Gabinete Caligari y su himno casual a Soria cumple 30 años


Por Matías Uribe

    Tanta Movida y tanta modernidad… y, leñe, ya han pasado 30 años. Sí, tres décadas desde que Gabinete Caligari publicase ‘Camino Soria’, su cuarto álbum, el más elaborado y de mayor éxito.

    Un dato: a primeros de los ochenta tocaron en el Plató, y apenas contaron con 40 espectadores; a finales de enero del 88 presentaron este disco en el desaparecido Pabellón Francés y allí tuvieron a casi cuatro mil personas. ¡Cómo corrieron!

   Un signo más que evidente, no solo del crecimiento de Gabinete, sino en general de aquel pop de la Movida, que empezó como una fruslería de cuatro jóvenes bien -otros decían niñatos babosos- y acabó apoderándose de las listas de ventas, de los escenarios y de los bolsillos de los ayuntamientos en fiestas.

    Tiempos musicalmente álgidos que marcaron discos como ‘Camino Soria’ o ‘La canción de Juan Perro’, por recordar dos de los más emblemáticos y de mayor rédito. La pasta que se metieron en el bolsillo todos aquellos imberbes… Un día, no hace mucho, Luis Auserón me confesaba: “Lo que más echo de menos de todo aquello es el dinero que ganábamos”. Nostalgias comprensibles cuando lamentablemente se acaban las abundancias y se nada en la precariedad.

   Treinta años después en el mundo del disco es entrar en el reino de la melancolía, en la resignación –¡la leche, treinta tacos más en la buchaca!-, la nostalgia y, cómo no, en el negocio: las consabidas reediciones de las discográficas para calentar un poco sus frías arcas. Y así ha llegado el rescate de aquel ‘Camino Soria’ de finales del 87, con remasterización y un goloso libreto de fotos y comentarios a cargo de los tres gabinetes, Loquillo y varios de los músicos y grafistas que intervinieron en su confección.

   Con este disco, Gabinete había saltado a la multinacional EMI en aquella desbandada hacia el dólar que casi todos los grupos de la Movida vivieron a mitad de los ochenta. Les pusieron medios técnicos en abundancia, un estudio espacioso y bien dotado tecnológicamente como los Doublewtronics, músicos acompañantes a mansalva, una panoplia de instrumentos, desde metales a cuerdas sintéticas, percusiones, teclados…, inimaginables para tres pipiolos un lustro antes, y un cerebrito del sonido y la producción como Jesús N. Gómez. También contaron con apoyo estético de primera: el fotógrafo Alberto García-Alix y el asesor gráfico, Pablo Sycet. Era lo obligado: ¡habían subido por méritos propios a la primera división de los grupos nacionales!, como cuenta Jaime Urrutia en el libreto.

   Y, claro, sacaron un disco a la altura de las circunstancias, de su rápido aprendizaje y de su recién estrenada categoría de oro; esto es, un disco repulido, luminoso, con unos brillos sonoros cegadores, con pespuntes del viejo gracejo casticista de antaño pero más tendente hacia sonoridades clásicas anglo americanas, con especial fijación en The Beatles y los Kinks; también en Phil Spector: ‘La fuerza de la costumbre’ estaba construida con el peculiar andamiaje de cuerdas y ampulosidad con el que el famoso productor construía sus ‘muros de sonido’, incluidos los típicos chasquidos de castañuela. Por otro lado, ‘La sangre de tu tristeza’ era un chispazo a lo Johnny Cash y Hank Williams, algo en lo que, por cierto, se les adelantaron Mas Birras, aunque con menos laureles. Y la portada no era sino un clarísimo guiño al doble blanco de los Beatles. Un gran disco, aunque para mí, los Gabinete más impactantes y adorables eran (y son) los de ‘Cuatro rosas’.

   ¿Y lo de Soria? ¿Una glosa de la ciudad? ¿Una muestra de afecto familiar? ¿Un desbravado apunte pseudo intelectual de tres ignaros rockeros en honor a Machado? Nada de eso. Desmontemos mitos. Hoy la canción es un himno para la segunda ciudad más fría y despoblada de España, pero nada de ello salió premeditadamente ni afectuosamente. No hubo la más mínima intención de glorificar a Soria, ciudad que solo habían pisado en alguna ocasión en plan excursionista, nunca en los tablados, y de la que en cierto modo se mofaban a raíz de su cutrez nocturna, tras leer un reportaje en la revista Primera Línea, sino pura conveniencia y casualidad a la hora de rellenar la melodía. Vamos que lo mismo que Soria podía haber sido Pontevedra, Sevilla o, sobre todo, Cuenca, que era la primera ciudad en la que pensaron a raíz de un viejo soniquete que repetía el hermano mayor de Urrutia al son de la lotería de Navidad: “¿Dónde va tu primo?: camino Cuenca?” Era cuestión de encajar la letra al lugar y sus emblemas cuasi turísticos, y punto.

   “Nos pareció un sitio lo suficientemente kafkiano para poder hablar de él”, me comentó Ferni Presas al término de la actuación del grupo aquella noche del 88. “Es que Badajoz es más fea y Soria más rica”, farfulló Jaime Urrutia en un estado físico y mental no muy estable (ay, los tragos) que hizo que un técnico se lo llevara lejos de mi grabadora. Eligieron Soria, pero podrían haber elegido otra población. Aunque, es cierto, eligieron la que eligieron y ahí quedó para la historia de la música española una de sus grandes canciones y de camino, un himno geográfico que ahora se rememora con este disco conmemorativo. ¡Treinta años!

Publicado en: https://www.heraldo.es/blogs/lavozdemiamo/?p=9582

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