Por Paco Bailo
En mi primera visita al museo de El Prado, muy joven e inexperto, dos obras me secuestraron: “El Jardin de la delicias”, ese tríptico inexpugnable que pintara el Bosco inaugurando el siglo XVI y “El Cristo crucificado” que Francisco de Goya presentó en su ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando…
…un 5 de julio de 1780.
El hecho de que no hubiera sangre, las cabezas de los cuatro clavos, aquellos verdes y azules que desde el vientre repartían luz sobre el negro tenebroso del fondo, el gesto incrédulo y la mirada atónita de sentirse totalmente abandonado sorprendieron a toda la iconografía acumulada en los años de colegio religioso atiborrada de mártires desmembrados, cabezas, orejas o pechos cortados y sanguinolentos estigmas.
Viene esta evocación a que el pasado 22 de octubre se presentó en el Museo de Bellas Artes el cortometraje que relata los comienzos de la carrera artística de Goya, a partir de su primer cuadro documentado, “Aníbal, vencedor”, que presentó al concurso de la Academia de Bellas Artes de Parma en 1771, nueve años antes de terminar ese Cristo que me susurró que había un más allá del renacimiento y el barroco.
“Goya versus Aníbal”, producido por la fundación El Garabato, con la dirección de J. J. Beeme sobre la idea original de Malena Manrique y JJ Beeme y con guion de Malena Manrique y Juan Carlos Lozano nos invita a un viaje en el tiempo narrándonos en poco más de diez minutos aquellos comienzos del futuro genio atravesando los Alpes como hiciera Aníbal en el 218 a.n.e. para conquistar no Roma en este caso sino el reconocimiento que en nuestro país se le había negado en varias ocasiones.
En cinco breves capítulos no sólo nos cuenta los avatares del pintor buscando fuentes y referentes, realizando y presentando su obra al concurso de Parma a sus veintitrés años (El tiempo también pinta). Nos lleva a imaginar las dificultades del viaje (Cuidado con ese paso), entre guiños a la Eneida (No harás nada con clamar), su labor investigadora documentándose, conociendo colegas y maestros, detallando el proceso (Mucho sabes y aún aprendes) hasta conseguir los seis votos y una mención, así como un artículo en Le Mercure, revista literaria francesa que le daría a conocer más allá de estas fronteras (El trabajo siempre premia).
Las cinco onzas de oro se las llevó Paolo Borroni que al año siguiente trabajaría en el estudio de Pompeo Batoni, académico delegado de Roma en Parma.
El cortometraje nos sugiere pesquisas, despierta la curiosidad, no solo porque es la primera obra de nuestro pintor en la que ya aparecen rasgos que perdurarán en sus futuras creaciones hasta profetizar el expresionismo.
Nos cuenta cómo se adquirió esta obra siendo aún anónima por unos coleccionistas conservadores del patrimonio y mecenas que ahora muestran sus adquisiciones en su fundación Selgas-Fagalde de Cudillero, cómo se desvela su autoría en 1993, cómo la podemos disfrutar en la sala 35 de El Prado.
En mi caso la curiosidad me ha llevado a saber que el académico Pompeo Batoni, que se quejaba de las duras normas del concurso que alejaban a los jóvenes apresentarse, no vivía mal a base de hacer retratos a los viajeros del “Grand Tour”, aquel “año sabático” con el que los estudiantes ingleses de familias pudientes completaban su formación en el siglo XVIII, recorriendo con algún tutor Francia e Italia para embeberse de renacimiento y a su vuelta escribir sus libros de viajes o acercar el neoclasicismo a sus arquitecturas. Las universidades inglesas no pasaban por sus mejores tiempos y París, Roma o Nápoles eran asignaturas más gratas. El germen del turismo.
Como curiosidad el cortometraje termina con las notas de la sonatina en Sol de Beethoven, alma gemela de Goya, sordos geniales, a manos de Marie Rackham, maestra, pianista y escritora canadiense dedicada a la gramática, reglas y principios que gobiernan una lengua como lo es la pintura o el cine.
Ficha técnica
Título: Goya versus Aníbal
Músicas: Frequently Asked Music (Delicate Dreams),
Presentación oficial
Diversas animaciones, morphings,