Indignos, Indignados, Indigentes / Chistian G. Toledo

 


Por Christian G. Toledo

Se cuentan por miles en las plazas de España.

    Movidos por el hartazgo de una sociedad en la que no se ven representados, asfixiados por la falta de oportunidades laborales, abrumados por un futuro más que incierto han tomado las calles para dejarse ver y gritar sus consignas. Es la revolución española de los indignados.

    Estas concentraciones demuestran que ya ha llegado el día en el que una generación de españoles, o varias, se han dado cuenta de que, al paso que vamos, en el futuro vivirán peor que sus padres.

   Que han sido, como ellos mismos proclaman, mercancía de políticos y banqueros.

   Políticos que, fueran de un color u otro, nunca les tuvieron en cuenta, tan preocupados por gobernar siempre para las mismas elites. Banqueros que, por el contrario, siempre les tuvieron muy presentes, pero sólo como un número más para cuadrar sus balances. Tras hacerles creer que hipotecarse a cincuenta años era un negocio formidable, el sueño de tener un empleo estable e independizarse se ha marchado por el sumidero de la crisis. Ahora el sueño es ser mileurista.

    Casi al mismo que tiempo que la OCDE pronostica que España necesitará al menos 15 años para recuperar el nivel de empleo previo a la crisis, Telefónica anuncia que quiere despedir a 8.500 empleados en cinco años.

    Telefónica ganó 2.432 millones en 2010 y ha previsto un plan de incentivos para 1.900 directivos del grupo de 450 millones en acciones en cinco años. Indignos.

   Como decía Cortázar, nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo.

    Ante la travesía del desierto que se nos avecina, debemos construir nuestra democracia, nuestro modelo económico sobre otras bases, que alienten la formación y la productividad al tiempo que aseguran una redistribución justa de la riqueza.

    Si la fiesta se ha acabado, debemos ponernos manos a la obra cuanto antes.

    Y la primera tarea será sacar a los indigentes, esos que afeaban con sus harapos el guateque, del cuarto de las escobas.

    Que esta pequeña revolución nuestra sirva para despertar conciencias.

    Y si conseguimos que la dignidad se imponga, otro futuro es posible.

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