Por Carlos Calvo
La séptima edición del rally cinematográfico Desafío Buñuel, creado y coordinado por Esteban López Juderías, tuvo como tema central la película del maestro calandino ‘Él’, un magnífico largometraje de uno de los pocos directores…
…de la historia del séptimo arte que encuentra el modo de reírse y ponerse serio a la vez. Provocador, surrealista, obsesivo, el zumo de Luis Buñuel es la religión, la autoridad, la dictadura del sexo, un sentido crítico de la ironía, la risotada en la jeta de las convenciones y una perversa mezcla de misoginia y adoración femenina. Con todo y con eso, cuatro equipos rodaron su cortometraje por interiores y exteriores de la ciudad de Teruel en cuarenta y ocho horas, contando con la participación de un actor profesional (Carla Nieto, Miquel Ínsua, Mabel del Pozo y Carmen Gutiérrez, respectivamente) y la banda sonora compartida del compositor mexicano Alonso Alamán, para honrar ese grandioso e inquietante melodrama del cineasta turolense, sobre unos celos desmedidos que convierten en un infierno la vida de un matrimonio, una producción mexicana de 1952 con fotografía en blanco y negro de Gabriel Figueroa y música de Luis Hernández Bretón.
Es ‘Él’, en efecto, un gran melodrama psicopático, idóneo para advertir las convergencias estéticas y conceptuales entre Alfred Hitchcock y Luis Buñuel. Filme clave en la obra del cineasta aragonés, inspirado en un caso verídico y basado en una novela de Mercedes Pinto (madre de los actores Gustavo y Rubén Rojo), según el guion escrito por Luis Alcoriza y el propio realizador, quien lo filma a tumba abierta, sin asomo de remilgos. El protagonista se siente amenazado porque alguien le arrebata un ser que cree que le pertenece y sus acciones son promovidas por esos sentimientos irracionales que le conducen hasta la locura. Es ese sentimiento inamovible el que desencadena patrones tóxicos hasta desembocar en un brote paranoico.
Una película brutal, desesperada, en la que Buñuel acribilla con saña los modales y actitudes burgueses, encarnados en un caballero católico y cuarentón de esmerada figura (Arturo de Córdoba) que se casa virgen con una jovencita (Delia Garcés). Tras su estampa de beato late la crueldad de quien se consume de celos. Y Buñuel lo utiliza para subvertir el orden, para dinamitar convenciones, para ahondar en los abismos humanos y para crear una catarata de cine. En el plano final, en el que el personaje camina de espaldas zigzagueando, es el propio Buñuel el que aparece interpretando el papel del protagonista oculto bajo los hábitos religiosos de un monje franciscano. Un filme sobre la soledad, el miedo, la intransigencia, la paranoia y el maltrato que debe mucho al George Cukor de ‘Doble vida’ (1948), ese otro fascinante (y extraño) melodrama acerca de un actor neurotizado que asume incluso en su vida personal el papel de Otelo que está representando en la escena.
Los cortometrajes ‘Retales’ y ‘Lady Secret’ fueron los grandes triunfadores de este año. El primero está dirigido por los turolenses Helena Navarro Guillén e Ignacio Jarilla, y se rueda, en parte, en la ciudad mexicana de Guanajuato, de donde procede el crucifijo navaja utilizado en ‘Viridiana’, y que, como guiño, aparece en este trabajo. Habla de las conflictivas relaciones entre una madre y una hija, algo que evoca lo que sucede en ‘Él’ por las obsesiones paranoicas que muestra la progenitora. Los planos cortos van asfixiando a los personajes y la narración se alimenta igualmente con esas percusiones del final en la banda sonora y algunos flashes que recuerdan los recursos del cineasta calandino. La oscense Laura Torrijos-Bescós interpreta a la chica, de veinticuatro años, que quiere ser libre y está cansada de su controladora madre, una mujer chapada a la antigua y muy religiosa. Los realizadores, autores también del guion, navegan entre los límites de los celos, hasta dónde pueden llegar, en un retrato de obsesiones y creencias para un corto muy elaborado, de ambicioso diseño de producción, con una fotografía (del operador Carlos Felipe Alonso), un montaje (Fran Muñoz) y una banda sonora asfixiantes.
Por su parte, ‘Lady Secret’, que dirige Alejandro Fertero, es el relato de una joven estudiante de podología (interpretada por Helena Ezquerro, de gran fuerza en su mirada) que empieza a trabajar como dependienta en una zapatería, cuyo propietario va sintiendo un deseo enfermizo hacia ella. Destaca la fotografía de Javier Prieto, con una imagen en blanco y negro que va encerrando a la protagonista en un universo obsesivo. El diseño de sonido corre a cargo de Javier García.
‘Albertosaurio’ e ‘Hijos compartidos’ son los otros dos trabajos realizados en esta séptima edición del Desafío Buñuel. El primero, dirigido por el gaditano Cayetano Martínez (‘Bifidus activo’, ‘En tó lo alto’), cuenta la historia, en tono de comedia negra, de un hombre con una discapacidad intelectual que le hace pensar como dinosaurio. Se comunica a través de gruñidos y lleva una vida solitaria en compañía de su tiránica madre. Todo cambia cuando entra en contacto con un alienígena que se oculta en el cuerpo de una humana. Un relato de amor obsesivo en el que el protagonista comienza su particular deseo al ver los pies de la chica. Uno de los personajes secundarios se llama Arturo de Córdoba, otro guiño al realizador turolense.
Rodado en parte en Dinópolis, este trabajo de Cayetano Martínez es una suerte de fábula subversiva que recuerda el largometraje del francés Claude Faraldo ‘Themroc, el cavernícola humano’ (1972). Por último, ‘Hijos compartidos’ cuenta la historia, en tono de comedia, de un hombre (excelente Rafael León) y una mujer que se mudan a una urbanización de casas pareadas y, tras muchos años de compartir piso, ahora quieren tener un bebé. Cuatro cortos, pues, mejores o peores, para honrar la figura de un calandino genial y su no menos genial disección de los abismos humanos.