Brasil: Hechos Alternativos


Por Manuel Ventura

   Me amenaza nuestro ALD (Amado Lider Dionisio) con retirarme el saludo si no envío una crónica de esta parte del fin del mundo que distraiga a los lectores del Pollo de los avatares patrios que les quitan el sueño. Como esa expectativa, la de que me retire el saludo, me parece horrible, me apresto a cumplir raudo sus siempre bien fundamentadas órdenes.


Manuel Ventura
Corresponsal del Pollo Urbano en Brasil   

    Quede constancia de que cuando antes hablaba del ‘fin del mundo’ no me refería a una localización geográfica, pues bien podría ser acusado de eurocentrismo, con aromas de neocoloniaslismo y otros graves pecados de incorrección política, sino a una localización literal: por aquí por Brasil ronda el fin del mundo. Al menos del mundo como lo conocíamos.

    No me refiero solo a la pavorosa situación sanitaria, sino a otras cosas de las que luego os hablaré.No sé cuantos muertos se contabilizarán causados por el maldito virus cuando leáis estas páginas, pero es un hecho que, mientras vosotros comenzáis a liberaros de algunas restricciones, aquí el número de muertos diarios continua en más o menos 2.000.

    Cuando veo los informativos a veces imagino un debate entre Biden y Putin discutiendo acaloradamente si contra el dolor de cabeza es mejor la aspirina o el ibuprofeno. Solo sería posible después de mucha vodka y mucho bourbon al final de una noche de parranda. Pues aquí, lugar famoso por su parranda, estamos en esas. El presidente Bolsonaro, demostrando al fin que durante 30 años como diputado-bufón del congreso en realidad se dedicaba a estudiar medicina, dedica sus comparecencias públicas, formales o no, a defender dos cosas respecto a la lucha contra el virus: el tratamiento precoz y la cloroquina.

    Si lo que parece significar ‘tratamiento precoz’ fuera lo que significa, que se trate a los enfermos cuanto antes, creo que todos estaríamos de acuerdo. Pero no, queridos, quiere decir otra cosa. Que se les administre cuanto antes cloroquina. No importa que los especialistas que se basan en estudios afirmen que no sirve para nada frente al virus e incluso puede provocar efectos secundarios indeseados. Por algún motivo entre los que no se descarta la recepción de jugosas comisiones, esa medicina se ha convertido en un campo de batalla donde los partidarios irredentos del mandatario colocan todos los días mensajes de enfermos que han superado la enfermedad mientras tomaban cloroquina y agradecen al presi su receta.

    Voy a contraatacar con otra indicación, a mi modo de ver irrebatible. El 100% de los pacientes recuperados bebieron agua durante su calvario. Ergo, agua en vez de cloroquina. Más barato. Y punto pelota.

    Se ha instalado en el Senado una Comisión Parlamentaria de Investigación que tiene como objeto esclarecer la ineficiente y malévola gestión del gobierno ante la pandemia. Diariamente desfilan por ella los exministros de sanidad y otros altos cargos. Digo exministros porque vamos por el cuarto en menos de año y medio. Los dos primeros, médicos, dimitieron por que se negaron a promover el consumo de cloroquina. El tercero, general en activo del ejército y sin ninguna formación en medicina, duró bastante más, defendiendo gallardamente las estupideces de su jefe, hasta que varios escándalos como la muerte de muchas personas en hospitales por la falta de oxígeno o la demora en la compra y distribución de vacunas forzaron su dimisión, no sin antes quedarse un mes trabajando con su ya nominado sustituto para, tal vez, limpiar algunos cajones.

    Pero vamos a lo que me ha provocado titular esta crónica como Hechos Alternativos. De hecho, creo que no se ha valorado en su justa medida el mérito de la invención conceptual de una jefa de prensa de Donald Trump cuando, defendiendo a su jefe de haber mentido como un bellaco cuando afirmó que a su toma de posesión habían acudido más norteamericanos que a ninguna otra, explicó que Donald se había limitado a exponer “hechos alternativos”. Y lo más llamativo es lo que sucedió después: nada.

    Desde entonces, algunos han perfeccionado el invento hasta extremos asombrosos. Por empezar con algo de poca importancia, una diputada federal del mismo partido por el que Bolsonaro se presentó a las elecciones presidenciales, el PSL (creo que era el undécimo partido al que ha estado afiliado, pero ya ha salido y se espera de un momento para otro que se anuncie su afiliación a otro, el Patriota) afirmó que una manifa en moto encabezada por Bolsonaro a la que acudieron el día 12 de junio unos 12.000, todos ellos viralmente desprovistos de mascarilla, había entrado en el Guiness de los récords al contabilizarse 1.324.523 asistentes. Con dos cojones. No más de un millón, no, exactamente 1.324.523. Lo mejor es que muchos bolsominions, en vez de llamarle la atención por ridiculizar a su mesías, han retuiteado el mensaje sin dolor y sinvergüenza (así, junto). Imposible no acordarse del soldado que anuncia la llegada de 10.001 indios, uno delante y unos 10.000 detrás.

    Más serios me parecen otros hechos alternativos. Por ejemplo, que el actual gobierno brasileño es el mayor defensor de la historia de la región amazónica, justamente cuando hasta la policía federal (comandada por un ciudadano nombrado por el presidente con el objetivo declarado de que pare las investigaciones por corrupción de sus cuatro hijos) investiga la implicación de varios altos cargos del Ministerio de Medio Ambiente, incluido el propio ministro, en el comercio ilegal de madera amazonense.

    Alguien que vive en un lugar en el que todos los hechos son alternativos es el ministro de economía, Paulo Guedes, el mismo que fue nombrado por el ínclito porque sabía todo de economía (“yo no sé nada de eso, pero voy a poner un ministro que se lo sabe todo”, declaró en su día). Es el mismo que el año pasado declaró que el real devaluado servía para que las empleadas domésticas no fueran de vacaciones a Disneylandia, y que hace poco se escandalizaba porque el hijo del portero de su edificio fuera a la universidad aprovechándose de la política de cuotas reservadas para negros y pobres que aprobó Lula. Para él, la economía va de viento en popa. Le faltó agregar que hablaba de la economía de algunos. Nunca había crecido tanto la fortuna de los millonarios brasileños. Sobre todo, los relacionados con el agronegocio, que se aprovechan de la devaluación del real cobrando sus exportaciones en dólares a 5,2 reales y pagan sus costes, sobre todo los laborales, por debajo de lo que pagaban cuando el dólar estaba a 1,7. No importa el pavoroso crecimiento del desempleo. El formal, que ha pasado del 4% de 2010 al 14% ahora. Y el real, porque millones han desistido de buscar empleo.

    Desde el punto de vista digamos sociológico, el hecho alternativo más notable es la asombrosa proliferación de comunistas. Veamos: el seleccionador nacional de futbol apoya a los jugadores que se resisten a participar en la Copa América porque es comunista. La red Globo, que cuando se empeñó en apoyar la destitución de la presidenta Dilma Rousef no hacía otra cosa que disimular, porque ahora informa diaria y puntualmente de la desastrosa evolución de la pandemia, es propiedad de comunistas. En resumen, cualquiera que no sea idiota es comunista.

   Lo más curioso de todo esto es que el número de apoyadores del presidente, aunque ha decrecido, se mantiene en niveles altos. Las últimas encuestas afirman que el expresidente Lula le barrería si las elecciones fueran mañana, pero otorgaban a Bolsonaro un número alto de votos, cercano al 30%. Cuando Trump afirmó que podía salir a la puerta de su edificio y disparar al primero que pasara sin perder ni un solo voto estaba confirmando, efectivamente, el fin del mundo.

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