Por Jesús Soria Caro.
Antiaérea jugando de forma paródica con el concepto de El manuscrito encontrado en Zaragoza es una versión poética desde el punto de vista de las mujeres y de los hombres que comparten esas miradas de igualdad.
También es una caída en descenso, casi un Altazor como el que planteaba Huidobro en el que el lenguaje se desciende a lo infra-real que queda fuera del lenguaje y sus construcciones de lo que debe ser posible, pensable y decible. Hay una ruptura con los significados impuestos y con el lenguaje que termina siendo un animal obediente al servicio de una mirada del mundo compartida, unificada y creada desde un orden de verdad que anula lo individual, su libertad creativa frente a lo establecido. Cada una de las voces aquí reunidas es como una etapa en ese descenso a un orden primigenio de la verdad que se ha perdido…
Laura Casielles en “gramática de la relatividad” nos plantea que hay que descentralizar la mirada que se nos ha impuesto sobre las cosas. Se nos ha dirigido a un modelo de lo real que establece verdades compartidas que son discutibles, matizables. Nada es total en ninguno de los extremos que enfrenta sus visiones: la soledad puede ser fuente de creatividad, los extraños no son peligrosos, sino que pueden ser un universo libre que se muestra ante quien no volverán a ver, lo cotidiano que nos protege es una cárcel de las seguridades que nos alejan de lo nuevo, y tampoco el bien y el mal pueden cerrarse en posiciones fijas…
Quizá ni el tomate es tan puro
ni el tabaco tan mortal como comentan.
Me caen bien los extraños, me siento segura
en los países muy desordenados.
[…]
Confío en mi cuerpo
más que en buena parte de los médicos,
y algunas drogas nos ayudar a dormir.
El amor existe.
Abrazarse a muchos cuerpos no es sinónimo de calma,
no hacerlo tampoco ayuda demasiado.
He tenido jefes que eran mis amigos
y compañeros que no.
[…]
Los juicios no marcan la línea que separa el bien y el mal,
no marcan casi nada.
La verdad no tiene un solo nombre.
Casielles también propone una metamorfosis de lo introspectivo del yo moderno en la mirada del pájaro. Hay que ser como este, vivir desde la levedad, volar más allá del peso de lo real, tener la capacidad de elevarse y de mirar el peso de la historia individual y colectiva desde el ángulo del vuelo que nos otorga siempre una nueva libertad en la mirada.
Aprender la levedad del pájaro.
Sacar los pies del nido y encontrar
que fuera el mundo es limpio
y el cielo es amplio
y que no nos queda nada
por lo que valga la pena no amar.
Aprender
la levedad del pájaro. Respirar.
Sentir cómo pasa el aire
por todas las esquinas del cuerpo,
lo más parecido a volar
que puede hacer una mujer
como yo,
con el corazón
pegado a tierra.
Desafiar
la gravedad
como quien desafía
una norma, aprender
la levedad del pájaro.
Olvidar que las cosas pesan
y echarlas al aire,
quedarse quieta y ver
cómo
les nacen
alas.
Las voces heterogéneas que encontramos en esta antología nos ofrecen una mirada diferente a lo real, rasgos que debería ser inherentes a la poesía que debe nacer siempre del acto de mirar la realidad desde otras perspectivas nuevas, libres. Así, Anchel Conte en “Vida baizo a lava” nos ofrece una mirada del amor desde un paisaje interior volcánico, incontrolable, un río de fuego que quema llanuras y montañas de piel, un incendio de deseo que recorre nuestro paisaje desnudo:
o viello volcán que yere agora ye lava negra an que o miraglo d´a
vida no ye encá desapareixiu
por debaixo de zenisas muertas tresminan corazons cherminan
besos creixen fortals abrazos
pienso en tu e resuzito en metá de suenios imposibles de
distanzias isalvables de fundos rius
te grito sinse voz ta yo viens en luengo volito tu muixón d´alas
cubilladeras e armonioso canto
aquí tan zerca d´o miedo
ausidiu de tot amatau me creyebe pero en sentir-te vomeco fuego
e sinse cremar-me ardo[1]
Javier Jafarnés con la isotopía de lo religioso metaforiza un bautismo hacia un nuevo yo, desprovisto de camino, abierto a nuevas direcciones en su introspección, dejando atrás las oscuras catedrales de las religiones de la Verdad a las que debemos ofrecer nuestra devoción subjetiva. Debemos desnudarnos de la mirada anterior y nacer a una nueva, más allá de cualquier sombra de verdad que se haya construido como catedral o edificio de verdades casi sagradas, nacer a un yo bautizado en una continua y nueva mirada libre:
Acudo al cielo con manos bautismales
para que vierta su ira sobre mí.
Acudo como la luz del mediodía,
tranquilo, amable,
desprovisto de toda línea o camino,
de todo paisaje ya escrito en el corazón.
A mis espaldas se elevan oscuras catedrales;
de fuego las cruces, de llanto el altar.
Pero yo solo quiero beber su altura,
y dejar atrás las ruinas y el cuerpo
o mi cuerpo como ruina que atestigüe el dolor.
Acudo con frente desnuda y ojos infantiles
para que deshaga los nudos de mi vida
y me arroje –cielo inmenso y compasivo-
a cualquier otro lugar.
“Puedo hacerte lo vulgar” de Nares Montero habla de lo “vulgar” del sexo si solo es dominación, donde hay falta de sentido de unión personal. Se denuncia que el sexo no pueda llegar a ser un lenguaje de conocimiento del otro a través del afecto y del placer compartido y que, sin embargo, el otro sea usado como objeto de placer y de satisfacción del hambre de ego.
Puedo hacerte lo vulgar
de tantas formas y en tantos lugares.
Aparentar que te devuelvo los besos
cuando me muero del asco
o envolverte en un líquido suave y caliente.
[…]
El valor brilla como una joya falsa
y tanta lujuria solo es una pose [..]
Puedo entregarme a tus brazos obviamente,
con vocación de herramienta mecánica,
perfecta a tus propósitos y a tus hábitos de consumo.
Puedo explicarte mis gustos como quien lee de corrido
la lista de la compra y que los creas y los almacenes
en tu engañoso disco duro.
para que quizá en algún inevitable e improbable
futuro cotidiano juegues a la plenitud de conocerme. […]
Las miserias a las que tememos son escenarios
tan pulcramente pensados,
tan equilibradamente construidos para seducir,
para desestabilizar,
que a veces el mundo se me hace
una ruina de siglos,
un pretexto, un prólogo con que excusar
la normalidad.
Ana Muñoz habla del miedo: “Somos el miedo/que proyecta esa luz rara/de la que nunca quisimos hablar”. Versos que proponen viajar al otro lado de lo real, a lo poético, al mundo que pudo y debió ser y no fue:
Un pájaro le
que nos lleve
allí adonde nadie más nunca muera,
allí en donde desaparezcamos
buscando esa vida imposible
de la que nadie nunca más arrancarnos
pueda. (83)
Lola Nieto desde la filosofía del zen plantea una liberación del yo en el acto poético, que sea tan simple con la rana que se arroja al lago en el haiku clásico de Basho al que se cita de forma intertextual en el poema que aquí nos ocupa titulado “Escribir”. El yo en la escritura puede alcanzar el agujero de su ego, la voz que queda más allá del lenguaje que cierra límites de lo decible y lo pensable, lo que seríamos si no fuéramos ego ni tampoco el lenguaje ni todas las voces culturales que nos construyen:
La enfermedad
del agujero es
escribir
Si escribes eres un agujero- si eres un agujero destruyes la idea
del yo –si destruyes la idea del yo eres un agujero- […]
Si eres un agujero eres dos
a la vez eres muchas a la vez
cuando escribes eres-eres-eres-eres————–
———————– y estás siendo— siendo…
en los agujeros
el agujero del yo eres
cuando escribes eres entonces todas las cosas y los
seres que te atraviesan
y no lo sabes tomas conciencia de tu atravesamiento como forma
de vida
y la conciencia también agujereada tomas conciencia.
La voz poética en vuelo de caída nos propone una caída de descenso a niveles del pre-logos donde anida otra verdad que es libre, más allá de la automatización de nuestra mirada cuando la realidad es observada desde la mirada racional que implica el lenguaje convencional
[1] Traducción: “el viejo volcán que yo era es ahora lava negra donde el milagro de/la vida aún no ha desparecido/por debajo de cenizas muertas manan corazones germinan besos/crecen fuertes abrazos/pienso en ti y resucito en medio de sueños imposibles de/distancias insalvables de profundos ríos/te llamo sin voz hacia mí vienes en largo vuelo tú pájaro de alas/protectoras y armonioso canto/aquí tan cerca del miedo/extinto del todo apagado me creía pero al oírte vomito fuego y sin/quemarme ardo..