En memoria de Angelines de Susin.

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Por Claudia Parra

    Excepcional por su singularidad, única por su anonimato, insólita, por su aparente extravagancia, fuera de cualquier arquetipo o referencia social o política.

    Angelines no destacó por nada por lo que se le pudiera elogiar en la prensa actual, no descubrió nada, no inauguró novedad o escándalo ninguno, ni tan siquiera sobresalió por aportación cultural que se le conozca que no fuera una simple admiración a la belleza singular y sencilla que solo ella disfrutaba.

    Su olvidada silenciosa y repentina desaparición le honra de igual manera, pues murió como vivió, ¿recuerdan?…”Morir siendo ayer…”.

     Angelines vivía en un entorno mágico, fascinante como lo era ella. Pasaba el tiempo contemplando y recibiendo a visitantes curiosos que con ella quisieran compartir el paraje fascinante que eligió para sobrevivir.

    Aun podéis visitarlo, todavía se mantiene en pié, ella recelaba de su custodia para que cualquier paseante anónimo disfrutara de tal paisaje. Seguramente hay muchos bellos rincones como el de Susin, pero este sin lugar a duda era especial. Cada elemento natural estaba ubicado de forma perfecta y en perfecta armonía con el resto. Angelines, que lo sabía, proclamaba con entusiasmo el arte de la naturaleza como ningún artista renombrado.

    Un pequeño balcón del valle de Tena, un cálido lugar donde el salvaje turismo no destrozó el orden natural de las cosas, una vista escogida en un acertado amanecer en la historia de nuestros antepasados, el resto pueden verlo, como digo, nada puede describirlo mejor que la propia mirada.

     Aun está allí, seguro que se esconde tras aquellos viejos y testimoniales árboles, los árboles; que esculturas tan ignoradas, talladas por el paso del tiempo, testimoniales estatuas vivas, testigos y supervivientes de catástrofes naturales y atropellos humanos, son bellos de naturaleza, y Angelines entendió de forma natural, que debía de cuidarlos, pues de otra manera desaparecerían por alguna de las tantas intervenciones humanas.

    Angelines, abanderaba aquel lugar de forma espontánea, ataviada de una fragilidad aparente, demostrando una enorme vitalidad y fortaleza. Proyectando su entusiasmo y su dicha por formar parte de aquel lugar tan provisto de hechizo.

     Angelines se dejó empapar y seducir por algo tan salvaje como la naturaleza misma, algo difícil de entender hoy en día, pues afanados como estamos en la búsqueda y posesión de la belleza, dejamos que el arte pase por nuestro lado sin dejarnos sorprender por el mismísimo principio natural de la humanidad; la contemplación de la fascinante naturaleza.

    Pocas personas cuentan hoy con mi admiración, pues no es tan digno de elogiar al que por sus logros materiales inunda el salón de su casa de trofeos impresos o premios trucados de la solidaridad o llamémosle “culturalidad social”- que yo ya no me entiendo con tanto adjetivo enrevesado- O cualquier otro tipo de “hazaña político activa” enarbolando banderas de colores de ideas pisoteadas y sin implicación ninguna. Sino aquellos que por el contrario consiguen pasar inadvertidos contemplando, en el más absoluto anonimato, el saber de la auténtica belleza.

    Esperemos que la desaparición de nuestra amiga no traiga repercusiones nefastas para otro resguardo de nuestro mermado planeta. Seguiremos descubriendo parajes y Angelines por otros valles escondidos, disfrutando lo posible del momento, ¡quedan tan pocos lugares mágicos! 

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