Alfredo Saldaña: La huella en el margen

146HuellaP
Por Jesús Soria Caro

      Alfredo Saldaña propone en La huella en el margen una relectura de la Historia, esa que se escribe con mayúsculas porque ha creado un relato de dominación sobre otras realidades a las que se consideró inferiores y a las que se sometió a nuestro modelo occidental de poder.    La narración de lo sucedido adulteró una realidad de opresión y anulación de esos otros mundos, dominados y expoliados en la colonización que se desarrolló principalmente en el siglo XIX. Se nos propone realizar una mirada que se sitúe fuera de su centro, que anide en todas aquellas verdades que han sido acalladas por lo establecido, por un modelo social neoliberal en el que la economía, el desarrollo tecnológico y su uso como unificador de verdades mediante la globalización con sus imposiciones económicas y culturales han debilitado a las “otras” realidades identitarias, eliminando las diferencias culturales, sociales y acallando otras lecturas más libres de la vida.

    Frente a esta mirada afincada en la centralización de lo establecido desde el poder surgen divergencias, interpretaciones de disidencia como la que propone Sousa de Santos, quien acuñará la propuesta de una “epistemología del sur” que implica otros modelos de interpretar y experimentar la verdad que nazcan de esas otras perspectivas que han quedado fuera de ese modelo dominante occidental que excluye culturas, realidades sociales diferentes. Esta “epistemología del sur” supone una apertura hacia todas estas diversidades que no deben ser silenciadas por la voz dictada por un modelo unificador, anulador de otredades, excluyente de otras verdades no contenidas en lo planificado desde ese orden que pretende hacer del mundo una verdad centro, un poder que anule todas las diferencias, un estado cárcel de información e influencias que haga de nuestras culturas una fotocopia de identidades cuyos rasgos sean la misma forma de vestir, de vivir, de consumir, de aceptar falsas democracias, de ver la realidad virtualizada a través de la pantalla de Internet. Nuestro mundo globalizado que sufre una unidad alienante es como un pájaro de fuego que vería la lluvia de la verdad desde la cárcel de una estructura de pensamiento que es una jaula conceptual que lo domestica para poder formar parte del sistema, sin poder salir afuera de su prisión y mojarse de libertad, de autonomía, de diferencia frente a lo fijado desde fuera.

      Se destaca también el pensamiento de Hal Foster (1995) que ha denunciado esa posmodernidad que con prácticas heterogéneas y sin voz crítica ha calmado el mar de la lucha por las diferencias con diques acríticos de lo banal, dando lugar a algo similar a un río sin fuerza que genera aguas de sumisión allí donde la verdadera furia de la corriente de la verdad debería producir nuevos estuarios hacia la liberación de verdades impuestas, se ha canalizado esa rebeldía que sería necesaria frente a la instauración de moldes sociales y económicos opresores. Este juego de poder, como afirma Alfredo Saldaña, requiere que:

      El ecumenismo, cosmopolitismo e internacionalismo heredados de la modernidad han dejado paso en la       posmodernidad a una sociedad mundializada en la que la globalización, con frecuencia, no es tanto un valor del que debamos sentirnos orgullosos como un hecho contra el que habría que rebelarse en la medida en que supone, en lo económico, imposición de un modelo injusto y crecientemente insostenible y, en lo cultural, fomento de la uniformidad y anulación de las diferencias. (Saldaña, 2013: 61).

      Se debe llevar a cabo una exploración de esos mundos o realidades sociales de lo otro, de lo diferente a lo que ha formado nuestra cultura, acto de defensa de las alteridades que ha sido desarrollado por los estudios culturales, por lo que afirmará Alfredo Saldaña:

     Es momento de trabajar una política real y eficaz en el reconocimiento de la alteridad (campo en el que desde algunas líneas de los estudios culturales se ha avanzado de manera considerable), de desarrollar una estética de la otredad, de promover la búsqueda y la aceptación del hecho diferencial… Y no hay gesto cultural más valiente que ese que se interesa por el conocimiento de otros mundos, aun a riesgo de poner en cuestión el mundo propio, hecho que implica asumir la posibilidad de la pérdida y la experiencia de la otredad. (Saldaña, 2013: 63).

      Es fundamental desaprender nuestros esquemas de interpretación de lo real, estos son formas ordenadoras que han instaurado un modelo social, moral, cultural. Es necesario lograr abrirse a otras lecturas de ese centro excluyente de otras posibilidades diferentes a aquellas que han fijado los centros de una verdad unificadora y segregadora de otras miradas más libres o más ajenas a nuestro sistema racional, instrumental, esclavizador de las rentabilidades económicas, de la utilidad de las cosas, colonizador de la verdad mediante el poder global de la tecnología y la información. Un mundo de progreso pero que se olvida de la dimensión de un yo libre, más humano y menos determinado por lo que produce o posee. Un ser que no debería ser una pieza más en el engranaje de la racionalidad instrumental, aquella que entiende que todo en la vida debe servir para algo. La belleza, el amor y la libertad no sirven para nada (en el sentido de la rentabilidad de producción material) pero todos las necesitamos para saborear la existencia y dar sentido a las cosas. A lo largo del texto se alude a que no solo hay que recuperar las otras miradas culturales sino que cada individuo debería encontrar una voz que le diferencie de ese coro de lo compartido, de la verdad común insertada desde lo cultural, lo social y sus construcciones de dominio sobre su verdadero ser libre, aquel  que anida fuera de esas zonas comunes que anulan al verdadero yo, que silencian los resquicios de su voluntad no dirigida desde los influjos de lo enseñado y lo heredado. Es un yo otro, afirmado en una alteridad que poseía en sí mismo de manera innata antes de convertirse en un yo-social, debería recuperar así su liberadora otra voz pre-moral, pre-civilizada, pre-identidad. Hay, como afirma el poeta Roberto Juarroz, que desaprender, deformar, desemantizar, descreer, desactivar dichas ideologías y centros de verdad: “Desbautizar el mundo,/sacrificar el nombre de las cosas/para ganar su presencia”. La palabra es parte del edificio del pensamiento, sus puertas cierran la verdad en los muros de un sistema de lectura que limita y anula otras lecturas de lo real. La verdad es infinita y no puede ser contenida en un edificio cerrado. Por eso el nombre de las cosas, como nos dice Juarroz, es el límite cerrado de la palabra que se encierra en el límite de lo que se puede pensar, de cómo se puede o no vivir o leer la vida, por eso hay que desbautizar el mundo, romper las definiciones que nos atan a una interpretación cerrada.

      Saldaña profundiza en pensadores como Edward W. Said (1996) que trabajaron la exclusión de aquellas culturas o mundos que fueron sometidos a la mirada del centro de la Historia, aquella que expolió, dominó, anuló y subordinó esas otras propuestas alejadas de nuestro sistema occidental. Nuestro apetito por la destrucción y el dominio nos llevó a la conquista de esos otros mundos relatando el proceso como la creación de nuevas posibilidades de progreso. Hay que realizar una contra-escritura que desmonte esas falsas narraciones de la Historia, esas exclusiones y holocaustos de la diferencia cultural disfrazados de democratización y civilización de lugares salvajes y atrasados:

      El arte también ha fijado modelos centrales participando de una representación de lo real en la que se desplazaba hacia el margen a la mujer, al hombre negro, a otras propuestas culturales. Han surgido otras posibilidades de lectura que recuperen esas voces calladas por lo hegemónico, así lo ha hecho la crítica feminista (Kate Millet, Elaine Showalter), también la crítica poscolonial (Edwar Said, Gayatari Chakravorty Spivak) defendiendo que el arte se desplace hacia la otredad, renunciando al canon que expulsaba fuera de sí esas otras realidades, liberando así al hombre negro y a la mujer de la obligatoriedad de tener que identificarse con personajes que no los representaban:

     La experiencia del la literatura contemporánea se corresponde en gran medida con la noción del margen, del vaciado de sí mismo, del alejamiento del centro, del viaje que irremisiblemente ha de conducirnos al encuentro con el otro en la disolución de la propia identidad (Saldaña, 2013: 71).

     Nos encontramos ante un mundo global, todo es accesible, todo parece ser la repetición infinita de una misma realidad, detrás de esto hay un proceso de eliminación de lo que diferenciaba las culturas, de aquello que hacía de lo otro un valor enriquecedor. El progreso tecnológico ha favorecido la creación de un mundo centro, de un no-lugar donde todo es igual, donde en muchos lugares del planeta repetimos formas de vestir, de vivir, de habitar simulacros como las falsas democracias que son un proyecto deforme de lo que deberían ser. Somos como seres clonados que repiten la costumbre de formar parte de algo que unifica, segrega, desplaza aquello que quiera ser libre, que se aventure a hacer de la existencia un ejercicio de diferencias. Tenemos una misma moral, una misma economía, una misma cultura, una misma vida (o muerte en esta no-vida de la que participamos) para habitar en un mundo de la información y de progreso tecnológico pero que ha enfermado de verdades, de ideas, de diferencias necesarias. La huella en el margen en una obra crítica que hace de la verdad un itinerario de bifurcaciones hacia todas las otredades, que asume lo necesario de recorrer las otras verdades silenciadas, de hacer un contra-camino frente a la globalización y su sistema de unificación de formas de vida, pensamiento y prácticas sociales y vitales. Es “huella” lo que forma parte del título porque se nos propone el pisar esas realidades diferenciales, el hacer camino hacia el “margen” ya que en la periferia de lo establecido residen otras opciones más libres de entender la realidad.

Artículos relacionados :