Zaragoza, capital del género negro / Carlos Calvo

My beautiful picture
Por Carlos Calvo

    Muchos diálogos del llamado cine negro son antológicos, ya sean tomados de los textos originales en que se basan o vertidos directamente de los libretos de los guionistas. Me viene a la memoria uno magistral salido de la boca de una ‘femme fatale’: “Es un día caluroso, eso es un asiento de cuero y mi falda es muy corta”. O este otro: “Cuando soy buena, soy muy buena; cuando soy mala, soy mucho mejor”. O también: “Si no eres lo bastante listo para mostrarte de acuerdo conmigo, al menos mantén la boca cerrada”. Efectivamente, mujeres fatales que nunca mantienen la boca cerrada y que convierten a sus oponentes en marionetas de un circo enrarecido, espeso.

    En el cine negro solemos encontrarnos con hombres aislados dentro de un engranaje social. No es frecuente el encuadramiento en grupos, sino que el personaje lucha contra los condicionantes y situaciones solo con sus fuerzas. Por ello ha alcanzado un relieve especial, casi de prefiguración, el detective privado que intenta solucionar el problema planteado situándose entre la policía y los delincuentes. Esto hace que adquiera gran relieve la ambigüedad de las posturas adoptadas, pues al estar solo el protagonista echa mano de todos los recursos, sean legales o ilegales, para alcanzar el éxito, con lo cual nos encontramos en una postura incómoda al ser atraídos por sus rasgos interesantes y positivos, y reconocer, a la vez, su falta de ética en muchos momentos.

    Al fin y al cabo, son seres que se encuentran situados en una lucha continua por conseguir su afirmación personal. Y junto a los personajes masculinos aparece la mujer. También ella reviste unas claves peculiares en este cine. Está revestida, en efecto, de una aureola fatalista y una innegable erotización. Sus relaciones con los hombres están marcadas por el destino, que les arrastra con frecuencia a la destrucción; bien de ambos, bien de alguno de los dos.

    Y por encima de todo, la violencia. Esta es presentada desde todos los puntos de vista y valoraciones. Si bien es verdad que la física adquiere grandes proporciones que la revisten de sadismo en muchas ocasiones, no podemos olvidar la importancia de la violencia moral sobre las personas atacándolas en sus reductos más profundos y buscando su destrucción sistemática. La fusión de elementos temáticos y narrativos de una manera íntima ha hecho que el thriller sea la serie que cuenta con un cuerpo teórico más logrado y más amplio, quedando fijada desde su época gloriosa y difundiendo sobre otras series sus logros, sus avances en todos los sentidos y las convenciones que se establecieron desde entonces.

    Los gestores de la cosa cultural zaragozana han urdido el festival de un Aragón azul oscuro casi negro, un intento de mezclar las tramas criminales con el trasfondo social, a la manera de compendio metafórico de los actuales agujeros negros económicos, de salvar los días de penurias y miserias. Lo peor de estas crisis tan brutales como las que vivimos es que contagian todos los ámbitos de la sociedad. Comienza una desesperada (y, probablemente, legítima) carrera hacia la supervivencia, una jungla de asfalto, un deambular errático entre las ruinas.

    Pero, cuidado, llega el gran físico y dice que no hay agujeros negros, en todo caso algún roto. Y a zurcir. Todo el tiempo que perdimos en dar vueltas en nuestra cabeza a este concepto ha sido tiempo perdido que podíamos haber ocupado en otros pensamientos más útiles. No es la única teoría científica que se derrumba. Por supuesto, la novela es una monumental mentira; la poesía, un ensueño invisible; el cine, un juego de sombras; la música, un ruido sin fin, y el arte, a la postre, un alegoría de colores. Es cierto, sí, todo inútil, todo superfluo, todo absolutamente maravilloso. No hay nada más atractivo en estos sombríos tiempos que un manifiesto con la (in)sobornable voluntad de serlo.

    La filmoteca, esa ilusión de sombras a la que nadie va, se ha unido, por inercia, al proyecto azul oscuro casi negro y ha programado ‘Retorno al abismo’ (Curtis Bernhardt, 1945), un melodrama criminal a tres bandas; ‘La máscara de Dimitrios’ (Jean Negulesco, 1944), sobre la novela homónima de Eric Ambler, y ‘El sueño eterno’ (Howard Hawks, 1946), una brillante adaptación del tortuoso relato de Raymond Chandler, con la inestimable colaboración de Bogart y Bacall, donde Marlowe se mete en el barullo porque, ante todo y sobre todo, le divierte, le apasiona domar ninfómanas aristocráticas y apelear dialéctica y físicamente a los escaños del poder establecido.

    En el cine negro, ciertamente, Howard Hawks no tiene rival, como hemos podido comprobar en esa excelente retrospectiva que la cinemateca zaragozana le está dedicando. La vinculación del cine a la sociedad que la rodea hace que se manifieste de un modo profundo en el género policiaco. En el puente entre las décadas de 1920 y 1930 destaca este tipo de cine por su carácter testimonial. Nos encontramos en el momento en que los gánsteres están aureolados por el éxito popular y la admiración de las masas, que ven en ellos las palabras del triunfo.

    Hawks, sin ir más lejos, se inspira en la figura de Al Capone para pergeñar ‘Scarface’ (1932), según la obra de Armitage Trail, el ascenso hasta las cumbres del hampa en Chicago de un guardaespaldas, dominado por su afán de poder, donde la violencia y el melodrama se dosifican excelentemente. “Quería describir a la familia Capone como si se tratara de los Borgia instalados en Chicago”, decía el realizador de otros interesantes filmes de este género.

    En un sentido lato y con agujeros o sin ellos, el cuerpo de esta Zaragoza ennegrecida lo componen los escritores, esos sujetos que, muchas veces, no soportan la competencia del que tienen al lado, no pueden hablar frente a uno de ellos de la belleza de la escritura del otro. En sus vicios y sus extrañezas, en sus egos y su paranoias, vamos descubriendo, en las noches del alcohol y la nada, la maledicencia y la venganza como materias, también, de lo que está al lado del tintero. Una tinta que tiñe las aguas del Ebro, con sus historias inventadas e intrigas de ribera, territorio de asesinos, crímenes despiadados, venganzas justicieras o narraciones que rozan el terror.

    Tampoco son sencillos y etéreos, verdaderos, los fotógrafos siniestros en sus paseos sangrientos por la crónica negra de la ciudad, que nos llevan a escenarios de asesinatos, de arzobispos, barqueras e inquisidores. O como el docente panecillo griego, de digna posada, los restauradores -¡más madera!- amplían su repertorio gastronómico con esencias lorenzanas –ricas, ricas- que homenajean a los grandes detectives (los Carvalho, Maigret, Brunetti) con cócteles elaborados y menús de cuscús, corvina y rissiole. Y de vuelta a Casablanca, con carteros que llamen una, dos y hasta tres veces con la estatuilla houstoniana.

    Pero, entre tanta manifestación artísitica, maldita sea, falta el engranaje que lo envuelva todo, en audiovisual, en pieza teatral, acaso en celofán, relacionado, claro está, con el actual panorama gansteril que asola nuestra ciudad inmortal. Está el día saturado de políticos de peso mosca que continúan trampeando e inventan la gaseosa para la vieja –pero fea- tajada de siempre. De maulas que enredan nuestro tiempo escaso, titiriteros y títeres, sin aceptar esa condena de ser la generación muñida en la escasez por una banda de cuatreros. Sí, la Zaragoza del género negro.

    Porque si ya Oscar Wilde les reprochaba a las máquinas de escribir que no le aplaudieran cuando terminaba un buen texto, los aragoneses también somos unos yonquis del reconocimiento. Cualquier ‘juanbo’, como cualquier personaje de cualquier texto del ‘boom’ latinoamericano, nos recuerda, en secreto y en privado, aquello que dejó escrito el poeta: “Ya somos todo aquello contra lo que luchábamos a los veinte años”. Ahora que tanto se bastardean las pobres palabras verdaderas –y las tristes imágenes documentales-, conviene seguir leyendo al poeta. Ahora que el ahora no es más que el cartonaje de aquella democracia que algunos chulearon, poeta.

Artículos relacionados :