Emilio Pedro Gómez: Motivos de horizontes


Por Jesús Soria Caro

   Emilio Pedro Gómez en Motivos de horizonte lleva al lenguaje a la tensión de sus límites, a decir de otra manera lo que no encuentra forma en la palabra, para alcanzar así nuevas perspectivas de ver lo real desde esta mirada poética diferente a la heredada, dirigida, convencional.

   Como nos dice Antonio Méndez Rubio en el prólogo del libro; es el poema el que habla sin un yo que lo dirija, lo hace desde un significado que existe pero que no ha sido encontrado para plantear así otros lenguajes de lo real desconocidos:

Las fuerzas del poema, desde luego, se emplean entonces en la oscuridad del tanteo, de la exploración fuera de campo, extraterritorial, no lógica ni meramente ilógica, sino orientada hacia la imposibilidad posible de una lógica distinta, de un modo inesperado de decir las cosas. Emilio Pedro Gómez lo sabe, lo reconoce y lleva esta tensión hasta su límite, la trabaja y deja para la lectura un margen de apertura suficiente como para que ese límite sea de nuevo tensado e incluso, por qué no, transgredido. (Gómez, 2015: 9).

Hay una búsqueda de lo que queda al otro lado de lo que se establece como real, es el otro lado de la campana, la verdad del silencio que no nace en la música. Lo que el chamán intuye en lo no visible como algo latente que no llega a ser en la lógica perceptiva pero que anida en el otro ángulo no percibido que es también parte de lo real antes de que se consume en una bifurcación que anula las otras posibilidades no sidas. El poeta busca el regreso al tiempo anterior al tiempo, ese camino inverso a las leyes a las que este se somete de principio-final. Es un indagar en las fronteras (los límites del lenguaje):

Ese silbo de pájaro
con el don de la búsqueda
la campana
de reverberaciones silenciosas,
el movimiento helado que es la escarcha
las voces malvas de la aurora
el chamán con su llave de símbolos
[….]
el aliento del dios que hunde la niebla
o ese copo de nieve que vuelve solo al tiempo (Gómez, 2015: 13).

El silencio contiene lo que debería ser posible en el logos, ese espacio que contiene lo anterior a lo que puede ser dicho, encerrado en la concepción lógica de lo real. Hay que verter esa mirada otra, poética, la razón poética que contiene lo que no fue y debió ser, lo que quedó fuera de nuestros límites cerrados de la verdad:

Verter silencio
en las palabras
hasta cuajar las voces
de su enigma. (Gómez, 2017: 14)

Las palabras pueden desvelar ese orden que el sentido ignoraba conocer, pero que es otra posibilidad de la herida de lo posible que puede curarse con la medicina de la libertad de palabra poética que ofrece nuevas posibilidades de nombrar el mundo:

Ahí está
lo que no sé escribir
agazapado
al borde del silencio

hace diana en el blanco del papel
sin dejar rastro,
justo donde presiento
la inminencia de un símbolo (Gómez, 2015: 21).

La poesía es una fuerza externa al yo racional, un fragmento de eternidad que se filtra en el instante. Es el origen de la luz que anida en lo oscuro, lo indecible que dicta la palabra que es libre del lenguaje y sus límites de lo real:

Verter el silencio
en las palabras
hasta cuajar las voces
de su enigma.

El verso guía la mano
con el mismo sigilo
con que el alba hace el gesto
de brotar. (2015: 14).

La naturaleza tiene sus signos vitales con los que escribir textos diferentes en cada amanecer, el vuelo de los pájaros, sus cantos de intensidad:

EL poema que escriben
las huellas de las aves en la nieve
se reitera
tan nuevo
e indistinto.
Lo leo sin mirar
lo miro sin leer
como acaricio
sin rozar
el signo indescifrable de este día. (2015: 16).

La palabra poética debe abrir significados que quedan ocultos, que no pueden ser alcanzados desde la mirada establecida que se ha acostumbrado a la lógica. Hay una perspectiva otra, libre, no gastada por la costumbre de lo real impuesto que puede nacer en un nuevo signo poético:

Llega la voz
de sí misma al rescate.

El grito traducido
a un goteo de sílabas.

Cambian de latitud
sombras que paso a paso
retroceden.

Despliegan las palabras
su propósito de luces:
se apropian de un sentido
que ignoraba
conocer.

El verso nace. (2015: 17).

La libertad que no alcanzamos en nuestra mirada de lo real sí que puede ser sugerida desde el lenguaje poético. Ser el fuego de lo indecible con el que esa palabra otra pueda arder en el silencio para librar al lenguaje de sus ropas (límites) y dejarlo así reducido a la ceniza, al desnudo de la palabra que no puede nacer para aquellos significados que no encuentran su ropaje con el que vestirse de logos:

Arder en él.
hasta librar los nombres
de sus ropas
Y el silencio
no sea una coartada
sino escritura a señas de lo oculto. (2015: 30).

El silencio es la flor de lo posible que no ha germinado en lo real. El no yo (el yo verdadero que podríamos llegar a ser) desaparece tras la palabra que no nace para nombrar esas otras realidades que no han podido surgir porque nuestro mundo y sus normas han impuesto modelos de conducir nuestra existencia en ella:

El silencio florece
donde se abisma el tiempo.

Cada palabra
que no escribo
.me hace
desaparecer
un poco más. (Gómez, 2015 23 ).

Hay que arder en el silencio para librar a los nombres de sus ropas, desnudar lo indecible del vestido de la palabra, que se desnude de los imposibles y quede la carne de lo libre que no se somete a la cárcel de lo lógico, moral, racional, único, establecido, significado sin cuerpo de singo que lo contenga que se vestirá de lo que debe ser aceptado sin el rechazo de lo diferente:

Arder en él
hasta librar los nombres
de sus ropas.
Y el silencio
no sea una coartada
sino escritura a señas de lo oculto (Gómez, 2015: 30).

Las palabras si fueran guerreros del significado lucharían por el silencio, por la libertad de lo que se encierra en los límites de lo decible, aquello que es pre-logos y sin haber nacido en el signo puede contener lo que la palabra reduce, atrapa, viste en el traje de hierro del lenguaje cuando es carne de sentidos desnudos heridos por el metal ceñido de las verdades cerradas:
Despejad las palabras.

Como un puente
O un río
el idioma es de paso.

Despejad las palabras.

Hasta que todas clamen
con sus patrias en blanco
los huecos de su voz. (Gómez 2015: 47)

La realidad es como un espejo que refleja lo que se dijo, lo que pudo ser, el silencio de lo posible que no fue dicho en la palabra de lo vivido:

Esconde el espejo
el no decir
que fue.

Un segmento de luz
captura el tacto
de ojos amendrentados
por la prisa.

Cuesta reconocerse…

Ya no aparta la vista el silencio. (Gómez, 2015: 59).

El canto del poeta es la lucha por dar testimonio de lo que no puede encontrar la forma en la palabra, existe antes y después que esta pero no hay signo que pueda ser fruto de la semilla de una verdad todavía incontenible en las formas del lenguaje. La flor del silencio anida en el desierto del logos…

GÓMEZ, Emilio Pedro (2017): Motivos de horizonte, Madrid, Enkuadres.

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