Los escándalos acosan a Alemania: ¿qué está pasando?

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Por Andreu Jerez

 

     Las noticias de corrupción o malas prácticas salpican a multinacionales como Volkswagen y Deutsche Bank. Para algunos, un síntoma del agotamiento de la economía social de mercado germano. ¿Está acabado el modelo económico alemán (y por ende europeo)?

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Por Andreu Jerez
Corresponsal del Pollo Urbano en Alemania

    Deutsche Bank es uno de los 14 bancos alemanes que se ayudó del gabinete Mossack Fonseca para establecer empresas pantalla en Panamá en favor de algunos de sus clientes. Así lo desvelaronrecientemente los tres medios alemanes (el diario Süddeutsche Zeitung y los canales de televisión públicos NDR y WDR) integrados en el consorcio internacional de periodistas que sacaron a la luz los ya popular y mundialmente conocidos como papeles de Panamá.

    Desde 2007, el mayor banco privado de Alemania estableció al menos 426 de las alrededor de 1.200 empresas pantalla relacionadas con el sector bancario germano. Su objetivo: la evasión de impuestos a través de la llamada ingeniería fiscal. Según los tres medios alemanes, algunas de esas firmas incluso siguen existiendo hoy. Deutsche Bank se sitúa así a la cabeza de los bancos alemanes involucrados en la mayor filtración de la historia del periodismo en lo que a creación de empresas fantasma se refiere. Un dato que no habrá sorprendido a aquellos que vienen siguiendo la trayectoria de la primera entidad bancaria privada de la locomotora económica europea.

    “Sólo las infracciones legales organizadas en la manipulación de los tipos de interés (líbor, euribor) supusieron ganancias de alrededor de 500 billones de dólares. Ese tipo de prácticas eran evidentemente habituales en el mayor banco de Alemania (…). La pretensión de sus directivas de que se había tratado tan sólo de casos aislados fue simplemente una forma de negar el establecimiento de una responsabilidad organizada. (…) Ninguna organización mafiosa podría vencer a Deutsche Bank o a otros bancos similares en una competición”.

    Este párrafo está extraído del libro ¿Es el Deutsche Bank una asociación criminal?publicado recientemente por el jurista y publicista alemán Wolfgang Hetzer. A la hora de hablar sobre Deutsche Bank, Hetzer evita los eufemismos. La hipótesis de su libro, que da título al mismo, parte de la siguiente premisa: el clima empresarial de la entidad se erigió en una “irresponsabilidad organizada” en la que los sistemas de control internos y la filosofía bancaria ligada a la economía real brillaron por su ausencia.

    Hetzer dedica casi dos páginas del libro sólo a enumerar todas las acusaciones y sospechas a las que se enfrenta Deutsche Bank: incumplimiento de la obligación de informar a sus clientes sobre las prácticas especulativas con los tipos de interés, prácticas de cartel en el comercio con seguros de incumplimiento, falsificación de información en la venta de productos financieros, manipulación de balances bancarios y también en los mercados de divisa, diversas prácticas corruptas, como por ejemplo la colocación en la estructura de la empresa de hijos de importantes burócratas del régimen chino a cambio de contratos de explotación en el gigante asiático, y así un largo etcétera.

De banca tradicional a banca de inversión

    Como explicó recientemente Hetzer en una charla con periodistas en Berlín, Deutsche Bank pasó de ser una de las columnas del denominado “milagro económico alemán”, el gran motor financiero de la economía real y las grandes empresas alemanas que pretendían volver a los mercados internacionales tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, a convertirse en un actor más de la banca de inversión especulativa, cuya tradición tiene sus raíces en plazas financieras como Nueva York y Londres, y no en Berlín o Fráncfort. Como apunta el documental de la televisión pública alemana “La caída de Deutsche Bank”, el banco se instaló a partir de la década de los 90 en “una cultura del cowboy financiero”.

    “El declive de Deutsche Bank”. Así tituló el conservador y referencial diario Frankfurter Allgemeiner Zeitung un minucioso reportaje sobre el primer banco privado germano. “Quien busque las razones del declive de Deutsche Bank, se topará rápidamente con su acceso a la banca de inversión”, escribe el FAZ. “El banco se instaló en otra cultura empresarial, la anglosajona. La banca de inversión apuesta por caminos más cortos para hacer negocios más rápidos. Detrás de todo eso están las ganancias y, cómo no, los bonos de gratificación”.

    Deutsche Bank, un banco tradicionalmente ligado a la cultura empresarial alemana basada en la exportación y la economía real, dio el salto a la banca de inversión y al negocio especulativo en 1989: el entonces presidente de la Junta Directiva, Alfred Herrhausen, cerró la compra del banco británico Morgan Grenfell. Pocos días después, moría en un atentado bomba del grupo terrorista de extrema izquierda alemán RAF (Fracción del Ejército Rojo).

   Pese al asesinato del directivo y a lo ruinosa que resultó la compra del Morgan Grenfell, el cambio de cultura empresarial de Deutsche Bank no cesó ahí. Todo lo contrario: siguió su curso en armonía con el capitalismo de casino que estaba a punto de inaugurar una nueva y aparentemente imparable era tras la caída del Muro de Berlín, el hundimiento del bloque soviético y el fin de la guerra fría.

   Tras el primer paso dado en 1989 por Herrhausen, el jurista Hetzer considera 2003 como el otro año fundamental para entender la evolución de Deutsche Bank: “El entonces Gobierno federal rojiverde [de Gerhard Schröder] descubrió que los mercados financieros podían crear miles de puestos de trabajo y decidió abrazar la economía financiera porque era moderna, porque el resto de países también lo hacían y porque Alemania tenía que abrirse al mundo. Entre 2003 y 2004 diseña y aprueba la Ley de Modernización de Inversión, que permite la operación de hedge funds [fondos de alto riesgo] que hasta ese momento no eran legales en Alemania”.

Deutsche Bank, ¿un caso paradigmático?

    Volkswagen, Siemens, Allianz, Deutsche Bank. El del banco alemán es sólo el último nombre en la lista de empresas alemanas cuya reputación se ha visto afectada por escándalos o sospechas de malas prácticas. La marca ‘Made in Germany’ sigue siendo referencial, pero ya no es lo que era. Su reputación cae precisamente por la pérdida o erosión de valores que la hacían fuerte en el mercado internacional: seriedad, trabajo bien hecho, confianza. Llegados a este punto, surge inevitablemente una pregunta: ¿es el de Deutsche Bank un síntoma del sistema económico alemán y, por ende, europeo?

     A pesar de ser sectores y casos diferentes, la manipulación de emisiones protagonizadas por Volkswagen o el escándalo de la manipulación de balances bancarios o las prácticas especulativas con los tipos de interés en el seno de Deutsche Bank tienen un denominador común: Alemania ha dejado de ser ese oasis político y económico que durante los últimos años se había mantenido aparentemente ajeno a la gran corrupción, tan señalada en España, Italia o Grecia desde el norte de Europa. Alemania seguirá siendo, sin duda, un campeón de las exportaciones, pero su marca ‘Made in Germany’ difícilmente saldrá intacta de la larga lista de escándalos que han manchado el nombre de sus grandes empresas.

     En busca del impacto que han tenido casos como el de Volkswagen o Deutsche Bank, los grandes medios alemanes se han hecho eco de editoriales o informaciones publicadas en el extranjero. “El caso de Volkswagen va más allá”, escribía recientemente el diario francés Le Monde. “Daña la imagen de los europeos, a quienes tanto les gusta dar lecciones y jactarse de ser pioneros en la lucha contra la contaminación y el calentamiento global”. En el espacio público alemán se va asentando así la sensación de que la salida a la luz de más casos de corrupción o malas prácticas de empresas alemanas acabaría socavando inevitablemente la buena reputación de la marca ‘Made in Germany’, fomentada durante años tanto por el Gobierno alemán como por el mediano y gran empresariado germano.

Dura radiografía de la economía alemana

    “La economía de Alemania puede ser calificada de fracaso. Desde 2000, ha crecido menos que la media de la eurozona. También los salarios han crecido menos. Incluso menos que la inflación. (…) La pobreza también ha aumentado, de manera que uno de cada cinco niños viven por debajo del umbral de la pobreza. Las diferencias salariales son mayores que en la década de los 90. (…) El mal rendimiento de la economía es, en buena parte, resultado de una baja productividad. Ello se debe a las escasas inversiones, de las más bajas de las naciones industrializadas. (…) El país anda de capa caída y vive de las rentas”.

    Esta es la radiografía de la economía alemana que dibuja Marcel Fratzscher, director del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW), en su reciente libro La ilusión alemana. Por qué sobrevaloramos nuestra economía y por qué necesitamos a EuropaUn diagnóstico durísimo que, sorprendentemente, procede de uno de los institutos de análisis económico más renombrados del país. El análisis ofrecido por Fratzscher lleva al lector a la siguiente conclusión: los casos de corrupción protagonizados por Deutsche Bank o Volkswagen no son más que síntomas de agotamiento de un sistema económico cada vez menos productivo, menos eficiente y más desigual. Un análisis que, tal vez, podría aplicarse a buena parte de la economía europea, habiendo sido el alemán un modelo exportado a la periferia comunitaria.

    Deutsche Bank cerró 2015 con pérdidas récord por valor 6.700 millones de euros derivadas fundamentalmente de multas, los enormes costes de los litigios generados por los escándalos financieros y de la caída en picado de sus acciones. La peor crisis de la historia de la entidad tendrá consecuencias a corto plazo: el banco pretende cerrar el próximo verano 200 de sus 723 filiales en Alemania y despedir a 4.000 empleados. Con un año 2016 en el que los resultados no apuntan una mejoría sustancial y a falta de un comprador que asuma las deudas, el fantasma del rescate con dinero público ha dejado de ser tabú en Berlín.

    El que fuera el buque insignia del sistema financiero alemán muestra las debilidades de un modelo que para el presidente del DIW, Marcel Fratzscher, van incluso más allá: “La economía social de mercado de Alemania, tal y como la conocimos durante más de siete décadas y que aseguraba el bienestar de todos los grupos sociales, ha dejado de existir. En la economía social de mercado alemana se juega con cartas marcadas, cada vez hay menos competencia real”.

Publicado en: http://www.esglobal.org/los-escandalos-acosan-a-alemania-que-esta-pasando/

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