Desde mi carpa: Animales en el circo (II)


Por Germán Oppelli

   Osos. Los más corrientes en la mayoría de los circos son los osos europeos capturados en los montes para adaptarlos a la vida del circo.

    Aparentemente dóciles, son presentados en pista con bozales y encadenados. Esto, claro está, se hace por evidentes razones de seguridad, al no actuar con jaula.

  Perros. Los perritos amaestrados configuran un número que no todos los circos del mundo poseen. Su doma, su enseñanza, es difícil. Es un animal nervioso, muy inquieto, que no permanece estático, y resulta, por ello, incómodo de adiestrar. Los perros futbolistas son los más esperados por el público, especialmente infantil: las evoluciones sobre la pista golpeando con sus hocicos los globos provocan las carcajadas, y la chavalería salta y brinca en los asientos. Compartí programa en el circo Alemán con el profesor Feliú y sus perritos calculadores. Eran capaces de sumar, restar, multiplicar y dividir. Ahora bien, tampoco eran tan grandes matemáticos, que no sabían hacer la raíz cuadrada… “¿Quién ganará la liga?”, interrogaba Feliú. Al instante, el perrito daba dos o tres o cuatro vueltas a la pista y cogía el escudo del equipo que el público quería que ganara. Finalizaba el número con otra pregunta: “Vamos a ver, Toby, ¿en cuántos días hizo dios el mundo?”. Toby, naturalmente, daba seis ladridos. “¿Y qué hizo el séptimo día?”, insistía el domador. El perrito, naturalmente, se echaba en el suelo y cerraba los ojos. “¡Descansó, descansó!”, confirmaba Feliú, alborozado, mientras el público aplaudía.

  Chimpancés. La presentación en pista de los monos y chimpancés es siempre espectacular: saltan, brincan, realizan una y mil piruetas… En el zoo Circus coincidí con Miss Alexandra, que llevaba un simpático número con estos animales. El más revoltoso terminaba su ejercicio bajando por un tobogán y, ya en pista, daba un mortal hacia delante, saludando al público. Era verano y la lona de la puerta estaba levantada. Un día dio el salto y se marchó a la feria. Salieron, corriendo, la domadora y varios empleados. Lo que pareció una anécdota volvió a ocurrir a los pocos días. Varios empleados, entonces, se ponían en la puerta… pero el chimpancé los burlaba con el consiguiente pitorreo de la grada. Así pues, se cerró la lona de la entrada, pero el mono daba el mortal y se iba a la grada, con el alboroto del respetable. Y, al final, no hubo más remedio que sujetarlo con una correa. El número era el mismo, sí, pero el resultado distinto.

  Ya tenemos la navidad a la vuelta de la esquina. El arriba firmante, gustosamente, les desea unos días muy felices, con chimpancés o sin ellos, con perros o sin ellos, con osos o sin ellos. Y, por supuesto, un año nuevo lleno de felicidad. Con animales o sin ellos.

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