Quincemeros, disolveos /José Luis Bermejo


Por José Luis Bemejo Latre
Profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de Zaragoza

       Parece que sólo los quincemeros tienen el monopolio de la indignación. Como si sólo cupiera la revolución en andrajos, como si sólo las tiendas de campaña pudieran levantarse frente a los palacios gubernamentales para así hacerles sombra.

Pero la ocupación de calles y plazas exige la oportuna concesión municipal de dominio público, y que la reunión pública sólo es legal si es temporal: otra cosa es un abuso y una afrenta a los derechos de la colectividad y un desaire a la ley, que es el mejor y más acabado producto de la democracia.

     La prepotencia con la que se desempeñan los quincemeros recalcitrantes empieza a ser bochornosa. La simpleza de sus proclamas sólo se equipara a la de los problemas que lamentan. Si el problema es la hegemonía de los partidos, el descrédito de la política, lo tienen fácil: creen un partido o entren en alguno ya constituido (sugiero esto último), y luchen por las reformas en las que todos parecemos creer. Por lo demás, el verdadero heroísmo se demuestra en el día a día, con la participación democrática cotidiana, con el ejercicio responsable y continuo de la ciudadanía. Pero esto es fatigoso y poco efectista, exige preparación, conciencia, ejercicio del análisis y de la crítica. Y acción constante. Cosas que no salen en los medios cuando no se fabrican en el soviet.

    Todos tenemos un poco de quincemeros, incluso los creyentes del sistema, acaso también los crédulos. La gente no está tan adormecida como nos hacen pensar quienes elogian a los quincemeros por haber iluminado no sé qué genuino espíritu democrático. Por un lado, tenemos un tanto de quincemeros como también lo tenemos de corruptos; por otro, somos conscientes de que es en la ayuda, y no en el arrebato, donde reside el germen del éxito. Cosas que los políticos profesionales y sectarios (y los quincemeros probablemente quepan en este cupo) no entenderán jamás. La utopía es un bosque cuyos árboles no nos dejan verlo.

    Quincemeros, si queréis que lo vuestro prospere, disolveos en el sentido más pleno del verbo, confundíos con las fuerzas políticas, infiltraos en las estructuras del sistema. El sistema tiene sitio para vosotros. El sistema tiene un sitio (si no varios) para cada uno de nosotros.

    Y si queréis perseverar en la lucha hasta la derrota final, siempre tenéis la opción de mover la acampada itinerante: os sugiero como próximo emplazamiento la boca del túnel ferroviario de Canfranc, que todos queremos reabrir, hasta los partidos políticos, incluidos los franceses, mientras la ferrovía sigue languideciendo.

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