Colchón de púas: Luis García Abrines. La palabra oculta de Aragón


Por Javier Barreiro

     El 20 de junio de 2016, hizo un mes de la muerte de este singular y multifacético artista a quien sus amigos llamaron Luisito y- que mañana hubiera cumplido 93 años.

    Sabio, humorista originalísimo, tierno y gamberro, practicó con fortuna todas las bellas artes, incluyendo el arte de la vida. Mantuve una rica correspondencia con él, con la que me divertí y aprendí mucho, tal vez porque nuestros talantes e intereses eran parecidos.

 

(Publicado en Criaturas saturnianas nº 4, 1er. semestre 2006, pp. 221-239).

   Tremendo artista y casi desconocido en su tierra, por más que algunos amigos hayan guardado la memoria, sobre todo, de sus descacharrantes anécdotas, García-Abrines es un creador a tiempo completo que ha descollado en la música, en la erudición, en la plástica y en la literatura. Sus libros, sin embargo, salvando la reedición hace unos años de su primera obra por parte de la DGA, no han circulado apenas y es de ellos de lo que queremos dejar aquí alguna constancia.

     Nacido en 1923, hijo de un otorrinolaringólogo barcelonés y de zaragozana, su abuelo paterno fue coronel, jefe de la circunscripción navarro-aragonesa de la Guardia Civil, y el materno, Rafael Calvo, presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, un único día durante la Dictadura de Primo de Rivera. Luis estudió con los jesuitas y, terminado el bachiller, se empleó en el Banco de Aragón, “las zahúrdas de Plutón”, como lo denominaría el poeta. En 1940 es destinado a Madrid, donde estudia piano con Luis Galve y se relaciona con la desbandada intelectualidad capitalina[1]. En 1942, “asqueado de mi trabajo bancario”, vuelve a Zaragoza, continúa con sus estudios musicales y hace amistad con Alfonso Buñuel, Cirlot, Miguel Labordeta y Pilar Bayona, de la que anduvo enamorado[2].

  A lo largo de los años cuarenta estudiará Filosofía y Letras, se interesará intelectual y vitalmente por el surrealismo y hará las milicias universitarias.   Su vinculación surrealista, aparte de visceral, surge por su amistad con Alfonso Buñuel. Juntos abrían las cajas de Luis que doña María Portolés de Buñuel tenía muy bien guardadas y allí aparecían documentos, libros, películas, objetos…, de los que ambos se empapaban.

    En 1950 funda la Academia Miral de preparación universitaria y al año siguiente comienza a dar clases en el colegio Santo Tomás de Aquino, la Academia De Pedro y, como ayudante de clases prácticas de Lengua y Literatura, en la Facultad. Por tales fechas empieza a publicar ediciones críticas y eruditas de diversas obras[3]. Pese a haber militado durante la guerra en Falange Española, en 1940 se le dio la baja y, después, tuvo diversos problemas con el SEU. Por estas y otras causas, pide una beca al gobierno francés y en 1952 marcha a París para estudiar música contemporánea.

   En la capital francesa traba relación con Pierre Boulez, Oscar Domínguez, Jaime Sabartés, Picasso y con exilados aragoneses, como Honorio García Condoy y Fermín Aguayo. Expone en el pabellón español de la Ciudad Universitaria y conoce a la que sería su primera mujer, Margaret Junakos (Jounakos o Jaunakos, son otras grafías con las que se ha escrito su apellido)[4] con la que casó en 1954 en Madrid, poco antes de marchar definitivamente a los Estados Unidos. Allí, obtiene puesto de profesor de Literatura Española en la Universidad de Yale y, nacionalizado en 1959,vuelve un año a España para estudiar la vida y la obra del poeta áureo Juan del Valle y Caviedes[5], del que descubrió su nacimiento en Porcuna (Jaén), ya que se le creía peruano. Es entonces cuando José Antonio Labordeta publica el primer libro de Luis que hace el número 6 de su colección Orejudín: Así sueña el poeta en sus palabras (1960). Poco después abandona la Universidad de Yale y pasa a enseñar en South Central Community College de New Haven, donde permanecerá hasta su jubilación. En 1967 casa en segundas nupcias con la también profesora Marie Ellen Branchini de la que tendrá dos mellizas que se suman al hijo habido con su primera mujer.

   Entre otras muchas distinciones y cargos, en 1977 el artista zaragozano ocupó la vacante dejada por Stravinsky como Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Sección de música)[6] y tres años después publicó, a sus expensas en New Haven, donde vive hace casi medio siglo, su antología (1940-1970) de textos principalmente poéticos, Ciudadano del mundo (1980), del que, en especial, nos ocuparemos. En el mismo año, Pórtico publica una hermosa edición de Crisicollages para Luis Buñuel, que pasó prácticamente inadvertida, lo mismo que su último libro, por el momento,Variaciones sobre La donna e mobile (Solo -de gaita- para hombres), feroz pero bienhumorada sátira antifeminista editada por la Institución Fernando el Católico. No están los tiempos para gentes como Luis que gustan de decir y escribir lo que les viene en gana. Pero si los “ilustrados” aragoneses apenas han prestado atención a tan acreditado personaje, la ciudad de Zaragoza le concedió el título de Hijo Predilecto en 1982 y la Diputación Provincial, la Medalla de Oro de Santa Isabel en el año en que expiraba el segundo milenio. Hoy, García-Abrines vive relajadamente en Connecticut con su familia, sus libros, sus partituras, su colección de cerámica precolombina y su correspondencia con los buenos amigos zaragozanos que saben cuanto han perdido al no poder gozar de su presencia[7].                             

    Así sueña el poeta en sus palabras (fragmentos de unos evangelios apócrifos) se acoge en todo momento a los principios vanguardistas, desmitificadores y corrosivos consustanciales al autor zaragozano: la faja que envuelve el volumen proclama: “¡ATENCIÓN! ¡Advertencia importantísima! Todos los volúmenes que no lleven la huella dactilar del dedo ‘Gordo’ de la mano derecha de Luis García-Abrines, son ejemplares falsificados”. Y, efectivamente, en el ángulo inferior derecho de la página de respeto figura dicha impresión, que no se reproduce, en cambio, en los ejemplares de la segunda edición. La dedicatoria: “Para Pablo Picasso y antes para Jaime Sabartés” suprime el adverbio y la preposición centrales en esta segunda edición, que tampoco recoge la declaración estampada en esta misma página: “Siempre vuestro… y ¡pa’qué más!”

     En sus palabras de presentación: “Para constar ciertas cosas”, el autor declara antes que nada su gratitud a Alfonso Buñuel que le descubrió y enseñó el mundo de los collages pero precisa que, por razones que desconoce, no le mostró nunca los de Max Ernst, que sólo conoció al llegar a París. Ya entonces tenía confeccionados la mayoría de los que publicó en el libro, por lo que se ve precisado a informar de que las coincidencias evidentes que hay se deben a que muchas veces Ernst y él habían utilizado los mismos grabados como fuente de sus trabajos. Sea como fuere, este es el primer libro de collages editado en España, ya que aunque Alfonso Buñuel tenía más de veinte años atrás un volumen terminado, las circunstancias impidieron su edición[8]. García-Abrines elogia cumplidamente a su maestro y fulmina al otro autor español de collages que conoce: el poeta sevillano Adriano del Valle.

   El título del volumen alude a la condición de vate (vaticinador) del poeta, el jaez religioso de la labor poética, como se encarga de poner en claro el propio autor: “…desde hace tiempo he usado reiteradamente, no sólo en mis obras poéticas, sino hasta en simples artículos, del lenguaje bíblico, del lenguaje mesiánico, por su fuerza de catarata mágica, insospechada y terriblemente sugestiva; esto es: ¡Profética!”.

     Los treinta ocho collages que componen la obra van acompañados de sendas leyendas en secuencia narrativa, de modo que se nos cuenta una historia, más bien alocada, a la que el lenguaje profético proporciona ese carácter trascendente que hace más cuajado el humor que profesan. Los últimos redoblan el coherente dislate surrealista, con la aparición del risible Unamuno, el editor, el propio poeta y ese pulpo que, quizá, es el motivo más recurrente en las ilustraciones. Por un lado, el pulpo gigantesco, agresivo y monstruoso, fue una imagen ampliamente utilizada por los ilustradores del siglo XIX, entre otras razones porque el tema aparece en escritores tan populares como Victor Hugo, Michelet y Julio Verne o tan míticos como Lautréamont. Como es sabido, de estos ilustradores se valieron fundamentalmente M. Ernst, A. Buñuel, L. García-Abrines y otros muchos como base para sus collages;  por otra parte, simbólicamente, el pulpo, cambiante y polimorfo, es un claro distintivo de transformación[9] –y, por tanto, símbolo creador por desenvolvimiento-, pero también de la mujer fatal, que abraza y termina por devorar a sus amantes[10].

Veinte años después, y a sus expensas, el poeta edita  Ciudadano del mundo, libro de gran formato (27’5×20’5), que es, desde su título, una obra que homenajea al espíritu de Miguel Labordeta, con el que García-Abrines tuvo larga amistad y correspondencia. En 1952 los dos crearon, y fueron los primeros inscritos, el Registro Internacional de los Ciudadanos del Mundo, con oficinas centrales en Zaragoza. Pero es que, además, la obra se adscribe a las “Publicaciones de la OPI” antes de estampar ese “Ediciones Azuara-on-Hudson, New Haven, 1980”, tan abrinesco y surrealista. Modestamente confeccionado por el propio autor, la edición es de 500 ejemplares, todos numerados –otra vez el guiño travieso y anticonvencional- con el número UNO.

  El prólogo, “Península”, dedicado a Pepe Alcrudo e Israel Amitai, es un caligrama con la forma de España y, tras un dibujo titulado “Gallo presentando las armas”, que Picasso dedicó al autor el 10 de julio de 1952, comienza su primera parte, “Ciudadano del mundo”, que repite el título del libro, con un soneto que constituye una cantata funeral al llamado Manco de Lepanto. Pero, aunque el segundo poema tenga también la forma sonetil, no hagamos planes ni previsiones: en este caso se trata de un juego de neologismos, trucos fonéticos, erotismo entre infantil y desbravado y otro tipo de sorpresas.  No me resisto a reproducirlo:

                             Ratapún cataplán chiviori bioca.

                            Casorrán planifiel, cojón de ganga,

                             Ancristociel demón anangarranga

                             cuatro tazones cuatro de tapioca.

 

                             Chiviori bioca planifiel llenito

                             Sus sus quequés seséseque busto,

                             hasta que el vate muérese de gusto

                             mientras que la iza chúpale el palito.

 

                             Promischina mamal, culo culito,

                             tetón sesenta y nueve, como perra,

                             Taltelipén chisgarabís. Sopor.

 

                             Minina divina. Útero bendito.

                             Alegría. Flores. Yen Santa Guerra:

                             Amor, amor, amor y siempre amor.

    Siguen otros dos sonetos: “A una mala poetisa”, entre lo humorístico y lo corrosivo, y “El dictador”, coloquialmente mordaz, pero, a partir de aquí, se alternan poemas que utilizan metros romanceados, verso libre, formas semicaligramáticas… con otros escritos en inglés (“Kindnapping”, “American Lift”, “Remarse Has a Sweet Taste”), en italiano (“Ti amo come tutti gli alberi”, “Solo sono chiari”), francés (“Vers toi, toujours”), algunos que mezclan inglés y español (“Death, Thou Salt Die!”) o inglés e italiano (“Love”), francés y español (“Laissez-moi chanter en paix”), español y griego (“Que se rompa pero que no se doble”)… En fin, entre otras cosas, una cumplida muestra políglota que hace honor al título de Ciudadano del mundo, que ostenta el poemario.

   Junto a las formas poéticas aludidas anteriormente tenemos el poema visual (“Rock and roll con estribillo. Ejercicios de pronunciación para americanos tartamudos”), el poema aforístico (“Ciencia poética”) y otros más, como “Güiro y maracas en 6 por 8 sincopado”, dedicado al gran compositor Leonardo Balada, que utiliza jitanjáforas, aliteraciones y una ristra de recursos fónicos.

   Nunca falta el humor, el toque surrealista, un deseo de espantar al burgués que tiene más de travesura infantil que de conciencia social pero también aparece la nostalgia, como en ese largo poema, “Oda a mis pájaros”, una suerte de elegía a los gorriones de Zaragoza, que prosigue en otro, también de alta tensión intelectual, titulado “Asesinato de un pájaro”, donde el yo del poeta se manifiesta nítido sin ocultamientos, transformaciones ni ambages.

   A la homónima primera parte de Ciudadano del mundo, le sigue “Oraciones”, con dos poemas construidos en clave de condicionalidad y temporalidad. Luis no agota la gramatical clasificación sino que pasa a una tercera parte titulada “Poemas concretos”, que, efectivamente, son cinco cuajadas tentativas de poesía concreta. No muy lejos andan los cuatro poemas de la parte que le sucede: “Poemas para niños que no saben leer”, que da paso a “Collages”, compuesta de seis complejas composiciones que combinan el inglés y el castellano, con ocasionales incursiones en otras lenguas. Uno de ellos, “Castle in the skies”, adopta forma dialogada con intervención de seis personajes: el maestro, dos poetas, Cantinflas, Leopardi, que, muy propiamente, larga su parlamento en italiano, y Gracián, que, también como corresponde, expresa su pensamiento en frases nominales. El último de los de esta sección,  “Ahora me toca mí”, es un largo parlamento que condensa el estilo, las obsesiones, el tono y la identidad poética del autor.

    Siguen cuatro microcuentos; la pieza dialogada “Linchamiento”, calificada de tragedia en un acto en la que sólo hay diez intervenciones de un abuelo, un padre y un niño, que no ocupan más de dos páginas, y un llamado “Epistolario” en el que figuran dos bienhumoradas cartas explicando “el nacimiento de mis mellizas Linda y Alicia” y el antológico “la operación de mis almorranas”; también, un corto artículo en inglés: “A Footnote Concerning Abrines in James Joyce’s Ulises” y, finalmente, uno de los textos, a la vez, más sentidos y característicos del poeta: “Elegía a mi muerte con una carta a Miguel Labordeta”, escrito con motivo de la desaparición de su amigo.

    La parte final del libro: “Obra atribuida” contiene un popurrí casi dadaísta[11] en el que figura su autoepitafio, un haiku, jeroglíficos, poemas despendolados, declaraciones, biográficas y poéticas, en fin, cualquier cosa -siempre significativa, siempre inteligente- para terminar con el dibujo de una mujer desnuda sentada sobre un taburete, realizada con las teclas de la máquina de escribir.

   Libro, pues, de gran complejidad, batiburrillo, caleidoscopio, vademécum de una creatividad y una sensibilidad singulares, breviario antológico de las formas poéticas del siglo XX, confesión de parte, entre otras muchas cosas, del amor a su tierra, que aparece constantemente en referencias directas e indirectas, la limitada circulación de este volumen ha impedido su conocimiento y la consabida pereza intelectual de nuestro medio para con la poesía –salvo limitadísimas excepciones- ha dado lugar a que no exista un solo estudio sobre la lírica del seguramente mayor vanguardista aragonés vivo.

    Los dos últimos libros creativos de Luis García-Abrines son también de collages. Dedicado con veneración al cineasta[12] en su ochenta cumpleaños, Crisicollages para Luis Buñuel[13], en una magnífica edición de la Librería Pórtico, presenta una realización formal mucho más rica y elaborada que el volumen publicado veinte años atrás. La precisión alucinada, sustantiva y polisémica de los textos de El Criticón queda expresivamente ilustrada por los collages, que, compartiendo las mismas características, dan la nota de perplejidad y belleza. El humor del primer libro ha derivado en una sutil melancolía, en una mirada sobre el tiempo y sobre el mundo limpia como la belleza que se sueña y triste como el imperecedero ideal inaccesible.

   El humor vuelve con su última obra (1988), Variaciones sobre La donna e mobile (Solo -de gaita- para hombres). En esta ocasión los collages, también muy elaborados, ilustran citas misóginas de la literatura de todos los tiempos. Ni que decir tiene que, entre que la edición apenas circuló y el pánico a lo “políticamente correcto”, el libro, que, imagino, aún se puede conseguir, es un perfecto desconocido. Reproduciré las palabras que Ildefonso Manuel Gil dejó escritas en su solapa:

 LUIS GARCÍA-ABRINES es como pintor y como criatura humana eso que Rubén Darío llamó un “raro” y Juan Ramón Jiménez un “héroe”.

  Polifacético y original ha marcado sus creaciones plásticas y verbales con una constante exigencia de personalidad extraña, casi siempre desconcertante y siempre altamente meritoria.

  En esta colección de collages (…) disimula su devoción y respeto a la mujer con unas Variaciones sólo aparentemente antifeministas. Ese tipo de antítesis es muy característico de García-Abrines: aragonés fiel, nacionalizado norteamericano; cosmopolita que se pone el cachirulo para asistir a actos culturales al otro lado del Atlántico; ciudadano del mundo y vecino sentimental de Azuara; surrealista y erudito minucioso; profesor de literatura y tejedor de alfombras. La síntesis de toda esa serie de antítesis es la incambiable personalidad de Luis García-Abrines.

    Jorge Guillén definió a LGA como “surrealista impenitente” y Camón Aznar lo llamó “último surrealista aragonés”. Sánchez Vidal habla de su “baturrismo ilustrado” y el propio Luis Buñuel estampó: “La discrepancia irracional entre las imágenes y los bellísimos textos de Gracián hace que el impacto poético sea más intenso que en los collages de Max Ernst”.

    Otro vanguardista, Antonio Fernández Molina (1983), termina así su artículo sobre LGA:

  (…) goza de la aureola de una leyenda basada en hechos reales, pues este artista lo es obre todo por su actitud vital que hace de él uno de los inventores del happening, el arte conceptual, de la actitud, etc., antes de que estas manifestaciones fueran puestas miméticamente en circulación en los medios artísticos e intelectuales. En él cada uno de sus gestos y de sus sorprendentes salidas obedecen a un impulso interior que le lleva a expresarse de insólita, original y sincera forma, con una auténtica categoría, que por encima de la valoración actual o posterior de sus obras y sus hechos, hacen de él un creador infrecuente que trasciende los límites.

  Esa actitud la ha llevado siempre a la vida cotidiana, desde que, de niños, los hermanos[14] ataviaban a la criada con casco militar hasta cuando, en la Universidad de verano de Jaca durante los años sesenta, se burlaba en una conferencia del General Franco “porque soy ciudadano americano y puedo hacerlo. ‘Vosotros, no. Os jodéis’” –se reía. Pasando por cuando desembarcaba en el aeropuerto neoyorquino vestido de baturro o, en la Universidad de Yale, explicaba a Unamuno cubierto de gasas y esparadrapo. Al final de la clase, escribía en la pizarra “Creer es crear” y se desprendía de los apósitos consiguiendo que los estupefactos alumnos no olvidasen nunca la frase unamuniana.

  Ahora que, para bien y para mal, nada sorprende a nadie, la personalidad de Luis García-Abrines es un fogonazo agudo, fugaz y estentóreo, que ilumina más de medio siglo de la compleja y disparatada cultura española que nos ha tocado vivir.

 

                                                                                             NOTAS

[1] Entre otros, conoció a José Gutiérrez Solana y al presidente de la Junta Teosófica de España, Eduardo Alfonso, con los que, indudablemente, habría de entenderse.

[2] Cf. Juan Eduardo Cirlot, Pájaros tristes y otros poemas, Zaragoza, Los Libros del Innombrable, 2002. En carta a LGA, Luis Buñuel, “como buen zaragozano”, reconoció haber estado también enamorado de la pianista de los catorce a los dieciocho años.

[3] La primera fue la obra de Alfonso Gómez de Figueroa, Alcázar imperial de la fama del Gran Capitán, la Coronación y las Cuatro Partidas del mundo, Madrid, Instituto “Miguel de Cervantes” del C.S.I.C, 1951; la última, por el momento, el facsímil de Antolinez de Piedrabuena (seudónimo de Fray Benito Ruiz), Carnestolendas de Zaragoza en sus tres días, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2005. Como era de prever, esta última obrita, un prodigio de amenidad y noticias curiosas, no ha suscitado interés alguno.

[4] “jounakos”, junto a “ulbenjoyos” y  “opicilos” fue una de las categorías en que la O. P. I. (Oficina Poética Internacional, fundada precisamente por Miguel Labordeta y Luis García-Abrines) dividía a sus poetas.

[5] Muchos años después publicaría su poesía: Juan del Valle y Caviedes, Obra poética (edición, introducción y notas de Luis García-Abrines Calvo, con la colaboración de Sydney Jaime Muerden), Jaén, Diputación Provincial, 1993.

[6] Entre sus publicaciones musicales es destacable la edición de la obra de Gaspar Sanz, Instrucción de música sobre la guitarra española,  Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1952.

[7] Un buen resumen biográfico, del que extraigo varios de estos datos, en Pérez Lizano (1992).

[8] Iba dedicado a Max Ernst y parece que desapareció en el Madrid de la guerra.

[9] V. C. G. Jung, Símbolos de transformación, Barcelona, Paidós Ibérica, 1982.

[10] No es este el lugar para derivar por lasmuy sugerentes interpretaciones que este símbolo podría deparar. Para los interesados, hay un libro monográficamente dedicado a este asunto, traducido al español y, además, excelente: Roger Caillois, Mitología del pulpo, Caracas, Monte Ávila, 1976.

[11] En una antología de la poesía aragonesa que sólo se publicó traducida fuera de España (1994-1995) escribí: “…constituye el típico caso de agitador poético, más cercano a presupuestos dadaístas que al surrealismo…”, lo que hoy, aunque matizaría, sigo suscribiendo.

[12] Luis Buñuel respondió con una sentida carta que reproduce J. A. Labordeta (1980).

[13] La palabra “Crisicollages” parece hacer alusión al vocablo “crisis”, con el que encabeza Gracián los diversos capítulos de El Criticón.

[14] Luisito siempre ha afirmado que el más surrealista de los García-Abrines era su hermano Paco, así como, en la familia de los Buñuel, lo era el psiquiatra Leonardo.

                                                                         OBRA

Así sueña el poeta en sus palabras (fragmentos de unos evangelios apócrifos), Zaragoza, Col. Orejudín, 1960. / Zaragoza, DGA, 2000.

Ciudadano del mundo, New Haven (EE.UU.), Azuara on Hudson, 1980.

 –Crisicollages para Luis Buñuel, Zaragoza, Pórtico, 1980.

-Variaciones sobre La donna e mobile (Solo -de gaita- para hombres), Zaragoza, IFC, 1988.                                                                                                                           

 

                                              BIBLIOGRAFÍA

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-BALLABRIGA, Luis, “Luis García-Abrines (II)”, Andalán nº 364-365, 15-IX-1982.

-BARREIRO, Javier, La línea y el tránsito, Zaragoza, IFC, 1990, pp. 304-306.

-BROTO, Julio, Diccionario biográfico musical aragonés, Huesca, Gráficas Alós, 1986, p. 46.

-COMÍN GARGALLO, Gil, “Zaragoza en Estados Unidos. El poeta Abrines”, El Noticiero, 8-V-1960.

-DOMÍNGUEZ, Antonio (dir.), Voz: “García-Abrines Calvo, Luis”, Gran Enciclopedia Aragonesa 2000, tomo X, Zaragoza, El Periódico de Aragón, 2000, p. 2367.

-FERNÁNDEZ MOLINA, Antonio, Voz: “García-Abrines Calvo, Luis”, Diccionario Antológico de Artistas Aragoneses 1944-1978, Zaragoza, IFC, 1983, p. 192-193.

-HORNO LIRIA, Luis, Autores aragoneses, Zaragoza, IFC, 1996, p. 212.

-LABORDETA,José Antonio, “Los collages de un ciudadano del mundo (con carné), llamado Luis García-Abrines”, Andalán nº 288, 26-IX a 2-X-1980, p. 15.

-, Voz: “García-Abrines Calvo, Luis”, Gran Enciclopedia Aragonesa, tomo VI, Zaragoza, UNALI, 1981, pp. 1499-1500.

-, Los amigos contados, Zaragoza, Librería General, 1994, pp. 25-27.

-LABORDETA, Miguel, “Así sueña el poeta en sus palabras”, Despacho Literario, Zaragoza, Sagitario, 1960. Reproducido también en la segunda edición de la obra reseñada.

-PÉREZ LIZANO, Manuel, Focos del surrealismo español. Artistas aragoneses 1929-1991, Zaragoza, Mira, 1992, pp. 174-186 y 282-289.

SÁNCHEZ IBÁÑEZ, José Ángel, La edición de la poesía en Aragón 1962-2000. Aproximación bibliográfica, Zaragoza, Universidad de Zaragoza-Ibercaja, Poesía en el campus nº extraordinario noviembre 2001, pp. 135-136.

-SÁNCHEZ VIDAL, Agustín, “Luis García-Abrines, un ciudadano del mundo”, El Día de Aragón, 17-VI-1984.

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