Berlín: Contra el consenso neoliberal

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Por Andreu Jerez

    El periodismo objetivo no es existe. Es un mito. Todo periodista tiene una opinión personal sobre la realidad sobre la que reporta en forma de noticia, crónica, entrevista o reportaje. Esa postura personal se acaba reflejando irremediablemente en las estructuras de sus piezas, en el orden con el que presenta sus informaciones, en sus titulares e incluso en aquellas informaciones que decide descartar.

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Por Andreu Jerez
Corresponsal del Pollo Urbano en Alemania

    Por tanto, cualquier lector, oyente o espectador debería desconfiar de aquél que se declare defensor del “periodismo objetivo”, porque o bien desconoce la profesión o bien pretende manipular a la gente a través de esa pretendida “objetividad”.

     El periodismo honesto sí existe. No es un ningún mito. Ha habido y hay grandes periodistas que ejercieron y ejercen la profesión desde la honestidad, que no sesgan las informaciones que previamente han contrastado, que creen que sus reportajes deben contener pluralidad de voces que refleje lo más fielmente posible la realidad sobre la que reportan, que creen en la información como instrumento crítico con realidades injustas e invisibles.

    El buen periodista honesto nunca dirá que busca la cobertura objetiva porque sabe que, pese a que sí hay datos objetivos, la objetividad absoluta en su profesión es imposible. Los periodistas honestos existieron, existen y existirán pese a las empresas periodísticas públicas y privadas, cuya defensa de intereses propios o ajenos les lleva demasiado a menudo a vender como indiscutibles enfoques que son puramente ideológicos.

   En este artículo vamos a analizar algunos ejemplos de cómo posiciones claramente ideológicas representantes del consenso neoliberal se acaba incrustando como verdades irrefutables en los relatos de los grandes medios tradicionales, que acaban ofreciendo así opiniones disfrazadas de “informaciones objetivas”.

    El nuevo estadio de capitalismo conocido como neoliberalismo (en su versión de democracia liberal -la Unión Europea o Estados Unidos- o en su versión más autoritaria -China o Rusia-) está omnipresente en la práctica totalidad de los medios de comunicación de masas. Esa omnipresencia se refleja precisamente en la repetición cíclica de las agendas informativas, de los enfoques periodísticos y de la autocensura que los profesionales de los medios suelen aplicar sobre su propio trabajo de forma consciente (por miedo a las represalias) o inconsciente (por simple ósmosis ideológica y profesional).

    Arranquemos con el primer ejemplo: la cobertura económica sobre los Tratados de Libre Comercio (TLC) en general y más concretamente sobre el Tratado de Libre que Estados Unidos y la Unión Europea pretenden firmar próximamente. Si echamos un vistazo a noticias, teletipos y crónicas dedicadas al asunto por medios y agencias españolas y alemanas, destaca la ausencia de un análisis crítico de las consecuencias de un TLC entre EEUU y la UE. Las notas suelen ceñirse a hablar del (lento) avance del proceso negociador y de las dificultades del mismo. Además, apenas recogen las posiciones críticas de organizaciones como ATTAC, y si lo hacen, las recogen de manera abstracta, poco concreta.

    Desde una perspectiva puramente económica, el TLC es descrito como “una alianza que se traduciría en 160.000 millones de dólares de beneficios para Europa y 130.000 de lado EE.UU” (diario ABC, 21-02-2014), como “la mayor zona de libre comercio del mundo, con más de 800 millones de personas” (agencia EFE, 17-02-2014) y como “una mayor capacidad de consumo para los ciudadanos” de ambas orillas del Atlántico (diario económico alemán Handelsblatt, 19-02-2014). Todo ello es celebrado, además, por la “economía”, citada a menudo en la prensa alemana como un ente abstracto, casi de carácter divino, cuando en realidad se evita nombrar al gran empresariado europeo y estadounidense.

      El enfoque expuesto sobre la cobertura del TLC obvia, sin embargo, una realidad difícilmente rebatible: los tratados de libre comercio de corte neoliberal traen consigo creación de riqueza, pero la ausencia de herramientas distribuidoras de ese dinamismo económico también genera una aumento de la desigualdad social.

     Un dato que pone blanco sobre negro lo dicho previamente: según un reciente estudio del estadounidense Center for Economic and Policy Research, 20 años después de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, en sus siglas en inglés) entre Estados Unidos, Canadá y México, en el país latinoamericano había en 2012 14 millones de personas más por debajo del umbral de la pobreza que en 1994. No en vano, México es un alumno modelo del neoliberalismo global: su economía crece al tiempo que lo hace sus desigualdades sociales y también el crimen organizado. Pese a la contundencia del dato, no vi ni rastro del citado informe en los medios de comunicación de masas tradicionales.

Los bancos, “instituciones sistémicas”

      Otro de los asuntos sobre los que la cobertura de los medios tradicionales deja bastante que desear es la crisis bancaria de la llamada periferia europea. Los bancos son presentados regularmente por diarios, radios y televisiones como instituciones financieras a las que “no se puede dejar caer” por su excesivo peso en las economías de libre mercado. A partir de esa premisa (evidentemente ideológica), numerosas piezas periodísticas de carácter informativo (no me refiero a tribunas o columnas de opinión) justifican directa o indirectamente la inyección de dinero público en aquellos bancos en problemas como una medida inevitable, como algo que los gobernantes responsables tienen que hacer ante la ausencia de alternativas. Pero sí que las hay.

     El año pasado, poco antes de las últimas elecciones federales de Alemania, la fracción verde del Parlamento europeo, con el diputado alemán Gerhard Schick al frente, publicó el informe “La participación de los acreedores en la crisis bancaria de la Eurozona”. En él, los autores ponían en evidencia con amplía documentación que si el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea hubiesen reaccionado antes obligando a los grandes acreedores de la banca periférica (otros bancos y fondos de inversión) a participar en la reestructuración de las entidades en problemas, Estados como el español o el griego podrían haber evitado pedir préstamos que a posteriori supusieron durísimos recortes en gasto público en sanidad o educación. 

     El informe pasó nuevamente de puntillas por el panorama mediático, mientras buena parte de los textos periodísticos aplaudían el rescate de los bancos con dinero público como una medida “inevitable”. La ideología neoliberal (privatizar los beneficios y socializar las pérdidas) volvía a incrustarse así en la narrativa predominante en los grandes medios europeos al tiempo que la gran banca colocaba espacios publicitarios en las páginas de los diarios y en los prime time de las cadenas de televisión.

Periodismo y política económica

    La precarización laboral ya es un hecho en las grandes redacciones periodísticas, y ello supone puro veneno para el periodismo honesto: ante la falta de medios y de personal, la exigencia de las rutinas productivas diarias es cada vez mayor. Ello provoca que muchos editores y redactores apenas tengan tiempo para valorar la importancia de las diferentes noticias, para contrastar informaciones o para investigar asuntos silenciados (por injustos). Los profesionales de los medios acabamos así participando más en la construcción de un espejismo de la actualidad. El periodismo honesto está así cada vez más acorralado en las redacciones de los grandes medios.

    Más allá de la evidente crisis que sufre el sector, muchas veces me pregunto si a los propietarios de los medios les interesa realmente que los periodistas tenga el tiempo y los recursos para ejercer su profesión de manera honesta: ello pondría en entredicho la escandalosa infiltración del discurso neoliberal en los discursos mediáticos. El periodismo es, al fin y cabo, parecido a las políticas económicas sobre las que informa: detrás de ambos siempre se esconde una posición ideológica, y esa postura es a veces bien incómoda con el poder.

 Artículo escrito para la revista pueblos: http://www.revistapueblos.org

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