El hombre que vivió como un poeta / Eugenio Mateo

Por Eugenio Mateo Otto
http://eugeniomateo.blogspot.com.es/

    El pasado 26 de abril, la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro entregó los Premios Búho 2018. Entre los premiados, Emilio Gastón a título póstumo.

    En los días en los que se reunió la Junta Directiva para deliberar sobre la concesión, el poeta había fallecido muy recientemente y consideramos imprescindible este reconocimiento a su memoria. El hombre-rio ya fluye por los recuerdos, pero el hombre-poeta vivirá por encima de los versos.

   Tuve el honor de dedicarle esta glosa desde mi lado de poeta diletante.

GLOSA A EMILIO GASTÓN.

   Emilio Gastón vivió y sintió la vida como un poeta. Poeta de lo humano y lo divino. Hombre poeta que bebía versos, que reía por ellos frente al abetal en el que supo refugiarse. La montaña lo acogió de igual a igual, el poeta la amaba desde siempre, y fue mutuo el temblor por el viaje a lo infinito. Amaba todo, como aman los poetas; el fulgor inabarcable de su fragua fundía el universo; quiso la vida hacerlo generoso, no consiguió la muerte dejarnos sin sus versos.

   A Emilio le gustaba asistir a muchos actos con Maricarmen, su mujer, pero no le gustaban nada aquellos en los que el homenajeado era él. Esperamos que desde donde esté, desde luego aquí también, nos permita esta licencia para honrar su memoria y reconocer sus vivencias.

   Hablar de sus desarrollos personales como jurista, político, poeta, pensador, escultor o escritor podría ser recurrente. La figura intelectual de Gastón no necesita de voceros.

    Es de la persona, del Ser cercano que sigue siendo Emilio, de la que quiero hablar, no sin impostura, pues debo aclarar que estuve poco cerca de su círculo. Sin embargo, en todas las ocasiones que compartimos, la influencia sensorial que ejercía Emilio dejó a todo lo que conocía sobre él en minoría ante su bonhomía. Por encima de todo, esa cercanía que regalaba como un don, esa actitud a borbotones que inundaba el cuerpo a cuerpo. Hablaba con galaxias de mensajes, rebeldía surreal que impregnaba su franqueza. Al pan, pan, y el vino con sifón. Cultivaba sus aficiones con la naturalidad de los sabios. No iba a la montaña, la montaña le venía a llamar a su puerta. Allí, en Hecho, en la remota borda en la que Emilio y Mari Carmen disfrutaron con tanta intensidad, la naturaleza era una estrofa vital de sus poemas.  Supe que hablaba el cheso, y que había escrito obras en esta lengua por la que tan pocos se interesan.  Que imaginó un país llamado Subordania y contó sobre él al amparo de los cauces de sus ríos.

   Su personalidad atrapaba, y lo hacía desde la campechanía del que todo lo comparte, con esa fuerza de viejo nadador contra corriente.

   En un encuentro en Hecho, el año pasado, Emilio nos cogió de la mano para sacarnos al exterior de la biblioteca municipal hasta tres veces para que viéramos el color de la postrer atardecida. ¬Contemplad el cielo de Hecho¬, nos decía, y levantaba la mano apuntando a un cielo que era capaz de colorear el preludio de la noche. Irradiaba entusiasmo por esa tierra. Se le rebosaba el amor por la mirada, porque fue, y lo seguirá siendo, profeta en su tierra (cosa nada fácil por estos pagos) y quiso a Aragón y a sus gentes, y tuvo la recompensa de ser correspondido.

   Pocos, en el periodo de nuestra historia más reciente, han gozado de tanto reconocimiento. Emilio Gastón, luchador incansable por nuestra identidad de pueblo, recibe ahora este Búho a título póstumo. Es otra humilde gota, que desde Amigos del Libro pretende unirse al río de su memoria, fértil oasis entre la tediosa planicie de lo cotidiano. Para nosotros, amantes de la poesía y la palabra, es un ejemplo de vivir como poeta.

    Gracias, Emilio, por habernos mostrado tantos caminos por los que seguirte.

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