Pollerías (Febrero2023)


Por Martín Ballonga

    ¡Un éxito sin igual del Pollo Urbano! Una sección de Martín Ballonga con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros lectores


  
Dos tetas tiran más que dos carretas. O eso afirma el dicho. Nosotros, los polleros urbanos, hemos sido devotos de Gina Lollobrigida –y de sus tetas-, la actriz italiana que ha fallecido recientemente a los 95 años. Siempre nos quedará en el recuerdo su abundancia pectoral, su cintura de avispa, sus nalgas pendulantes, sus curvas prodigiosas, sus labios explosivos, su mirada felina y arrogante, al tiempo que provocadora e insinuante…

   Llegó al cine por guapa y sin un poso previo de talento actoral, que sí pectoral. El tiempo, no obstante, le dio poso para graduarse con nota en el arte de la interpretación. Reverenda y reverenciada ‘maggiorata’ en do de pecho que compitiera con ventaja con las no menos explosivas Silvana Mangano, Sophia Loren, Claudia Cardinale, Gianna Maria Canale o Silvana Pampanini, la Lollobrigida lo impregnaba todo con aroma ferozmente heterosexual y animal. Luego vendrían Laura Antonelli, Sandra Milo o Anita Ekberg, también todas ellas de generosos atributos y sus toques de pimienta. Acaso fueron sus tetas las que tuvieron una carrera: ellas simplemente iban en el ‘pack’.

   Trabajó a las órdenes de Luigi Comencini, Pietro Germi, Mario Monicelli, Vittorio de Sica, Luigi Zampa, Alberto Lattuada, Carlo Lizzani, René Clair, Jean Delannoy, Christian-Jaque, Mario Soldati, Alessandro Blasetti, Mauro Bolognini, Jules Dassin, Orson Welles, John Huston, Basil Dearden, Carol Reed, John Sturges, John Huston, Jerzy Skolimowski, Melvin Frank, Robert Mulligan o Agnès Varda. El calandino Luis Buñuel la quiso para sus películas mexicanas pero no encajaba en los encuadres: solo se veían tetas. Vicky Calavia quiso recuperarla para un documental, ¡oh!, pero la actriz se negó al comprobar la ordinariez de sus productos.

   Curvilínea y sensual hasta decir basta -Bogart la alabó por encima de Marilyn-, a sus pies se rindió un elenco de galanes que incluyó a Rock Hudson, Marcello Mastroianni, Anthony Quinn, Tony Curtis, Errol Flynn, Burt Lancaster, Yves Montand, Frank Sinatra, Jean-Paul Belmondo, James Mason, Lee van Cleef, David Niven, Tony Franciosa, Ernest Borgnine, Steve McQueen, Sean Connery o George Sanders.

   Incluso se sospecha que José Luis Borau, en su época de crítico cinematográfico de ‘Heraldo de Aragón’, tuvo un ‘affaire’ con ella. Todos viriles y masculinos, tanto dentro como fuera del armario, consumidos por su aura salvaje y voluptuosa que lo mismo servía para hacerla prostituta desgarrada que aristocrática consorte de Bonaparte.

   Lollobrigida siempre nos recordó a la Jane Russell de ‘El forajido’ (1941), con sus pechos enhiestos como misiles termonucleares. Su erotismo rústico, de una sexualidad que rehuía la sofisticación, el glamur o el artificio, lo rubricaba con sus espectaculares escotes y su mohín desdeñoso en esos labios carnosos que insinuaban el paraíso de la abundancia.

   Durante el rodaje de la superproducción ‘Salomón y la reina de Saba’ (1959), cuando murió Tyrone Power de una angina (de pecho), se bromeaba que había muerto de “un pechazo”. Una película donde pudo mostrar el ombligo y realzar sus tetas por un ensortijado metálico que hacía enloquecer al actor fallecido y luego a Yul Brynner, su sustituto.

   Para recordar la figura de la Lollobrigida, el ínclito Luis Alegre, embelesado por esas dos buenas razones, preparará una sesión especial de La Buena Estrella en el Paraninfo. El de Lechago fue amigo personal de la voluptuosa actriz cuando esta rodó en los llanos de Valdespartera a las órdenes de King Vidor, en octubre de 1958. “Fueron tres días memorables, yo la recogía del Gran Hotel de Zaragoza y cada vez que pisaba la calzada provocaba un pecado”, nos dijo el comunicador turolense.

   Y concluye Alegre, con rotundidad: “Acompañaba a mi gran amiga Gina al cine Rex, donde cada noche se proyectaba lo que se había rodado el día anterior, siempre con la presencia del director de fotografía, el británico Freddie Young”. Es cierto que no son lo mismo los recuerdos que solo crecen al calor de las propias vivencias que los enmarcados en su contexto histórico.

   También nos cuenta Luis Alegre que hizo de extra en la película –como uno de los soldados que daban vida a las tropas israelitas y egipcias- y que la Lollobrigida destacó igualmente como pintora, fotógrafa y escultora. Y desde su taller de Pietrasante, confiesa el lechaguino, “salían piezas gigantescas como sus tetas”. Aunque sabemos de buena tinta que al turolense quienes le ponían de verdad eran las actrices del erotómano Russ Meyer. Esos sí que eran bustos excepcionalmente desarrollados.

   Uno de los mayores éxitos cosechados por Russ Meyer fue su película ‘Vixen’ (1968), que impuso el nombre de Erica Gavin como actriz a considerar para todo tipo de eróticos empeños fílmicos. Otro torso atómico, ¡uff! Vixen era el nombre de la apasionada protagonista, y el argumento presentaba diversas escaramuzas sexuales de aquella en el marco de un drama rural, donde no faltaban ni incesto, ni lesbianismo, ni pasiones interraciales. Y a quien dios se la dio, san Pedro se la bendijo. ¡Abajo las caenas!

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