Teatro Principal

Por Susana Vacas

    Tantos por qués que nos surgen a lo largo del día, tantos y tantos que quedan sin resolver por más que lo intentamos. A mí me asaltan a diario y no paro de hacérmelos, de preguntarlos a ver si un alma caritativa me los resuelve. Pero bien por falta de caridad, bien por ignorancia me quedo sin solucionarlos.

    Quizá sea, y esta es la opción que me he acabado por creer, porque nosotros, los seres humanos, estamos locos… Locos de remate, viviendo en esta pelota terráquea que gira y gira sin parar en torno a otra pelota caliente caliente que hemos dado en llamar Sol.

    Sin embargo, ahora tenemos el Sol más lejos y continuamos igual de locos. Sigo sin entender nada. Ni en política, ni en economía, ni en arte y cultura. Tanto internet y tanta gaita y ahora resulta que el teatro se pone de moda. Ahora vas a las taquillas y ¡hay que hacer fila! La gente sacamos las entradas con meses de antelación, los carteles reciben miradas atentas, los horarios son consultados, las obras comentadas… Esto pasa.



    Y así, en Navidad, los papás y los abuelos llevaron a sus pequeños a los espectáculos infantiles. Otros fuimos sin la excusa de la edad. Disfrutamos, en general, aunque la generalidad no evitó un cierto agotamiento en unas y una felicidad sonriente en otras. Caleidoscopio, Yllana y Templanza pasaron por allí. Pero luego terminaron estas fechas y lo seguimos haciendo. Los por qués nos continuaron asaltando.

    Por qué había obras a las que los medios les daban tanta importancia y otras pasaban desapercibidas. Había veces que no encontrábamos en un periódico de papel el horario de un Arbolé (¿Heraldo se entró de que La Barricada Teatro tras Huesca y Madrid paró por allí?). Otras en las que un concierto (olé Arbolé y Principal) era una nota breve sin nada de información (Quique González no lo necesitaba, ya lo sé, pero La Shica quizá sí).

Otros muchos por qués.

   Por qué la gente le cuenta su vida a las taquilleras cuando van a sacar su entrada.

   Por qué las llaman por teléfono para decirles cosas como que han perdido las entradas y que qué hacen. O que se me han caído detrás de la cómoda, una cómoda que tengo muy muy antigua, que la tengo hace mucho y que heredé de mi abuela, la del pueblo de mi madre, y que no las puedo coger. De veras, esto pasa, no tengo yo tanta imaginación como para inventármelo y encima escribirlo aquí.

   Por qué será todo esto.

Y por qué el público se entusiasmará tanto por los actores cuando vienen del mundo de la tele y por qué obvia a otros muy válidos y más valientes.

Por qué habrá perdido el sentido crítico.

Quizá sea porque lo que le ofrecemos adolece de mediocridad.

En general, hablo.

Susana Vacas

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