Desde el diván: Repulsión de Roman Polansky

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Por José Mária Bardavío

       La película deja claro la nausea, el asco,  la repulsión  que Carol siente por los hombres; un sentimiento obsesivo y neurótico. Título original: ‘Repulsion’. Año: 1965. Producción: Gene Gutowski, Michael Kiinger y Tony Tender. Dirección: Roman Polanski. Guion: Roman Polanski y Gérard Brach (adaptado por David Stone). Fotografía: Gilbert Taylor. Música: Chico Hamilton. Intérpretes: Catherine Deneuve, Yvonne Furmeaux, Ian Hendry, John Fraser, Patrick Wymark, Helen Fraser, Renée Houston, Valerie Taylor, James Villers, Hugh Fuchter. Duración: 105 minutos.

     Cuando su hermana Hélène y su novio Michael se van unos días de vacaciones a Pisa, Carol descubre en el cuarto de baño una camiseta de Michael que recoge del suelo como si se tratara de un bicho raro. Y con la punta de los dedos, como si llevara una rata, la lleva deja caer en el depósito de ropa sucia al lado del lavabo. Antes, inducida por un impulso incontrolable, se acerca la camiseta al rostro para comprobar el efecto que puede causarle el roce con una prenda masculina; y olerla. Al instante, como si hubiera descubierto Cleopatra al áspid bajo la ropa, la aparte mostrando una repulsión inmensa. Se trata de un plano secuencia filmado desde la puerta del baño. La bañera, a espaldas de Carol, adquiere ciertos atisbos terroríficos y, desde luego, su presencia no es ornamental ni funcional ni casual, es unacosa acechante contagiada del sentido receptivo del depósito para la ropa sucia que se llena de asco a través de la camiseta de Michael. Esta bañera empieza ahora a hablar porque lo cierto es que va a significar, y mucho, a lo largo de la película. El cuarto de baño con sus adminículos higiénicos específicos, parecen ahora esculturas absurdas. Y la luz fría, intensa, repulsiva, se esparce como un animal viscoso entre las reacciones de Carol que descubre la camiseta, la lleva al cesto de ropa sucia, y sufre esa descarga de displacer infinito al imitar lo que haría su hermana con la camiseta de su amante. Amante porque Michael sigue casado con otra mujer, circunstancia que no parece preocupar a Hélène pero sí preocupa a Carol como así se lo ha hecho saber a su hermana.

     Carol, en camisón, abre los grifos de la bañera como si tuviera prisa para bañarse. Tras un corte la vemos vestida con un traje de rombos estampados, ligeramente acampanado, muy de los sesenta, está buscando un zapato bajo el armario. Al encontrarlo percibe una cierta humedad en el suelo y progresivamente vemos charcos y finalmente el cuarto de baño cubierto de agua. Llenó la bañera pero no se bañó ni cerró los grifos, y el agua se ha desbordado porque la bañera no dispone de aliviadero. Cuando se acerca de puntillas a cerrar los dos grifos resbala, cae, pero consigue aferrarse a los grifos que olvidó cerrar.Sucedió lo siguiente: Al poco de pensar en darse un baño, poner el tapón y  abrir los grifos, el tiempo psíquico se detuvo contagiando la actividad física de Carol, que se quedó muy quieta, como sin cuerda vital, como una muñeca atascada y abandonada en una esquina. Pero al sentir humedad en la mano cerca del zapato bajo el armario, vuelve a conectarse a la realidad. El agua en el suelo actúa como un  interruptor que la vuelve a poner en funcionamiento sintáctico con la realidad. Es entonces cuando va al cuarto baño y cierra el agua que desborda hace rato el pretil de la bañera.

   Resulta pavoroso el modo en el que Carol asesina a Colin el joven que, empeñado en su torpeza y deslumbrado por la belleza de la chica, consigue entrar en el apartamento de las hermanas Ledoux para que Carol le explique por qué cuelga el teléfono, jurarle que la quiere y que sus intenciones son serias. Carol le mata de un golpe seco en el cráneo con el atizador de la chimenea aprovechando el instante en el que se vuelve para cerrar la puerta. El golpe resulta mortal. Sin embargo, agonizando en el suelo, le golpea una y otra vez con una frialdad infernal;  impresionante.  Como cuando, paseando por la calle, se mostró insensible al accidente que congregó a  tanta gente, pasando de largo, perfectamente ajena a la tensión ambiental. Aprovechando que Colin ha caído al suelo sobre la alfombra, lo arrastra hasta el cuarto de baño, apoya el cadáver en el pretil y lo empuja dentro. El cadáver se mueve en el agua hasta quedar de frente.  Sangra por la boca y  la chaqueta oscura brilla impecable. Cuando Carol sale, el cadáver de Colin está ligeramente hundido. Y no volverá a ocuparse de él nunca más, ni siquiera cuando empieza a descomponerse en la  bañera.

     Carol advierte en el baño una recóndita fuente de inspiración, el lugar en donde sucedió la experiencia fundamental de su existencia. Desde la puerta del baño contempla la bañera iluminada que muestra una textura como de animal, la tripa hinchada de un reptil agazapado. Pero lo que acabo de decir tiene más de sensación impresionista que de verdad objetiva. La verdad de ese plano con la bañera destacando entre los sanitarios por medio de una iluminación realmente extraordinaria, muestra la clave más profunda de la personalidad de Carol: el lugar en donde se produjeron las actividades pedófilas del  padre con su hija. Debió ser en una bañera – y no cualquier otro lugar- en donde se cometió el crimen. Veamos con detalle cómo transcurre esta fundamental escena:

     Estando Carol en el cuarto de estar se siente irremediablemente impulsada a dirigirse al cuarto de baño. Al avanzar por el pasillo las luces desaparecen mientras veamos la puerta entreabierta del baño como si se tratara de un preámbulo de tinieblas, un ritual de paso, antes de acceder al lugar fundamental, al axis mundi de su psique personal e intransferible. Al abrir la puerta, vemos al fondo el lavabo pero sobre todo la bañera que destaca ostensiblemente sobre cualquier otro objeto o cosa. Carol permanece apoyada de perfil en la pared y ligeramente inclinada hacia abajo, sin mirar a sitio específico alguno. Cuando los espectadores nos hemos percatado del fulgor enfermizo de la bañera, Carol vuelve el rostro hacia ella, y al ver el receptáculo sufre al instante un ataque de pánico. Da unos pasos hacia atrás mientras el zoom la atrae hacia la bañera que no puede dejar de mirar, parece avanzar y retroceder como si el objeto en cuestión fuera fuente de atracción y rechazo insuperables. Sin quitar los ojos espantados, consigue retroceder definitivamente.

Fuera ya del baño pero sin dejar de mirar a la bañera, apoyada en la pared del pasillo, surge del muro la garra de una fiera que trata de apresarla. Carol consigue zafarse, avanzar y detenerse unos pocos pasos más allá. Surge entonces una gran mano abierta desde el interior de la pared qu se posa obscenamente sobre su pecho oprimiéndola contra la pared con fuerza. Un rápido fundido en negro clausura la secuencia. Lo cual no impide adivinar que esa mano terrible que la persigue desde que huyó de la presencia espantosa de la bañera pertenece a la semántica psíquica que encierra la bañera misma. Que es allí en donde otrora aparecían esas  manos que llevaban a cabo la infame violación que el padre practicaba sobre su hija, la experiencia que originó y estructuró su actual psicosis. Esa mano monstruosa y esas manos humanas  surgiendo del interior del muro constituyen un excelente ejemplo de la vuelta de lo reprimido. En realidad se trata de fantasmas, es decir, de formaciones psíquicas de alto voltaje –alucinaciones- con capacidad para parecer perfectamente reales al receptor psicótico.

    Pero cuando Hélène y Michael vuelven de vacaciones, se dan un susto de muerte al entrar en el baño. No vemos  el contenido de la bañera sólo vemos un sobrecogedor gesto de estupor surgiendo del rostro de Michael que ha acudido al oír los gritos de Hélène. El estado físico del cadáver debe ser aterrador después de dos semanas en el agua. Pero resulta mucho más espantoso el vínculo entre la descomposición putrefacta y la joven y bella Cenicienta (Michael llama a Carol Cindarella). El plano del rostro se prolonga hasta los límites mismos de lo razonable; las conjeturas de Michael ante lo que ve y lo que supone sucedió fuera de la bañera. Esta bañera invisible se convierte en una de las más interesantes elipsis de la historia del cine.

     La importancia aclaratoria de la foto fija que cierra esta extraordinaria película, tiene aún mayor relevancia si se evalúan ciertos detallas que aumentan su trascendental significado.  Como si se tratara del diagnóstico de un  psicoanalista, la fotografía muestra la fijación de la niña en la figura de su padre. Para ello mientras que el padre y la madre, separados unos metros, adoptan la pose convencional y distendida de los que saben que le están haciendo una foto de familia, una Carol de seis o siete años no se siente interesada en posar de tal o cual manera sino que mira a su padre de forma intensa, seria y profunda; lejos de cualquier alegría, muy cerca de cualquier decepción difusa. Esa mirada honda y recóndita de la niña está aureolada por la melena muy rubia, el pelo casi blanco, que cae hasta  la cintura y la reconozcamos de inmediato como la joven protagonista de la película pues de niña lucía el mismo tono y corte. El sujeto al que mira  la niña con exclusividad obsesiva es su padre. Está sentado, mirando tranquilamente a cámara, la chaqueta desabrochada, la camisa impecable, rondando los cincuenta años de edad. La manga del brazo izquierdo permite ver el reloj de muñeca, y esa misma mano desaparece en el cuello de un perro sentado a su lado. No vemos el brazo derecho por las razones que indicaré luego, pero es muy probable que su mano derecha descanse en el costado derecho del animal reteniéndolo a su lado con firmeza. El porte elegante del padre contradice al granjero convencional, y al estilo rural de la casa ante la que posa la familia respondiendo, probablemente, a la ocurrencia de Hélène, la hija mayor, que les ha pedido miren a cámara para sacarles una foto de familia.

    Quisiera destacar la impecable camisa blanca del urbanita de fin de semana en la finca familiar que gusta acompañarse de un gran perro en sus asuetos, perro que puede ser extremadamente fiero si no se le sujeta con autoridad. Así pues, la impecable apariencia del burgués disfrutando de un  día de campo y las tendencias pedófilas de ese mismo padre que sujeta con fuerza al perro fiero del sí mismo pero que no siempre las sujeta convenientemente. Como proclama, más que denota, la pequeña niña de melena muy rubia, casi blanca, su hija más pequeña, mirando como mira al objeto de su perversidad.

    La madre está tan cerca del padre como lejos del escenario privado que reúne a la niña y al padre. Y para ayudar al espectador a deducir lo que estoy diciendo, la toma de la fotografía en cuestión se ve estorbada por la rotura del soporte, del papel, que si en principio  serviría para enmascarar significados, resulta que la foto está rota con una pericia tal que los restos destacan lo fundamental mucho más que si no estuviera partida en trozos. De este modo aumenta si cabe la atención de la niña con respecto a la figura paterna. Niña que se olvida del mundo, que no mira a cámara como hacen los demás ante el requerimiento de la hermana fotógrafa. La chaqueta,  la camisa blanca, el porte, expresan las maneras educadas del padre; y el terrible animal tan cerca del cuerpo de su amo muestra los bajos y terribles instintos, los colmillos del alma.

     La madre rubia señala la procedencia del color muy rubio del pelo de Carol. Y la escasez volumétrica de la madre debido al desgarro de la fotografía muestra muy sutilmente lo alejada que vive ella, o quiere vivir ella, de la pedofilia más o menos controlada que reina en su propia casa. Por lo tanto este documento gráfico tiene cuatro niveles de significación. (1) Lo convencional de la foto familiar y la prudente necesidad de que sea la hermana mayor la que hizo la foto (omito deliberadamente comentar la estudiada inexperiencia que muestra la fotógrafa para que no nos quepa dudad de que no está tomada por un profesional). (2) La pose que en principio obedece a la inexperiencia del que  ha tomado la foto resulta ser en realidad  una obra maestra en cuanto que lo que no expresa una mala foto: el interior del fotografiado queda aquí perfectamente expresado; me estoy refiriendo a la catadura moral del padre y a la obsesión de la niña que sabe y no sabe que es  objeto de abusos sexuales. En este sentido deberíamos decir que la madre estando no está en la foto, en el relato interior, en la pedofilia incestuosa, esa perversidad que sin quererlo ha fotografiado la fotógrafa inexperta que ha hecho la fotografía de la familia.

    (3) En tercer lugar, lugar la foto rota no lo está tanto como muestra, señal y prueba  de los destrozos que sufre el apartamento, sino que ha sido manipulada exquisitamente para destacar lo fundamental de la historia que narra esa genial fotografía que termina el film. La foto quiere dar testimonio de la dimensión clínica  de la película que acabamos de ver. Como si la fotografía fuera el resumen visual del conjunto de síntomas que la película desarrolla , incluso como si la foto fuera el texto escrito del psicoanalista, el historial psíquico de la señorita Carol Ledoux y la experiencia infantil que engendró la psicosis.

      Si el ojo derecho de una Carol adulta sirve de fondo a los créditos que inician la película, el último plano coincide con un acercamiento progresivo de cámara hasta desaparecer dentro de la orbita del ocular derecho de la niña de la foto que acabamos de comentar.  Es como empezar por el final, es como si nos introdujéramos por una abertura corporal para llegar, de eso se trata y de eso trata la película, hasta el interior de la psique de la niña. La película no es más que el resultado psicótico, las consecuencias de lo que sucedió a partir de esa foto que es todo silencio y todo elocuencia narrativa.

    Esa foto fija es una obra maestra porque resulta ser la película completa condensada en una fotografía; una camisa blanca esconde un corazón bien negro; y la hermana mayor ignorante de la tragedia que vive su hermana. Y que, atemperando con su compañía el frágil equilibrio emocional de Carol, se va a Pisa (con la torre (de la psique) siempre a punto de caer) con su amante, y al dejar a su hermana sin atención, Carol entra en la descripción de la crisis que constituye la película.

El blog del autor:   http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

 Nota de la redacción: Tenemos la suerte de poder contar en esta sección de cine del Pollo Urbano con la singular  colaboración del amigo, profesor y escritor José María Bardavío.    De su blog: “Las bañeras en el cine” vamos a ir acercando a nuestros lectores amantes del mismo estas apreciaciones sicoanalíticas  de algunas películas  que , sin duda, forman parte de nuestras vidas. Y todo ello se hará a través de este apartado que hemos decido llamar:  “Desde el diván”. Gracias al profesor por su generosidad y enhorabuena a los polleros enamorados del cine.

 

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