«El hombre y la música», documental de Laura Sipán

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Por Don Quiterio

      Tenemos que seguir considerando el arte y la cultura desde una perspectiva humanística e histórica. Uno se pregunta qué es todo esto de las sensaciones producidas por el arte, en especial el musical, que nos acompañan de por vida. La cuestión de la emoción musical es todo un misterio.

     Es innegable que las obras musicales tienen algo de magia o truco y provocan todo tipo de sensaciones y emociones en el oyente. De hecho, la música tiene valor como medio de inspiración, de relajación, de educación social, de formación de niños, de cultivo de la inteligencia, de posibles fines terapéuticos. Dice Antón García Abril (Teruel, 1933) que componer no tiene secretos. Es cuestión de trabajar muchas horas a lo largo de muchos días y, así, las ideas van surgiendo. Se necesita método, tiempo y paz, porque la creación musical es la búsqueda permanente de algo que no existe y que tiene que llegar. Cada obra tiene su por qué y su momento. Todos los creadores tienen obras fantásticas, otras que no lo son tanto y algunas que son fruto de la técnica.

 
    De esto trata ‘El hombre y la música’ (2013), un convincente documental de la zaragozana Laura Sipán en torno al compositor Antón García Abril, del que casi nadie sabe que no solamente hizo la música de la cabecera del mítico programa de Félix Rodríguez de la Fuente ‘El hombre y la tierra’ (de ahí el título), sino todo lo que se escucha en los más de cien capítulos de la serie de naturaleza. Acaso las obras de este compositor se dirigen más al corazón que a la cabeza, pero sin olvidar –nunca- lo cerebral. La música, para qué negarlo, tiene que satisfacer intelectualmente. De no ser así, acaba quedándose en un ámbito menor. El espectador, por tanto, observa cómo vive la creación un compositor. Lo que no sabe es si le aleja o le acerca a la vida.

    El punto de partida de este documental es el reto que afronta Antón García Abril. Su nieto de diez años, con quien comparte una conexión muy especial, prepara un concierto para el colegio y quiere hacerlo con su abuelo. Al maestro turolense le gusta la idea y, juntos, ensayan la melodía de ‘El hombre y la tierra’ que interpretarán a cuatro manos en el concierto de final de curso. Al mismo tiempo, la familia de nuestro protagonista le prepara en la academia de las bellas artes de San Fernando un emotivo homenaje con ocasión de su ochenta cmpleaños.

    ‘El hombre y la música’ se convierte, en este sentido, en un retrato muy personal del maestro que no deja de lado al hombre ni al niño. Para ello, cantantes, cineastas, pianistas, arpistas, gentes de la cultura en general o la propia familia en particular componen desde lo más íntimo este retrato colectivo de un compositor tan prolífico como intenso. Los bustos parlantes de Teresa Berganza, Ainhoa Arteta, Mario Camus, Enrique García Asensio, Álvaro Zaldívar, Ana Guijarro, Leonel Morales, Paula Coronas, Mariana Gurkova o María Luisa Rayán, entre otros, ofrecen las claves para comprender la figura de este hombre, que ha sabido nadar a contracorriente en un momento en que todos los caminos musicales apostaban por la dodecafonía y la experimentación, independientemente de la melodía.

     García Abril se declara fascinado por el mar, pero también por los paisajes de su tierra con que nunca ha perdido los vínculos como ponen de manifiesto sus cantos de Ordesa, sus preludios de Mirambel, su concierto mudéjar o el propio himno de Aragón. Su obra, en la que se unen técnica y emoción, puede calificarse de inmensa, pero, y no deja de ser lógico, el gran público conoce su nombre, y más su música, ligada al cine y la televisión. Mario Camus, Pilar Miró, Vicente Aranda, Francisco Betriu, Fernando Fernán-Gómez o José María Forqué han sido algunos de sus destacados comitentes dentro de unas propuestas más rigurosas que la discutible etapa comercial anterior, repleta de mediocridades dirigidas por los Masó, Lazaga, Ozores, Klimovsky, Merino, Fernández, Lorente, Escrivá y compañía.

    De su inspiración han nacido composiciones para ‘La muerte silba un blues’ (1961), ‘Culpable para un delito’ (1966), ‘Un millón en la basura’ (1966), ‘La leyenda del alcalde de Zalamea’ (1972), ‘Los pájaros de Baden Baden’ (1975), ‘Los días del pasado’ (1977), ‘El perro’ (1977), ‘Fortunata y Jacinta’ (1979), ‘El crimen de Cuenca’ (1979), ‘Cinco tenedores’ (1979), ‘Gary Cooper que estás en los cielos’ (1980), ‘Ramón y Cajal’ (1980), ‘Cervantes’ (1981), ‘La colmena’ (1982), ‘Los desastres de la guerra’ (1983), ‘Los santos inocentes’ (1984), ‘La vieja música’ (1985), ‘Requiem por un campesino español’ (1985), ‘Tiempo de silencio’ (1986), ‘A solas contigo’ (1990), ‘Tacones lejanos’ (1991) o ‘Amantes’ (1991). Unas composiciones que forman parte ya de la memoria colectiva. Y es que ha compuesto la banda sonora de casi un centenar y medio de películas. Si en lugar de acompañar, muchas veces, a mediocres cintas españolas hubieran sido la base musical de buenas películas italianas, habría alcanzado la proyección internacional de un Morricone o un Nino Rota.

    ‘El hombre y la música’ reivindica la figura de Antón García Abril, uno de los músicos aragoneses más importantes de todos los tiempos, autor de una extensa obra sinfónica y de cámara que abarca la mayoría de las formas musicales, y muestra la persona que hay detrás del mito. Y lo hace con sencillez, sin grandes alardes pero directo e ilusionante y con una mirada crítica sobre el entorno, que busca el lado más humano del compositor desde una narrativa profundamente cinematográfica y un delicado tratamiento estético.

    Un, en definitiva, gran trabajo de Laura Sipán, una realizadora que ya dio muestras de su talento en ‘El talento de las moscas’ o en ‘Sobre la misma tierra’, ese tan comprometido como hermoso documento en torno a la red de hermandad con el pueblo colombiano, olvidado y menospreciado, cuyo esfuerzo determinará su suerte y la del espectador, que se conmueve y emociona. Como la emoción siempre agradecida que provoca la música de ese turolense llamado Antón, el patrón español de los compositores clásicos contemporáneos.

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