Por Jesús Soria Caro
La obra lírica de Ángel Guinda supone un combate contra los significados de la vida, las normas impuestas a lo largo de siglos de civilización. La libertad es la esencia del ser que ha sido domesticada por lo social, las convenciones, las leyes, las normas.
Su poesía es la mirada desde los ángulos otros de la ruptura, pero también hay una necesidad de encontrar sentido al orden final que gobierna nuestra existencia, una respuesta que explique el porqué de nuestro ser.
El hedonismo se agota. El transcurrir de la existencia es el notario que registra la caducidad de nuestro tiempo de placer. Hay también que encontrar un sentido en el viaje por el ser, en el transcurrir hacia el final:
Uno busca, en esta vida, algo
que en otras vidas cree haber perdido.
Nadie sabe qué puede ser,
y todos darían casi todo
por encontrarlo en su interior. (Guinda, 2017: 10).
Es la vida quien se ha fumado al poeta, interesante personificación que pone en duda que él sea el actor sino la sustancia que se consume. Hay un interesante juego de inversión lógica cercana al imaginismo de Ezra Pound, ya que anteriormente el yo lírico se había fumado todo lo nocivo (humos, contaminación) y también lo placentero (el clítoris):
Me he fumado la vida
como el tiempo se me ha fumado a mí.
[…]
He fumado los gases subterráneos
del metro en sus andenes;
el aire de Madrid sucio
como una traición a la luz más hermosa;
las nevadas del yeso en las pizarras,
la hoguera negra de los tubos de escape
[…]
la avellana tan blanda de los clítoris,
la espesa polvareda de lo siniestro
cuando huía de mi sombra,
y mi vida hecha polvo,
y el polvo que seré
bajo el árbol secreto de la muerte. (Guinda, 2017: 11).
Hay textos que tematizan la metapoesía o metalenguaje, la verdad que arde en el yo lírico que es adulterada, convertida en cenizas de lo indecible si se reproduce con las palabras y sus limitaciones de significación. El ser, su existencia, su libertad buscada, la esencia de nuestra razón de vivir y tener pasión por nuestra historia, la vida y el progreso hacia lo desconocido que es el futuro. Hay todo un mundo de formas que mezclan emociones, ideas, sentimientos, vacíos. No existen significantes en los que atrapar lo que al ser reducido al signo y su verdad cerrada no queda nombrado en su totalidad, sino expresado de forma falaz, condicionada por las posibilidades fijas de lo decible:
Quise apresar el mundo con palabras:
quedé atrapado en ellas.
Busqué palabras como mundos:
enmudecí.
Sin mundo, sin palabras,
persigo, en el humo, la luz. (Guinda, 2017: 14).
La “caja” es la metáfora de nuestra sociedad encerrada en convenciones. El autor hace una denuncia a la falta de libertad. Todo está establecido: nuestras relaciones sentimentales, el orden urbano, vital. Hace un juego con los valores etimológicos de la palabra para denunciar la imposición de encajar:
Lo diría un indígena y tendría razón:
“ustedes tienen la vida organizada en cajas:
nacen y los depositan en una cajita
su casa es una caja y las habitaciones
son cajas más pequeñas.
Suben a la casa en una caja,
bajan a la calle en una caja.
Viajan en una caja.
Duermen y hacen el amor en una caja.
A través de una caja ven el mundo.
Cambian de casa: lo meten todo en cajas.
Los bancos y las cajas hacen caja.
Y cuando mueren
los introducen también en una caja”
Todo está hecho para que encajemos.
Nos encajan la vida.
Algunos no encajamos y nos desencajamos. (Guinda, 2017: 23).
El verdadero viaje no es el que se acomete hacia lugares remotos, desconocidos, sino el que debe tener lugar en nosotros, en las zonas abisales, desconocidas, parajes que requieren valor para ser explorados. Esos otros mundos inalcanzables están en nuestra alma, en los espacios más recónditos e insondables, en sus abismos en los que debemos adentrarnos:
Fuera de ti no esperes encontrar
lo que dentro de ti nunca has buscado.
No es más hermoso el sol de otros lugares
por lejanos que estén.
Lo que importa es la luz que da vida a tus ojos.
No fatigues tus días
en recorrer países en busca de otros mundos.
No tardes en emprender el viaje a tu interior,
no vaya a ser que pronto sea tarde.
No estás de ti tan cerca como crees,
ni es tanto el tiempo del que aún dispones
para descubrirte y conquistarte. (Guinda, 2017: 38).
Idea que es reiterada en uno de los poemas inéditos “HAS ENVUELTO” en el que se alude a que más allá del infinito está el yo, más inalcanzable todavía en su totalidad, en todas sus vertientes introspectivas: “Viajar al infinito no es bastante./El gran viaje comienza en uno mismo:/dentro de ti, más allá/fuera de ti, más adentro” (Guinda, 2017: 41).
Lo social está presente en su obra, aquí quienes cruzan el mar buscando una oportunidad son rechazados. Son casi como las huestes del Cid, a las que el miedo les hace ser ignorados. Aquí el falso rey del poder global, de la débil grandeza de nuestra enfermedad consumista:
ALEJADOS de nuestros países
tejíamos el alto mediodía.
El aire desplegaba blancos, azules, amarillos.
¡Qué puente de temblor tanto ensimismamiento!
En la cala enrojecida del crepúsculo
la eternidad nos dio sed,
pero el agua de las emociones no es potable.
Nos abrazó la noche
y se borró el camino de regreso.
De espaldas al mar
golpeábamos las ventanas encendidas:
no nos abría nadie.
Empujados por los ojos del frío
caminamos a ciegas
hasta alcanzar un barrunto de civilización.
¡Y era la nueva vida, y era un mundo mejor! (Guinda, 2017: 46)
El tiempo, su imposibilidad de volver atrás a aquello que amamos o querríamos recorrer en otra bifurcación de los deseos. El final del final si es que existe tal y como lo podemos imaginar desde la razón o tal vez haya algo que sea pregunta sin respuesta que gobierne el destino de nuestra desaparición. El poeta comprende la belleza de los contrarios, su misterio, porque donde anide este, como escribió Bécquer, habrá poesía:
PREGÚNTATE por la grandeza de lo insignificante
por qué el tiempo no echa marcha atrás.
Pregúntate que eras antes de lo que eres,
a dónde irás después de estar aquí.
Pregúntate qué dirá la tierra cuando cruje,
por qué el sol abrillanta las piedras mojadas
y el consuelo no sofoca las lágrimas en llamas.
Pregúntate qué fue de tu juventud,
de la magnificencia de los cuerpos que amaste (Guinda, 2017: 49).
La obra de Ángel Guinda es la indagación del poema como territorio de ausencia del mundo. Lugar del afuera desde el que buscar la libertad para el yo y para el mundo.
Romper los límites del significado para así romper los del mundo. Hay palabras que en lo poético viven y mueren, otras traspasan las fronteras del lenguaje, abren puentes a una mirada al mundo, se hace posible lo imposible. La poesía es útil en un mundo inútil.
BIBLIOGRAFÍA
GUINDA, Ángel (2017): Poemas útiles de un poeta inútil, Olifante, Zaragoza.