinado desde el poder pero con dinero de todos los contribuyentes, avalado por el poder, en contra de las iniciativas privadas y particulares, que funcionan por sus propios medios o con ayudas raquíticas.

    Corolario: si no tienes ni puta idea de la ideología que defiendes ni del campo que gestionas, pero te pagan hagas lo que hagas (aunque sea el ridículo), acabas cagándola y aplicando criterios de dirigismo cultural estatalista, de Capitalismo de Estado.

   Bueno, bueno, tranquilos, en otra ocasión hablaremos de si el proyecto del Centro de Arte y Tecnología (CAT, renombrado Etopía por llamarle algo) del Ayuntamiento de Zaragoza tenía alguna finalidad que no fuese construir un carísimo edificio y generar negocio inmobiliario. Porque yo no veo otra en este caso concreto ni en el fallido proyecto de la Milla Digital en general. Como era también sospechoso que, cuando se preparó la candidatura de Zaragoza a la Capitalidad Cultural Europea, la inmensa mayoría de las propuestas sólo pretendiesen ocupar o sacar algún rendimiento a locales de la Sociedad Municipal Zaragoza Vivienda (y al capital humano, el apoyo al mismo y a su formación y proyección, que le diesen mucho por donde amargan los pepinos). Y más cosicas de otras instituciones, que últimamente están que se salen. Y todo esto ahora, que estamos en el «early sunset» de la legislatura política, es de sumo interés.

¿Verdaaaaaad amigoooooos? 

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