Por María Sarmiento
Al producirse una venta de las cocheras que tenía cedidas el Instituto en Hinojosa del Campo, hubo que moverse para poder albergar los vehículos y aperos que en ellas se guardaban.
Como siempre, se acudió a la generosidad de José Mari quien ha permitido al instituto utilizar una cochera de su propiedad hasta que los hermanos Izquierdo cedieron para este fin una cochera que estaba en un estado casi ruinoso.
Inmediatamente, los miembros del Instituto se pusieron manos a la obra y contando con la colaboración del “Gato” (un joven albañil de la zona) se procedió a reparar el tejado que como todo el mundo sabe, es lo más importante en una casa ya que: “Casa donde una lágrima abre gotera, se pudre toda entera”
Mientras el “Gato” iba desmontando las vigas desechadas, miembros del Instituto las cortaban y troceaban para que pudieran tener una última utilidad: producir calor en el hogar en el duro invierno soriano. Y lo cierto es que se hicieron con una buena cantidad de leña.
Y poco a poco, también se fue instalando el cableado para los fluorescentes y para montar una pequeña línea de fuerza, pues se pretende habilitar un generador que permita disponer de energía eléctrica suficiente en la cochera para poder realizar labores mínimas de soldadura, corte, reparaciones, etc.
Y mientras las obras avanzaban, era necesario encontrar una puerta para la cochera. El asunto fue peliagudo ya que se recorrieron varios desguaces y no se encontraba la adecuada. Otro vecino del pueblo, Alfredito donó una puerta que quito de su vieja cochera y aunque estaba completamente descuadrada se pudieron provechar algunas láminas de chapa que conformaban una de las hojas y que posteriormente serían de gran utilidad.
Finalmente, en los talleres Carrera de Olvega se pudo encontrar una puerta “Roper” basculante de segunda mano a un precio más que razonable y que otro vecino, Andrés, acarreó en su tractor hasta el pueblo y también ayudó a plantearla en el hueco para su posterior instalación.